Brasil se compromete a reducir deforestación en 70% hasta 2018.
El gobierno brasileño lanzó ayer un Plan Nacional sobre el Cambio Climático con el que por primera vez se compromete a adoptar una meta para reducir la deforestación, de 70% para 2018, sobre el promedio de los últimos diez años.
«Serán 4.800 millones de toneladas de CO2 menos (emitidas a la atmósfera) por deforestación evitada en la Amazonia, eso representa tres veces (el compromiso de los países industrializados en el protocolo de) Kyoto», dijo el ministro del Ambiente, Carlos Minc, sobre el plan recibido con cautela por los ambientalistas, que consideraron que podría tener una meta más ambiciosa.
El ministro presentará el flamante plan en la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU iniciada ayer en Poznan (Polonia), donde prevé «ampliar el número de contribuyentes al Fondo Amazonía».
El fondo, lanzado por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva este año, pretende captar contribuciones de todo el mundo para combatir el problema de la deforestación, que convierte a Brasil en uno de los mayores emisores de CO2 del planeta.
«El anuncio de Inglaterra de que reducirá el 80% de sus emisiones de CO2 hasta 2050 y éste de Brasil ponen en otro nivel las ambiciones de la conferencia de Poznan, demostrando que los países en desarrollo pueden asumir compromisos agresivos y que los desarrollados pueden ir mucho más allá», dijo el director del Servicio Forestal de Brasil, Tasso Azevedo.
El compromiso voluntario asumido por el gobierno brasileño significa reducir en 70% la deforestación para 2018 sobre la base del promedio deforestado entre 1996 y 2005 (con una media de 19.500 km2 de selva perdidos por año), progresivamente y por períodos de cuatro años.
En términos reales, significaría alcanzar en diez años una deforestación de poco menos de la mitad que la actual, de 12 mil km2.
El plan comienza con la Amazonia, el mayor bosque tropical del planeta, pero pretende abarcar otros grandes biomas de bosques del país.
Los ambientalistas recibieron bien la decisión de Brasil de asumir metas, pero consideraron que podría haber partido de una base menor de deforestación para garantizar resultados mayores y más inmediatos.
«Más vale tarde que nunca», estimó el director de la ONG Amigos de la Tierra, Roberto Smeraldi, aunque considerando que el plan todavía está lejos de acompañar «el tamaño del desafío» de la lucha contra la deforestación.
«Es una propuesta tímida, que no le asegura a Brasil una posición de liderazgo, y espero que se lo digan en (la conferencia de) Poznan», evaluó el comentarista especializado de la radio CBN Sergio Abranches.
El investigador del Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE), José Marengo, lo consideró un avance porque «ahora por lo menos hablamos de metas, antes el gobierno asumía una posición de que Brasil no tiene culpa (en las emisiones históricas de CO2 que causaron el problema del cambio climático) sino que era de Estados Unidos y de los países industrializados», dijo.
Según Marengo, si la deforestación se mantuviera en los niveles actuales, «a partir de 2040 la vegetación amazónica podría llegar a un colapso, lo que el modelo inglés llama de «sabanización», y ya no conseguiría absorber CO2, sino que sería fuente del mismo».
Aunque hasta ahora el gobierno brasileño rechazó asumir metas de deforestación, a la espera de que los países ricos asumieran un compromiso económico en ese objetivo, entre 2004 y 2007 el país consiguió reducirla en 59%, tras el pico histórico de 27 mil km2 en 2004.
El plan prevé otras medidas para la reducción de las emisiones y de la vulnerabilidad ante el cambio climático, como mejorar la eficiencia energética, el estímulo a energías alternativas y un aumento de 20% del reciclado de residuos sólidos urbanos hasta 2015.
«Seguramente recibiremos críticas, pero podemos decir que presentamos uno (plan) mejor que China e India, y mejor que otros que ni siquiera firmaron el protocolo de Kyoto», dijo el presidente Lula.