Como no me ha pasado la modorra de las fiestas, opto por compartirles algunas anécdotas atribuidas al científico Albert Einstein, Premio Nobel de Física (1921), quien gozaba de una rapidez mental propia de genial humorista, y que me enviara mi amigo Atilio Lara.
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Q- En 1919 Einstein fue invitado por lord Haldane a compartir una velada con diferentes personalidades, entre las cuales un aristócrata, quien tras larga conversación le contó al científico que se encontraba sin mayordomo.
-La raya del pantalón la he tenido que hacer yo mismo y el planchado lo he hecho en dos horas -dijo el inglés, a lo que Einstein comentó: -¡Me lo va a decir a mí! ¿Ve estas arrugas de mi pantalón? Pues he tardado casi cinco años en conseguirlas.
Q- En una reunión social Marilyn Monroe se cruzó con Albert Einstein, habiéndole sugerido: -¿Qué dice, profesor, podríamos casarnos y tener hijos juntos? ¿Se imagina un bebé con mi belleza y con su inteligencia?
Einstein respondió: -Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa, y terminemos engendrando un hijo con mi belleza y su inteligencia.
Q- En otra reunión el científico coincidió con el actor Charles Chaplin, a quien Einstein le dijo: -Lo que admiro de usted es que su arte es universal; todo el mundo lo comprende y admira. Chaplin repuso: -Lo suyo es mucho más digno de respeto, porque todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende.
Q- Un periodista presuntuoso le preguntó a Einstein: -¿Me puede explicar la Ley de la Relatividad? El científico contestó: -¿Me puede explicar usted cómo se fríe un huevo? -¡Por supuesto que sí! -respondió el periodista, a lo cual Einstein replicó: -Hágalo, pero imaginando que yo no sé qué es un huevo, ni una sartén, ni el aceite ni el fuego.
Q- En los años ´20, cuando Einstein empezaba a ser conocido por su Teoría de la Relatividad, era solicitado con frecuencia para dar conferencias. Como no le gustaba conducir contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, el sabio le comentó al conductor lo aburrido que era repetir la misma conferencia una y otra vez. El chofer le dijo: -He oído su conferencia tantas veces que la puedo repetir palabra por palabra. Si quiere lo sustituyo esta noche. Einstein estuvo de acuerdo, se intercambiaron sus ropas y el científico se puso al volante. Llegaron a la sala donde se daría la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein no se descubrió la farsa.
El chofer expuso la conferencia y al final un profesor planteó una pregunta. El piloto no tenía ni idea de cuál podría ser la respuesta, pero tuvo una chispa de inspiración, producto de su compañía con Einstein: -La pregunta se me hace tan sencilla que dejaré que la responda la persona que se encuentra al final de la sala…que es mi chofer.