Cómo pueden dormir tranquilos


La crisis financiera provocada por el descalabro del Banco del Café tiene implicaciones humanas que resultan desgarradoras. En estos dí­as me he enterado de personas que habí­an confiado sus ahorros de toda la vida al Grupo Financiero del Paí­s y que por haberlos colocado en dólares en el banco offshore de la entidad se han quedado sin nada porque ese dinero no goza de ningún respaldo ni local ni internacional. Uno sabe que cuando se produce una situación como ésta, siempre hay personas que pierden todo su dinero, pero hace falta que uno le pueda poner nombre y apellido a las ví­ctimas y conocer con más detalle las implicaciones de su pérdida, para darse cuenta de la profunda dimensión que tiene el caso.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Y me pregunto cómo es que los responsables pueden dormir tranquilos sabiendo que hay tanta gente que está viviendo horas de gran angustia al verse despojados de lo que suponí­an iba a ser la seguridad para su futuro. Gente que tras años de esfuerzo y trabajo logró acumular una suma que puede parecer modesta si la comparamos con los montos que se están manejando ahora respecto al cierre de las operaciones del banco, pero que si la trasladamos a la pura economí­a familiar y de subsistencia se convierten en capitales cuya pérdida deja secuelas irreparables y para toda la vida.

Una familia que hace poco perdió al padre y que tras recibir el producto del seguro de vida dispuso hacer lo que muchos consideran más prudente. Todo lo convirtieron en dólares y lo colocaron en el banco que les pareció confiable y que les ofrecí­a una buena tasa de interés por el certificado a plazo fijo. Nunca fueron debidamente informados sobre la diferencia entre el banco matriz y su agencia offshore que funcionaba sin mayor control ni mucho menos garantí­a. Según ellos, la solidez la daba el Grupo Financiero que era responsable de todas y cada una de las empresas que lo conforman y por lo tanto no habí­a causa de preocupación. Es más, el mismo Superintendente de Bancos habí­a declarado recientemente que no habí­a nada que temer, que el banco era sólido guardián del dinero y hubo explicaciones atribuyendo a sucios intereses de campaña negra en polí­tica la propagación de dudas sobre la solidez del banco. Al fin y al cabo, uno de sus principales accionistas estaba no sólo bien conectado con el Gobierno, sino que además aspiraba a convertirse en candidato presidencial y aunque aquí­ hemos visto muertos acarrear basura, se supone que esos candidatos tienen que guardar al menos las apariencias.

Casos desgarradores abundan y ahora muchos están en las cuatro esquinas, preguntándose si hay forma de recuperar su dinero y la única respuesta que reciben es un comunicado del banco en el que hacen responsables a la Junta Monetaria. Un comunicado en el que se habla de constituir un fideicomiso, pero no se dice con qué activos puede hacerse.

El caso es que los dueños del banco tení­an que saber cuál era la situación que se estaba viviendo. Un traslado de más de setenta millones de quetzales a una empresa vinculada no es algo que haga un gerente o un funcionario de menor jerarquí­a. Se trata de decisiones en las que los dueños tienen que tomar parte por su calibre y dimensión. Y esos socios son los que yo me imagino ahora durmiendo a pierna suelta mientras sus clientes no pegan el ojo por la angustia que sufren. Una angustia que se agrava por la falta de respuestas congruentes, mismas que posiblemente nunca lleguen porque lo más probable es que el dinero se haya esfumado para siempre. Y queda la paradoja, del honesto desvelado por la pena, mientras los otros siguen su vida sin dar muestras de seria preocupación.