Como enseñar al niño a ser ordenado y organizado (II parte)


El niño pequeño tiende a ser global, es decir que atiende al todo más que a los detalles; se distrae con facilidad y su atención es frágil. Si a esto se suma su curiosidad innata, puede entenderse que opere con aparente desorden y falta de organización. El niño mayor posee una mejor organización cerebral y tiene más capacidad para proceder de manera organizada y ordenada. Sin embargo, el que lo logre dependerá en gran parte de la estructuración externa que le provea el ambiente. Si el niño cuenta con el modelo de adultos ordenados y organizados, de quienes pueda aprender estas caracterí­sticas y sus ventajas y si además recibe de ellos instrucción acerca de cómo ser ordenado y organizado, este aprendizaje se facilitará. La conducta ordenada es el resultado de una organización interna del individuo y a la vez, la organización social y cultural ejerce una poderosa influencia en la adquisición de la organización interior. De modo que el ser ordenado, fortalece el ser organizado, tanto como que el ser organizado p

Raymond J. Wennier

ermite un comportamiento ordenado.

¿Cómo saber si el niño es desordenado?

La cuidadosa observación del comportamiento del niño en el mantenimiento de su cuarto y su lugar de trabajo, durante el juego y las horas de comida así­ como en el manejo de sus útiles escolares, en su relación con otros niños y en el cumplimiento de rutinas y horarios, puede proveer la respuesta. Si usted tiene que decirle con frecuencia, al niño, que ordene su cuarto, que no se coma el postre primero, que organice el cajón de juguetes, que se acueste o se bañe cuando la hora ha llegado, el problema es evidente y la búsqueda de una solución es necesaria.

Consecuencias del desorden

Si un niño manifiesta deficiencias en el orden y la organización, es más susceptible de experimentar problemas en diferentes aspectos de su desarrollo personal. Si no se puede procesar los estí­mulos del mundo exterior de modo ordenado y organizado, las respuestas a dichos estí­mulos difí­cilmente serán lógicas y secuenciales. Es por eso que la falta de orden y organización puede afectar toda actividad que requiera una progresión secuencial. Así­, la motricidad fina, la escritura, la lectura y la matemática entre otras, pueden verse afectadas.

Cómo prevenir el desorden

Es mejor prevenir que curar. Si usted está preocupado por el orden y la organización de su niño, dispone de un recurso práctico y eficaz para investigarlo. Primero, pí­dale que le explique cómo resolver un problema sencillo, por ejemplo, cómo harí­a una limonada. Si describe ese proceso de una manera lógica y secuencial, señalando los pasos necesarios, uno tras otro hasta llegar a la meta final, significa que su pensamiento es ordenado y organizado.

Es necesario hacer énfasis sobre el concepto de proceso. Este incluye tres elementos: inicio, medio y final. La mayor parte de los niños encuentra gran dificultad para realizar en forma lógica una serie de acciones por separado, que produzcan un resultado global.

Los niños generalmente quieren una gratificación inmediata, al inicio, lo que yo llamo «El sí­ndrome del switch». Por esta razón no se sienten incentivados a organizar mentalmente el trabajo del «medio», no a ordenar el material necesario para trabajar en busca del producto «final».

Enseñar a los niños a completar un proceso, requiere que los adultos se tomen el tiempo necesario para mostrarle, por medio de uno o varios proyectos, cómo hacerlo. Además, es importante tener en cuenta el nivel de desarrollo, que suele variar con la edad y con cada individuo. Es lógico que el adulto no va a pedir a un niño de tres años de edad que sea secuencial, ya que su grado de madurez personal aún no se lo permite. Tampoco se puede pedir a un niño de ocho años de edad que tenga un proceso de pensamiento que incluya la inferencia, cuando no está listo aún para ejecutar esas acciones. Sin embargo, si el adulto es observador, la actuación, la curiosidad, la disposición y la motivación del mismo niño darán las pautas de hasta dónde él puede realizar acciones de orden (práctica) y organización («mental»).