Comprometedor jalón a Laura Chinchilla


Oscar-Clemente-Marroquin

Cuesta entender a los gobernantes de estos países latinoamericanos a quienes les fascina eso de andar eructando pollo y no se pueden conformar con viajar en primera clase sino que tienen que hacerlo como si fueran potentados aunque sea pidiendo jalón. En Guatemala ha sido demasiado corriente que los mandatarios viajen en aviones prestados que, por supuesto, no se los dan por su linda cara sino que son una forma de comprometer a todo un gobierno para que se someta a los intereses de quienes “generosamente” les ofrecen el medio de transporte para que no tengan que mezclarse con la chusma en los aeropuertos.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Siempre he dicho que a un país como Guatemala le saldría muchísimo más barato comprar un avión decente para los viajes del mandatario que los favores que entre todos pagamos para que los lleven y los traigan. ¿Acaso cree usted que los precios del gas propano fueron los de mercado durante el gobierno de Colom o piensa que algo tuvo que ver la “filantrópica” actitud de los importadores de gas que pusieron su avión jet privado al servicio de ese viajero y de su familia?
 
 Nadie, absolutamente nadie, le prestará un costoso avión a un gobernante en forma gratuita. No hace falta ni siquiera ser mal pensado para entender que esos favores se pagan y se pagan con creces en países como el nuestro donde no existen mecanismos de fiscalización ni se penaliza el tráfico de influencias.
 
 En Costa Rica se produjo ahora un escándalo de grandes proporciones que ha puesto de cabeza al gobierno de la presidenta Laura Chinchilla porque aceptó viajar en un avión privado y resulta que el mismo, que oficialmente es propiedad de una empresa vinculada al negocio de los hidrocarburos (¡qué extraordinaria casualidad!), en realidad pertenece a un magnate que es investigado por sus negocios de narcotráfico. Nada difícil sería que en el avión privado convertido en avión presidencial, se meta algún cargamento de contrabando que puede ser de drogas, joyas o cualquier otro producto valioso, seguros de que pasará sin revisiones por cualquier aeropuerto porque llega como nave oficial que traslada a un Presidente de algún Estado.
 
 Pero ese riesgo es, en todo caso, el menor de todos porque lo que se busca no es la facilidad para meter algo de contrabando en otros países o en el propio, sino que se busca algo muy sencillo: Meterse entre la bolsa al fachendoso político que acepta el regalito tranquilamente sin detenerse a pensar en la factura que tarde o temprano le van a pasar. Todos los políticos creen que la gente se acerca a ellos porque son muy de´al pelo. Nadie cree que las lisonjas, sobaduras de leva, chaqueterías asquerosas y sometimientos resultan una forma de sacar ventaja para aprovecharse de las mieles intensas del poder.
 
 Y siempre hay alguien que les dice que no es decoroso que el Presidente ande en los aeropuertos y menos aún que pierda tanto tiempo esperando los horarios rígidos de los vuelos comerciales. “Para eso son los amigos”, es la frase que escuchan con demasiada frecuencia y esos “amigos” saben cómo sacarle raja a su desprendimiento y generosidad.
 
 El caso de la Presidenta de Costa Rica es gravísimo por lo burdo que resulta, pero no es muy distinto porque el narco lo que quería es lo que busca cualquiera que ofrece su avión, es decir, un trato especial y preferente. Una vez establecido ese parámetro, todo lo demás se vuelve jugosa ganancia porque siempre habrá la oportunidad de llamar al mero mero para pedirle su ayuda, su valiosa intercesión, sea para conseguir un contrato o para quitarse de encima alguna molesta investigación.