Comienzo de año con Einstein


Como no me ha pasado la modorra de las fiestas, opto por compartirles algunas anécdotas atribuidas al cientí­fico Albert Einstein, Premio Nobel de Fí­sica (1921), quien gozaba de una rapidez mental propia de genial humorista, y que me enviara mi amigo Atilio Lara.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Q- En 1919 Einstein fue invitado por lord Haldane a compartir una velada con diferentes personalidades, entre las cuales un aristócrata, quien tras larga conversación le contó al cientí­fico que se encontraba sin mayordomo.

-La raya del pantalón la he tenido que hacer yo mismo y el planchado lo he hecho en dos horas -dijo el inglés, a lo que Einstein comentó: -¡Me lo va a decir a mí­! ¿Ve estas arrugas de mi pantalón? Pues he tardado casi cinco años en conseguirlas.

Q- En una reunión social Marilyn Monroe se cruzó con Albert Einstein, habiéndole sugerido: -¿Qué dice, profesor, podrí­amos casarnos y tener hijos juntos? ¿Se imagina un bebé con mi belleza y con su inteligencia?

Einstein respondió: -Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa, y terminemos engendrando un hijo con mi belleza y su inteligencia.

Q- En otra reunión el cientí­fico coincidió con el actor Charles Chaplin, a quien Einstein le dijo: -Lo que admiro de usted es que su arte es universal; todo el mundo lo comprende y admira. Chaplin repuso: -Lo suyo es mucho más digno de respeto, porque todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende.

Q- Un periodista presuntuoso le preguntó a Einstein: -¿Me puede explicar la Ley de la Relatividad? El cientí­fico contestó: -¿Me puede explicar usted cómo se frí­e un huevo? -¡Por supuesto que sí­! -respondió el periodista, a lo cual Einstein replicó: -Hágalo, pero imaginando que yo no sé qué es un huevo, ni una sartén, ni el aceite ni el fuego.

Q- En los años ´20, cuando Einstein empezaba a ser conocido por su Teorí­a de la Relatividad, era solicitado con frecuencia para dar conferencias. Como no le gustaba conducir contrató los servicios de un chofer.

Después de varios dí­as de viaje, el sabio le comentó al conductor lo aburrido que era repetir la misma conferencia una y otra vez. El chofer le dijo: -He oí­do su conferencia tantas veces que la puedo repetir palabra por palabra. Si quiere lo sustituyo esta noche. Einstein estuvo de acuerdo, se intercambiaron sus ropas y el cientí­fico se puso al volante. Llegaron a la sala donde se darí­a la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocí­a a Einstein no se descubrió la farsa.

El chofer expuso la conferencia y al final un profesor planteó una pregunta. El piloto no tení­a ni idea de cuál podrí­a ser la respuesta, pero tuvo una chispa de inspiración, producto de su compañí­a con Einstein: -La pregunta se me hace tan sencilla que dejaré que la responda la persona que se encuentra al final de la sala…que es mi chofer.