El desarrollo de cualquier evento se logra mediante la continuidad de aquello que lo promueve. El problema de Guatemala es la falta de continuidad en los programas e ideas que dan buenos resultados y merecen la pena continuarlos por las administraciones entrantes. En cada cambio de Gobierno se deben revisar, entre quienes salen y quienes entran, los planes que en consenso deben ser continuados.
El período presidencial abarca tan solo 4 años, un lapso muy amplio y a la vez muy corto, en el que con el equipo adecuado se pueden hacer muchas cosas; pero que para que se perciba su efecto es necesario fortalecerlo y apoyarlo. Para que se perciba cualquier acción de desarrollo, se requerirán de al menos 20 años, pero vemos que la clave es su continuidad a través de los Gobiernos.
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Pedirle la renuncia a un Presidente que en un determinado tiempo no cumpla lo que su plan de Gobierno reza, sólo acarrea inestabilidad, pues se debe ser realistas y saber que los grandes problemas sociales no se resolverán de la noche a la mañana.
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El día que los guatemaltecos tengamos la madurez y la memoria política, sabremos elegir a nuestros gobernantes, no solo por su trayectoria, sino por su visión e ideas. Esta es mi visión, siendo joven, pues con las propuestas que he diseñado con la Misión Ambiente en Venezuela, he comprendido que todo en la vida requiere fases y etapas. Regreso a Guatemala, confiando con que mi propuesta para la recuperación y potabilización del agua sea vista con buenos ojos, no solo por parte del Gobierno, sino de los guatemaltecos en general.
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Un día espero coronar mis esfuerzos en el ocaso de mi vida, como gobernante del País de la Eterna Primavera, y aunque no sea un presidente mesiánico que saque a Guatemala del subdesarrollo, sea el Presidente que marque un antes y un después. Guardo en realidad esa esperanza.
Químico
Misión Ambiente