Las personas acuden a psicoterapia principalmente cuando encuentran dificultades para enfrentar problemas en la vida, encontrar soluciones, tomar decisiones trascendentales, ante crisis existenciales, buscan autoconocerse y autoafirmarse. Buscan fortalecer su autoestima, y con frecuencia, cuando se encuentran ante el dolor y sufrimiento humano.
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Ante las diversas entidades diagnósticas en psiquiatría tales como la depresión, la ansiedad, las crisis de duelo y otras, son enfermedades o situaciones que limitan al ser humano en su diario vivir provocando en ellas/ellos malestar consigo mismas/os, con la vida con otras personas, y con su propia existencia, e incluso rechazo o enojo con Dios o con otro particular sistema de creencias espirituales.
Las personas requieren la psicoterapia en la mayoría de ocasiones sin conocimiento previo de qué tratamiento van ha recibir. Estamos acostumbrados a que consultar con algún profesional de la medicina es buscar la cura instantánea. Algo así como, me duele la garganta, entonces tome tal o cual medicamento.
Las enfermedades del área psicológica/psiquiátrica muchas veces requieren tratamientos combinados, medicamentos, tratamientos alternativos, psicoterapia orientada en sus diversas corrientes. Son tratamientos que se constituyen en procesos que llevan un mínimo de sesiones con una periodicidad usualmente semanal o quincenal.
Las sesiones de psicoterapia se concertan previamente, tienen una duración de 45 minutos, en la primera sesión es probable que se alargue un tanto el tiempo de la misma.
En este tratamiento el interlocutor del mismo nos cuenta su historia, una y otra vez, de maneras distintas, con sentimientos diferentes o con mucha dificultad para poder expresar éstos.
Es perentorio señalar que lo que resulta sumamente doloroso para alguien no necesariamente lo es para todos. Pero es importante validar el dolor y el sufrimiento de cada quien. Y esto es una gran verdad, ya que nadie más que una/o mismo puede dar testimonio del sufrimiento que le aqueja.
En el tratamiento el terapeuta ayuda a entender el problema de cada persona, analizan de manera conjunta su proceder, las alternativas ante el mismo. Infunde esperanza y realizan un contrato en pro de la vida, otorgando la oportunidad de un presente con mayor disfrute y placer. Limitando el daño y el dolor vivido, otorgando la visión de un futuro con mayores opciones. Aprendiendo a vivir cada día, con las alegrías, los placeres, con la capacidad de asombro, las decepciones y sufrimientos pertenecientes a la existencia. Es decir, tomar la vida como un riesgo constante que nos reclama el vivirla desde lo más profundo de nuestro ser, tomando en cuenta, que ello es el cimiento de cada instante. Necesitamos sumergirnos en el torbellino de emociones, sin quejarnos, de manera contraria, agradeciendo nuestra capacidad de poder estar en la misma y ser sensibles y humanos ante ella.
Las sesiones se inician desmitificando el temor a acudir al profesional de salud mental, abriendo un espacio de confianza, realizando un pacto de alianza en que el trabajo en las sesiones es de manera conjunta, la responsabilidad ante el tratamiento también lo es. Y que no necesariamente nos dedicaremos a buscar cambios en nuestra manera de ser. Estos vienen como un efecto de la propia psicoterapia, y a veces creemos que necesitamos realizarlos. Pero pueda ser otra la verdad, que lo que realmente se requiera, es aprender a aceptarnos y a validarnos.
Considero fundamental aprender a autocuidarnos, a tenernos consideración y a no forzarnos a realizar situaciones para las cuales no nos encontramos preparados. Lo primero es fortalecernos como personas y mejorar los vínculos en la relación con el terapeuta. Vínculos honestos, diáfanos, horizontales, que nos permitan reforzar nuestras relaciones con otros seres humanos y fortificar la confianza en nosotras/os mismos y en los demás.
En lo particular yo tengo como norma que mis pacientes puedan cuestionar, evaluar y replantear su tratamiento. Así como debatir las propias intervenciones terapéuticas. De modo que de manera conjunta cliente y terapeuta aprenden a realizar un mejor trabajo. Pero para ello nosotras/os los terapeutas hemos de estar preparados para aceptar la critica y aprender a diferenciarla de las agresiones a las cuales también podríamos estar expuestos.