Como si nada, son 15 años ya


En la vida no todas las cosas las podemos seleccionar por sí­ mismos, ni podemos provocar que todo a nuestro alrededor marche acorde a nuestros propios deseos. Si así­ fuera probablemente, vivirí­amos otro tipo de caos. Hoy, sin embargo, es mi voluntad apartarme de la cotidianidad mundana e internarme por los mundos propios de algunas de mis vivencias y así­, a partir de lo individual llegar a otro tipo de manifestaciones colectivas para compartir con el apreciable lector.

Walter del Cid

Fue en septiembre de 1993, en ese maravilloso espacio que tiene este decano medio de comunicación social: «Opinión de los lectores», en donde me inicié en esta peculiar afición. Todo comenzó a partir de la lectura de un extenso comentario aparecido en la edición dominical del matutino Siglo XXI, en donde se relataban algunas imprecisiones de las cosas sucedidas en el interior del Palacio Nacional, el martes 1 de junio, cuando fue depuesto Jorge Serrano Elí­as. Yo, «colado» como decimos en buen chapí­n, estuve ahí­ y sabí­a de las inexactitudes comentadas.

Y es que el periodismo de opinión es precisamente la expresión particular de quien escribe, empero, tales formulaciones se tornan en manipulaciones cuando al relatar un hecho se omiten algunas situaciones o se distorsionan otras, para inducir al lector hacia conclusiones que, obviamente, resultan tendenciosamente dirigidas hacia situaciones perversas precisamente definidas por sus propias motivaciones sesgadas.

Mis reflexiones plasmadas primero en papel y tinta y ahora, en este mundo de comunicaciones virtuales, en el ciberespacio, que gracias a la Internet podemos estar en todo el mundo, en cualquier parte del mundo que tenga acceso a este otro universo, han tenido como todo en la vida, aciertos y yerros.

No pude seleccionar el dí­a del aparecimiento de mi primera colaboración, ¿¡cómo podrí­a semejante cosa!? Ese miércoles 18 de septiembre fue grato ver mis pensamientos plasmados en el vespertino. Luego vino otro y uno más, hasta que la frecuencia se tornó tal que me atreví­ a solicitar formalmente un dí­a fijo de publicación, y uno más, hasta llegar en un momento a tres entregas por semana.

En La Hora, í“scar Clemente ha sido muy benévolo conmigo. Hemos cultivado una amistad que sin el contacto diario, se renueva con la constancia de compartir un particular sentimiento hacia nuestro paí­s. Aquí­, metido al oficio de «escribidor» he aprendido mucho. Aquí­, sin censura, he hecho sonreí­r a más de alguno con mis ocurrencias y también he compartido mis tristezas y mis sentimientos de pesar. Aquí­ también he irritado a más de algún funcionario; aquí­ sin flanquear la veracidad de lo comentado, he externado mis propios puntos de vista, y como ya dije, acertados e inexactos, los mí­os, pero repito sin falsear acontecimientos.

Quiero agradecer a quien gentilmente se toma sus instantes y se ha detenido a leer mis puntos de vista. No importa si coincide o no, lo importante es haber compartido ese momento de reflexión. Lo importante es que prevalezca eso precisamente, el deseo de compartir ideas, reflexiones, conocimientos, datos y otros elementos que nos hagan más humanos.

En un mundo en el que ya no se privilegian las polémicas, precisamente por la inundación de comentarios y sus propios comentaristas, es importante, asumo yo, detenerse unos minutos y valorar la dinámica que nos rodea, desde la percepción de la necesaria reflexión de nuestra condición humana. Muchas gracias a quien me invita a compartir sus propias cavilaciones y me permite ofrecerle algo de inquietud, o una sugerencia, una idea, una noción, un recuerdo; compartir un sentimiento o volver la vista atrás para no caer de nuevo en el error que nos provocó nuestros desaciertos del pasado para intentar cambiar el futuro. En fin, a quien comparte o no conmigo lo aquí­ expresado. Muchas gracias por su tiempo, gracias por este tiempo. Como si nada, son 15 años ya.