La comunidad internacional quedó con mal sabor en la boca por el golpe en Honduras, pero las relaciones diplomáticas y económicas se irán restaurando progresivamente bajo el nuevo gobierno de Porfirio Lobo, estimaron esta semana analistas en Washington, tras la investidura del nuevo presidente.
«La comunidad internacional no está muy entusiasmada con cómo quedó Honduras. Pero no hay muchas opciones, sino poco a poco restaurar las relaciones con el nuevo gobierno», dijo el vicepresidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, Michael Shifter.
«Va a haber un gobierno que va a ser reconocido por los hondureños y dejarlo fuera de todas las relaciones no tiene sentido», dijo Shifter.
El golpe en Honduras, que derrocó y exilió al presidente Manuel Zelaya en junio pasado, revivió de un plumazo en América Latina una época de desestabilización que se creía superada hace décadas, disparando las alarmas de los países de la región que al unísono condenaron la asonada.
En una decisión unánime a pocos días del golpe, la Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a Honduras.
Pero las fuertes presiones contra uno de los países más pobres del continente, con Estados Unidos a la cabeza que suspendió su ayuda y la entrega de visas, no lograron quebrar al gobierno de facto de Roberto Micheletti y restaurar a Zelaya.
El acuerdo Tegucigalpa-San José para poner fin a la crisis fue firmado por las partes pero quedó sin implementar, por lo que muchos países latinoamericanos rehusaron reconocer las elecciones de noviembre, en las que salió victorioso Lobo.
Pero Lobo ha mostrado su voluntad de poner en práctica puntos clave de ese acuerdo, como un gobierno de unidad nacional y una comisión de la verdad, «lo que ya ha tenido una respuesta positiva», estimó Peter DeShazo, director para las Américas del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos.
«El deseo de sanar heridas y avanzar y tomando en cuenta los hechos sobre el terreno favorecen al eventual reconocimiento» del nuevo gobierno de Honduras, dijo DeShazo.
«No hay otra opción. Con el tiempo, más pronto que tarde, la comunidad internacional reconocerá al gobierno», subrayó.
De hecho, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, admitió la semana pasada que Honduras debe volver progresivamente a la convivencia democrática dentro de la organización.
Un gesto recibido con agrado internacionalmente ha sido el anuncio de Lobo de que permitirá la salida del país de Zelaya, quien permaneció por más de cuatro meses refugiado en la embajada de Brasil en Tegucigalpa tras retornar a su país subrepticiamente, coincidieron los analistas.
La postura de Estados Unidos, que reconoce a Lobo pero pide que se implemente el acuerdo para restaurar completamente la democracia, va dirigida a limar asperezas con Brasil y otros países de la región, que estuvieron en desacuerdo con la política más pragmática de Washington, dijo Shifter.
«Estados Unidos está interesado en voltear la página para mejorar las relaciones con América Latina», apuntó.
La postura que asuma Brasil frente al nuevo gobierno de Honduras también será clave y servirá de termómetro para los otros países, estimaron los analistas.
Ahora que Zelaya abandonará la sede diplomática brasileña podría abrirse un espacio para que el gobierno de Luis Inacio Lula da Silva tome «una postura pragmática» y reconozca al gobierno de Lobo, dijo DeShazo.
Y aunque el mandatario derrocado sale al exilio sin haber podido culminar su mandato, Shifter consideró que no significa su muerte política.
«Me sorprendería si (Zelaya) no regresa en algún momento jugando algún papel durante el gobierno de Lobo», agregó el analista.