Cómo se abusa gí¼izachescamente de los amparos


Paradójicamente, en nuestro paí­s la justicia degenera en injusticia, merced a la mejor conveniencia de los transgresores de la Ley y, por supuesto, de los abusos gí¼izachescos de muchos abogados, así­ como de los actos de soborno o cohecho.

Marco Tulio Trejo Paiz

Hay delincuentes de primera, de segunda o de tercera, valga esa jerarquí­a que es simplemente de carácter antojadizo. Los individuos que son acusados o autores de hechos criminales y de otros delitos, que son punibles conforme a lo preceptuado por el Código Penal, se burlan que da horror de las autoridades del Organismo Judicial. Ellos se declaran «inocentes». Parecen unos angelitos. Unas mansas palomas de castilla como esas que «pueblan» la Plaza de la Constitución, también llamada como por antonomasia «Plaza de los berrinches y relajos». A los sujetos que la Policí­a les echa el guante para luego ir a parar con sus huesos tras las rejas, los abogados socarronamente les sacan el «OK» para interponer el primero de la serie de recursos de amparo ante los respectivos tribunales de justicia con el evidente propósito de que los trasladen, de inmediato, a cualesquier centro hospitalario del Estado o del sector privado. La interposición de esos recursos ha llegado a ser una táctica asaz choteada… Causa hilaridad e incluso repudio entre la sociedad que, de esa manera, ve cómo se burlan de la «pronta y eficaz» administración de justicia. La gente honrada no necesita de esas artimañas. ¡Qué casualidad tan «rarosa» que luego de ser capturadas y encarceladas las privilegiadas, «inocentes» pero siniestras criaturas sufren dolencias que «obligan» su hospitalización! ¡Qué coincidencia tan coincidencia! … Cualesquier garduños o rateros que cargan con una gallina o con una billetera «desnutrida», entre otros de inferior «categorí­a» que a duras penas subsisten individual o familiarmente, ni siquiera piensan en interponer recursos de amparo aun cuando sean vapuleados por crueles captores que ven de jerga los famosos derechos humanos. Esos pobres mortales sólo que verdaderamente padezcan los azotes de las enfermedades se atreven tí­midamente a solicitar que los internen en un centro de salud. no «popof» que se diga. . Habrá casos de «reos presos» justificables, pues no se descarta que algunos de ellos sí­, realmente, necesitan de atención médico-hospitalaria, pero podrán ser casos aislados, muy aislados. Asimismo, algunos sindicados de la comisión de hechos que tipifican peculado y otras garfadas «tamaño familiar» habrán estado bajo tratamiento de «matasanos» y, por esa razón, nada podrá decirse en contrario respecto de su internamiento en cualquier «matadero» nacional o particular. Hay profesionales del derecho que se apartan del «costumbro» gí¼izachesco, pero son los menos. Los muy menos. Los más son los que tienen en muy mal concepto la moral, la ética y la soberana voluntad del mil y tantas veces defraudado Juan Pueblo. Ha habido intentos de frenar los abusos de los encartonados y no encartonados gí¼izaches que así­, dejando como arrumbado el buen discernimiento o sencillamente fingiendo no tenerlo, provocan grandes vací­os en la administración de la «santa justicia». Así­ también contribuyen, como «sin querer queriendo», a provocar más impunidad de la que ya está rebasando los lí­mites de la paciencia de todo un pueblo que nos está dando la idea de que puede hallarse dispuesto a inundar las calles, en cualquier momento, para proferir estentóreas voces de airada protesta. A las ya muy trilladas medidas de amparo -que conste- no recurren las personas respetuosas de la Ley, de la justicia y de la autoridad. Son sólo los criminales y delincuentes de toda calaña -incluidos los desalmados, sin Dios-, los que directa o indirectamente demandan ser amparados por los tribunales de justicia, los que, cabe decir, muchas veces caen en los lodos de las injusticias, amén de la venalidad.