¿Cómo confiar en los polí­ticos, sí­ éstos traicionan al pueblo?


La polí­tica en Guatemala es una caja de Pandora; cada dí­a, cada semana, resultan sorpresas y más sorpresas; desde los actos más inverosí­miles (como tirar una botella de agua hasta las amenazas de muerte (que se dan, pero que no se pueden documentar ni probar).

Fernando Mollinedo

La conducta de la mayorí­a de diputados al Congreso de la República, en todas las legislaturas, ha dejado mucho que desear en todos los aspectos, desde la falta de la más elemental educación para dar declaraciones y/o expresarse en el hemiciclo, hasta los dicharacheros personajes «cantinflescos» que dicen mucho y no dicen algo concreto.

La falta de disciplina partidista para lograr determinados consensos ha hecho trastrabillar muchos buenos esfuerzos que a la postre resultarí­an beneficiosos para la sociedad guatemalteca; basta citar como ejemplo el último «clavo» protagonizado por un diputado de la UNE, al romper el orden establecido y votar en contra del proyecto para la creación institucional de la CICIG en Guatemala; lo cual representa una confrontación entre la ética y los intereses privados.

Ello no es de extrañar en los diputados; porque con el último escándalo, se demuestra que los diputados en su gran mayorí­a, buscaron y/o buscan ser electos para realizar negocios de í­ndole particular o bien «transar» en el renglón económico, el apoyo a determinados proyectos de ley, sea quien sea el partido ponente o que compre su voto.

A esto podrí­a llamársele traición a los postulados de la plataforma ideológica que impulsaron ellos como candidatos, y descara de manera frontal y clara, los intereses personales y económicos que motivan las traiciones. Algunos diputados de cualquier partido, durante el ejercicio de su labor como REPRESENTANTES DE LA POBLACIí“N, adquieren el calificativo de MERCENARIOS POLíTICOS pues por medio de un estipendio o pago venden su voto a otros partidos para convertirlo en número para la aprobación o no, de determinada ley o proyecto, que favorezca intereses muy personales de grupos de presión o de los poderes paralelos.

La palabra MERCENARIO, según el DRAE, deviene del idioma latí­n, mercenarius, y es un adjetivo que se aplica a la persona que «percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios»; lo que le hace poco fiable su accionar pues «vende sus servicios» al mejor postor, convirtiéndose en un COMERCIANTE DE LA POLíTICA por no decir MERETRIZ POLíTICO o DIPUTADO PUTO.

El electorado votó para que un partido polí­tico haga valer su afinidad con la plataforma ideológica por medio de sus representantes, pero cuando éstos hacen lo contrario, entonces TRAICIONAN al electorado que los llevó a ocupar tal posición; provocando un desánimo, desengaño y desmoralización, no sólo por la conducta del diputado mismo, también por el partido polí­tico a quien confió su voto.