Como oí­r llover


Desde largo espacio de tiempo la expresión del titular forma parte del refranero popular. Su significado es el equivalente a no poner la debida atención a lo que escuchamos dondequiera. Dicho de similar manera representa en este término indicado, algo peyorativo según opinión de diversas personas analistas por naturaleza.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Ese como restantes adagios metidos en la conciencia colectiva tiene también raí­ces antiguas, capaces de identificarnos dentro y fuera del entorno nacional. Mismo que en el curso de los años debido al fenómeno cultural que pierde fuerza, a pesar de todo, concluye dando distintos giros, y en consecuencia lógica se diluyen.

Nadie puede negar puesto que se incurre en el absurdo, de oponerse de espaldas al cambio inevitable, sea como sea, hasta ser inmerso finalmente en la adaptabilidad, una caracterí­stica ostensible de los seres humanos. De ahí­ en adelante surge la resaca potente de retroceder al pasado, posesionada de los usos y costumbres.

En concreto, el antañón refrán de como oí­r llover, hoy en dí­a va rumbo el olvido que para los mayores les rompe el corazón, a tí­tulo de cualquier tiempo pasado fue mejor. Muy de vez en cuando resuena con el membrete de languidez, pero pronto se borra del ambiente, dispuesto a enrolarse en lo venidero, puertas abiertas de par en par.

Las anteriores disquisiciones vienen a cuanto, a propósito de la presente temporada lluviosa que azota con ganas al paí­s en todos sus confines. Las consecuencias están a la vista, entre ellas inundaciones, deslaves, destrozos dondequiera. Razón demás para que el hecho de llover de inmediato hace mella en la población.

Resulta imposible por lo tanto permanecer indiferente, que es lo mismo a como oí­r llover que los connacionales lo aplicaban en su cotidiano lenguaje. Ante el fenómeno atmosférico en mención, conforme analistas y expertos en la materia los califican de temibles y crí­ticos, dados los resultados marcados a lo largo y ancho del paí­s.

Sin ir tan lejos, en los linderos capitalinos vemos los daños y perjuicios en los bienes inmuebles atacados por la mano férrea de los aguaceros. Por ejemplo: alcantarillado a menos, red vial llena de baches que semejan cráteres lunares. Unido a la humedad y las ondas frí­as que devienen en problemas de salud.

Varios árboles que sirven de pulmones para disminuir la contaminación ambiental son derribados por la intensa precipitación pluvial en bulevares y calzadas. Nada tendrí­a de particular los sucesos si no fuera porque caen sobre vehí­culos en marcha, al final deteriorados por completo y heridos o muertos los conductores.

Tampoco resulta dable oí­r llover tranquilamente cuando caen duro noche y dí­a. Al contrario, toda la gente se preocupa si tienen sensibilidad social cuando oye los fuertes aguaceros tipo diluvio universal, pensando en las sementeras que se echan a perder en el campo. Y puntos en contra, sin temor a equivocación respecto a la crisis alimentaria que pone en riesgo a la población entera.

De igual manera cómo vamos a oí­r llover así­ nomás si está de por medio la existencia de miles de guatemaltecos capitalinos y del interior, ubicados en puntos de extremo riesgo. La vida de niños, jóvenes, adultos y ancianos está expuesta a tragedias lamentables.

Imposible ya solo como oí­r llover la circunstancia difí­cil de soslayar en todas partes, más en carreteras y ví­as que al colapsar detienen las actividades diarias. La incomunicación es problema que tiene alianza con otros aspectos de vital importancia en estos tiempos urgidos de más y mejor calidad de vida.