Como con los otros seis mil quinientos casos


Oscar-Clemente-Marroquin

Hoy cedí­ mi espacio a Pedro, mi hijo, abatido por la muerte de Max Morel, un patojo tan especial que era uno de los personajes favoritos de mis nietos. Los que conocimos y quisimos a Maxito sentimos hoy el dolor que cada año embarga a más de seis mil quinientas familias y grupos de amigos en el paí­s y no hay palabras, en realidad se queda uno no sólo sin qué decir, sino también sin el ánimo necesario.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Acompañar a sus padres y hermanos, a todos sus demás familiares y a Andrea, la mujer de su vida que justamente celebraba su cumpleaños en ese aciago dí­a en que un animal salvaje le cortó la vida a Max, ha sido una terrible experiencia. Mis lectores saben cuánto me apena y conmueve cualquier muerte, aun la de aquellas ví­ctimas inocentes que no conozco, pero cuya pérdida lamento con mucha rabia porque no es posible que sigamos aceptando esa sangrí­a, viendo que por un celular maten esos salvajes. Cuánto más cuando veo sufrir a personas que quiero mucho. La captura de los mal nacidos no devuelve la vida de Max, pero a lo mejor impide que otra familia sufra por la sangre frí­a de esos animales desalmados. Amén.