Con alevosía, nocturnidad y ventaja


Oscar-Clemente-Marroquin

La gente que manejó el negocio del arrendamiento de una extensa porción de tierra de Puerto Quetzal calibró la situación para concretar el negocio de una manera que hace pensar en agravantes como la alevosía, nocturnidad y ventaja porque le dijeron al presidente Pérez Molina que aprovechara que la sociedad guatemalteca estaba con la guardia baja durante los días de la Semana Santa y que no habría reacción alguna si el último día hábil se anunciaba que el trinquete quedó cerrado con la firma española que construirá la terminal de contenedores.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


De por sí, los guatemaltecos somos extraordinariamente tolerantes y permisivos cuando se evidencia de manera tan rotunda y contundente un trinquete como se hizo con el negocio de Puerto Quetzal. Lo mismo ocurrió cuando se clavaron Aviateca, cuando se vendió la telefónica, se negoció la Empresa Eléctrica y privatizaron el correo. Nadie puso en duda que había mano de mono en esos negocios, pero tampoco nadie hizo algo para exigir la necesaria rendición de cuentas que se convierte en el único instrumento para terminar con la corrupción. Todos esos negocios pasaron como cuchillo caliente en mantequilla, no obstante la certeza general de que nos habían visto la cara de babosos.

¿Cómo será el negocio del Puerto para que hayan sentido que hacía falta concretarlo el Miércoles Santo, cuando los guatemaltecos que todavía trabajaron la Semana Santa ya estaban arreglando sus tanates para emprender el viaje a los lugares de descanso? Si alguna duda cabía de que se trata de uno de los actos más turbios de la administración pública, la misma se desvanece totalmente al ver la forma en que, calladita la boca y asegurando que nadie tuviera tiempo de ninguna reacción, se procedió de esa manera. La misma conferencia de prensa para anunciar que ya les habían entregado todo el paquete a los españoles que negociaron con las autoridades de la Portuaria, colocadas en esa institución precisamente por su habilidad para hacer este tipo de negocios, se fue postergando para ofrecerla cuando la mayoría de habitantes del país ya estaba rumbo a sus vacaciones.

En otras palabras, ni siquiera la ancestral sangre de horchata de nuestro pueblo que ha visto como le despojan de los bienes del Estado con todo cinismo y en nombre de la modernidad fue garantía suficiente para pensar que este negocio sería aceptado igual. Por algo será que el presidente Otto Pérez Molina cedió al consejo de quienes le dijeron que aprovechara “la oscuridad del punto”, como dice un célebre chiste, esperando minimizar las reacciones de una opinión pública de por sí indiferente y que no entiende la nada sutil diferencia entre arrendamiento y concesión para un negocio en el que se les traslada a los españoles el manejo de la parte más jugosa del negocio portuario.

Ya señalé algunos de los negocios que serán eterno baldón para quienes se enriquecieron piñatizando los bienes nacionales y a la lista se suma ahora la figura del presidente Pérez Molina con el negocio de Puerto Quetzal que será para siempre una mancha indeleble sobre su régimen. No me cabe ninguna duda que tendrá, como pasó con Cerezo y Arzú, respaldos hasta en la Corte de Constitucionalidad si fuera el caso, para consagrar a puro tubo y contra toda lógica jurídica, el despojo que se está perpetrando, pero aún ese tipo de avales no borra lo obvio, real y lapidario de un negocio turbio que dejó bien untadas varias ollas.

No cabe ninguna duda de que un favor de ese tamaño, como el que se hizo al inventar una figura sacada de la manga para dar categoría de puerto libre a una empresa panameña, tiene su costo. No hay almuerzo gratis, dicen los neoliberales, pero tampoco hay obra sin sobra, decía el de la OIM.