De vez en cuando camino al revés: es mi modo de recordar. Si caminara sólo hacia delante, te podría contar cómo es el olvido. Humberto Ak´Abal
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A lo largo de nuestra vida y sobre todo en la niñez nos recalcan muy bien que la bandera nacional, el escudo y la marimba constituyen símbolos patrios, de los cuales debemos sentirnos profundamente orgullosos.
El bombardeo mediático de carácter publicitario y propagandístico nos refuerza que marcas de pollo frito, bebidas alcohólicas y centros folclóricos, forman parte de nuestra “identidad nacionalâ€. Pero en ningún momento se hace referencia a elementos de análisis sobre nuestro pasado colonial, la división de las clases sociales, la marginación y exclusión, que permitan profundizar y crear conciencia crítica sobre nuestro pasado, presente y futuro.
En ese orden de prioridades pasan al olvido acontecimientos como el hallazgo del Archivo Histórico de la Policía Nacional –AHPN– en julio de 2005, que abrió la posibilidad de esclarecer y conocer más de 100 años de historia, hasta ese momento negada por el propio Estado.
La importancia de los millones de folios encontrados radica en que constituyen evidencia sólida para conocer sobre la organización y funcionamiento de una de las instituciones más importantes del país, además de sus fuertes vínculos operativos con otras instituciones como el Ejército, ambas señaladas de ser responsables de cometer violaciones a los derechos humanos durante la época del Conflicto Armado Interno.
Según el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) entre el período de 1960 y 1996 más de 45 mil personas fueron detenidas y desaparecidas, por lo que el trabajo científico y serio que realiza el archivo en coordinación con otras organizaciones como la Fundación de Antropología Forense, puede aportar significativamente al esclarecimiento y búsqueda de justicia para estos casos y al combate de la impunidad en la sociedad guatemalteca.
El AHPN constituye un símbolo importante para la recuperación de la memoria histórica de los pueblos, el trabajo realizado por los hombres y mujeres –en su mayoría jóvenes– para rescatar del secreto y del olvido esos documentos, dignifica la memoria de cientos de víctimas directas y colaterales de la violencia institucional.
Reconocer y apoyar el trabajo que se realiza en el AHPN constituye una oportunidad única para construir una realidad diferente. Vivimos en una sociedad confrontada, donde la exclusión, la marginación e impunidad que prevalecían hace más de 50 años, hoy siguen palpables y vigentes. Conocer las causas verdaderas que originan esta estructura desigual sería un paso importante para lograr combatirlas.
De la mano con el esclarecimiento, acceso a la información y documentación de casos específicos para procesos judiciales, también deben encaminarse iniciativas de apoyo por parte del Estado a la consolidación del AHPN como un lugar simbólico y centro de memoria para que la sociedad y principalmente la juventud, tengamos un lugar de conocimiento del país que queremos dejar de ser.
Es claro que nos falta mucho camino por recorrer, porque existe una clara tendencia al olvido, a despolitizar y hacer creer que los símbolos sólo pueden relacionarse al patriotismo, productividad, individualismo y consumo.
La justa demanda por conocer la verdad y preservarla para que también sea de conocimiento de las futuras generaciones no implica la solicitud de venganza de un “bando†a otro, es parte primordial de la transmisión de conocimientos de una generación a otra con un alto sentido de responsabilidad por parte de un Estado comprometido con un verdadero resarcimiento y dignificación para las víctimas y para toda una sociedad a la que mintió.