Una característica sui géneris histórica y reiterada de Guatemala es, la inestabilidad política que la caracteriza, que sobresale a lo largo de toda la construcción histórica del país y la sociedad. A partir de la invasión española y del sometimiento, dominación y vasallaje de los pueblos originarios, la lucha por el control y el ejercicio del poder público ha sido permanente. Primero entre criollos y mestizos, luego la confrontación entre conservadores y liberales, después entre liberales y revolucionarios y ahora demócratas versus neoliberales. En la carrera por ganar el poder, unos y otros han complotado siempre, por eso se dice que Guatemala es el país de complots políticos, es decir, un lugar donde las conspiraciones, intrigas y/o confabulación de personas, grupos y partidos políticos en contra del gobierno de turno, no son ajenos ni extraños a la historia de la Nación.
Ha sido mediante la confabulación de los grupos de poder que en el país se ha impuesto Presidentes o Jefes de Estado, sea por fraude electoral o por golpes de Estado. La inestabilidad política histórica es debido a la acción de los complotistas, que se mantienen al acecho mintiendo a la opinión pública, creando cortinas de humo, provocando situaciones que alteran la intranquilidad social y en muchos casos, fabricando condiciones de inseguridad pública. Los grupos fácticos o poderes paralelos existentes, siempre están en constante conspiración para no debilitar ni menos perder el control del poder político. Cuando presumen que el régimen de turno no conviene a sus intereses o ven riesgo en la promoción y ejecución de políticas públicas sociales, entonces complotan para desestabilizar y esperan como aves de rapiña o mamíferos carroñeros el momento del festín.
Cabe recordar, que los complotistas domésticos casi siempre son acompañados por actores exógenos, que apoyan y financian la aventura en contra de la democracia. De ambos hay que cuidarse, sobre todo porque el poder económico del que disponen puede predisponer a la masa, crear condiciones que provocan desestabilización e ingobernabilidad, que pueden desembocar en pretendidas alteraciones al orden constitucional y democrático. Los complots políticos dirigidos a desgastar la imagen de los gobernantes, a negar los logros alcanzados o a buscar el derrocamiento del régimen de turno, solo crean inestabilidad, incertidumbre e inseguridad y lo peor de todo, debilitan las instituciones democráticas y acrecientan el escepticismo y pesimismo ciudadano.
La firma de los Acuerdos de Paz AP en Guatemala, supone un parte aguas en la historia de autoritarismo, represión, violencia y sistemática violación de derechos humanos de la población y son un punto de partida para la construcción y fortalecimiento de la incipiente democracia, que se supone se está construyendo y que persigue fundar una sociedad incluyente, participativa, solidaria, próspera, libre de racismo y discriminación.
En Guatemala, persisten grupos y organizaciones que se oponen a la democracia, pretenden relegar los AP y resistir a la construcción de una nueva sociedad. La disputa por el poder político debería estar exenta de conspiraciones y confabulaciones. La democracia tan necesaria en el país, no se fortalece metiendo zancadillas, levantando tropiezos o muros de contención; ni mucho menos rompiendo el orden constitucional. La lucha política debe ser con inteligencia y por medios democráticos.
P.S. Condeno el desalojo forzado de 90 familias campesinas de la finca San Miguel Otoxja en el Estor, Izabal, ejecutado por civiles armados, al servicio de terratenientes locales.