Cómo se pierde la confianza


Aún no consigo entender cuál es el argumento de cambio que hay en el Gobierno. Siempre hay matices que ya se han visto en administraciones anteriores; los mismos vicios y las mismas debilidades. En algún momento creí­ que realmente se vení­a un cambio tangible y sustancial para la sociedad y que el sector desatendido se verí­a realmente beneficiado con polí­ticas sólidas de Estado. Pero tengo mis dudas.

Eswin Quiñónez
eswinq@lahora.com.gt

Sigo pensando que para que se beneficien los sectores sociales debe alcanzar el poder un lí­der social intachable, idealista y comprometido. En Bolivia, por ejemplo, Evo Morales, indí­gena cocalero, en uno de sus primeros decretos como gobernante de su paí­s en el 2006 fue rebajarse el salario en un 57% para ganar el equivalente a unos 13 mil quetzales y dispuso que ningún ministro cobre un sueldo mayor que el suyo. En Guatemala nuestro presidente es de los mejores pagados de América Latina con un aproximado mensual de 140 mil quetzales.

Con su bandera socialista, -mismo que llevó al poder a ílvaro Colom-, Evo Morales lanzó campañas de alfabetización en todo el paí­s, no sólo para que la educación básica llegara en español a los bolivianos, también agregó las lenguas locales, aymara y quechua en las áreas rurales y urbanas. Todo gracias al apoyo que le brindaron sus aliados Cuba y Venezuela y el programa Yo Sí­ Puedo. La prioridad en Guatemala ha sido un cuestionado y aún débil programa de Cohesión Social que despierta más dudas que certezas sobre lo necesario que se convierte en una sociedad más urgente de combatir los problemas estructurales que corroen al sistema y han mantenido en la pobreza a la mayorí­a de la población.

Pero, ¿por qué hacer este sí­mil? Evidentemente, tanto Guatemala y Bolivia comparten caracterí­sticas históricas y demográficas. La mayorí­a de la población boliviana es indí­gena, un 67% de la población, para ser más exactos; en los censos en Guatemala se reporta un 42% de población indí­gena, aunque en los estudios demográficos se alcance el 60%.

Las comparaciones son odiosas, eso es evidente. Cada paí­s tiene sus propias caracterí­sticas y sobrevive como bien le de en gana. Si en Guatemala se quiere seguir manteniendo a la gente pobre y analfabeta, es nuestro problema y nadie quiere hacer nada;claro, como nos conformamos con que nos den bolsitas de azúcar, maí­z y frijol cada mes, y con eso ya es suficiente, aunque no haya empleo y con unos salarios tan paupérrimos que nomás nos dé coraje saber que tanto dinero se pierde en «funcionamiento» y que se contrate a amigos y familiares en un gobierno que cada vez va perdiendo la confianza de sus votantes.

Algo tendrá el poder que atolondra a la gente. Como en la pelí­cula mexicana de «La Ley de Herodes»: o te chingas o te jodes. Y aquí­ valen más los contactos y negocios que se hacen para salvaguardar su trozo de pastel en el gran sistema que los ánimos para hacer cambios reales. Si no que lo digan todos los ex funcionarios de Alfonso Portillo, incluyendo al ex Presidente mismo, que se dejaron venir en bola a sabiendas que habí­a contubernio judicial para no pasar unos dí­as en la jaula. Pero de esto nadie sabe nada.