No es de hoy. Es de un proyecto largamente preparado. Un entretejido de intereses que han subsistido a través del tiempo. A pesar de guerras y de conflictos que ellos mismos han creado. Maquiavélicos planes que siempre giran alrededor del poder y del dinero. En los Estados Unidos lo iniciaron casi al mismo tiempo que terminaba la Segunda Guerra Mundial. Las amenazas de Roosevelt de terminar con los colonialismos y los imperios había puesto en guardia a la siempre pérfida Albión, que veía en el poder adquirido por ese país, como una amenaza a su siempre latente sueño de revivir el imperio de Isabel I.
Muerto Roosevelt, sus tentáculos en los lazos siempre permanentes de anglófonos estadounidenses, trabajaron para impedir que su heredero lógico y vicepresidente Henry Wallace, ganase la nominación demócrata. Harry S. Truman cometería el genocidio de Hiroshima y Nagasaky, pretextando el que miles de vidas de estadounidenses pudieran salvarse, y a pesar de que los dos máximos comandantes militares aliados, Douglas McArthur y Ike Eisenhower, se opusieran, concientes de que el Japón estaba perdido y solicitando la intermediación vaticana para su rendición. La era atómica y con ella el uso de su fuerza como medio de coerción se abría en la historia de la humanidad.
Ese equipo, mismo que inclusive se encargara de «filtrar» agentes nazis en los propios Estados Unidos, iniciaron otro tipo de trabajo, algunos de los cuales llegaron a campus universitarios e iniciaron el camino para imponer, nuevamente, sus teorías económicas y su fascismo. La llegada del hijo del banquero que financiara a Hitler a la máxima escala la tenebrosa CIA, les daría el poder y los instrumentos para ir tejiendo los entramados de su conspiración para imponer sus políticas imperiales. Su ascenso a la vicepresidencia del país más poderoso de la tierra le permitió que, con habilidad fuera creando, a través de órdenes presidenciales, los mecanismo que llegarán a estrangular al propio gobierno de su país, permitiendo que los entes, organismos, comisiones, etcétera creados pudieran tomar decisiones que no llegaban ni siquiera al Consejo de Seguridad Nacional.
Su falta de popularidad le hizo perder la reelección. El «equipo» que se había ido conformando, la «Cábala», el mismo que propusiera desde 1995 a Netanyahu, de Israel, la invasión y derrocamiento de Sadam Hussein, con su proyecto Clean Break, tuvo que guardarse las ganas y empezar a entretejer la forma de recuperar el poder perdido. Chenney, Rumsfeld, Perle, Liby, Wolfowitz, como equipo de ejecución, planificaron lentamente el retorno. No pudiendo tener éxito debido a la popularidad del presidente Clinton esperaron que finalizara con su segundo período para preparar el asalto. Y escogieron al heredero de quien ya manejaba desde 1982 los hilos de la nueva «Guerra del Opio», el ex presidente George Herbert Walker Bush, para que encabezara el retorno. La enorme estafa electoral fue exitosa y George W. Bush hijo se hizo presidente.
Más era necesario alimentar el orgullo y el nacionalismo de su país para retomar el proyecto que quedara en ciernes. Y hoy como siempre inventan guerras, asesinan, o encuentran hechos como el 11 de Septiembre, que les diera, no solamente el aval para reiniciar el proyecto, sino para secuestrar los derechos civiles de los estadounidenses e impulsar una guerra permanente que sostenga su sueño imperial. Hoy, una a una las piezas de su sueño se han ido derrumbando, el turno ha sido de Wolfowitz, el inmoral presidente del World Bank.