Seis años y medio después de la guerra de Irak, la comisión de investigación sobre la polémica implicación de Gran Bretaña en ese conflicto comenzó hoy en Londres sus audiencias públicas que culminarán con el anticipado testimonio del ex primer ministro Tony Blair.
Su presidente, Sir John Chilcot, anunció al inaugurar la primera sesión que el comité independiente de cinco miembros «no rehuirá hacer críticas» en su examen de una de las páginas más controvertidas de la historia del Reino Unido.
«Nadie está siendo juzgado aquí. No podemos determinar culpabilidad o inocencia. Sólo una corte puede hacerlo. Pero me comprometo que cuando lleguemos a nuestro informe final, no rehuiremos a hacer críticas, tanto a instituciones, procesos o individuos, cuando éstas se justifiquen», declaró ante los presentes.
La investigación, que abarcará desde 2001 hasta final de julio de 2009, fecha en la que prácticamente todos los militares británicos habían abandonado Irak, examinará las circunstancias que condujeron a la decisión británica de apoyar la invasión de Irak y la posterior campaña en el país.
Tres altos funcionarios de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa serán los primeros en declarar en esta serie inicial de audiencias públicas que debería prolongarse hasta principios de febrero de 2010.
Posteriormente deberían testimoniar militares, diplomáticos y otras autoridades, entre ellos el máximo responsable del servicio secreto de inteligencia MI6, John Scarlett, quien supervisó el informe en el que el gobierno de Blair afirmó que Irak poseía armas de destrucción masiva.
Este fue el principal argumento que utilizaron Estados Unidos y su aliado británico para invadir el país sin el aval de la ONU en marzo de 2003 y derrocar a Saddam Hussein. Dichas armas nunca se encontraron.
Según informaciones de prensa, la comisión también podría escuchar al ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, y al ex inspector jefe de armamentos de las Naciones Unidas, Hans Blix.
El testimonio más esperado, sin embargo, será el de Tony Blair, aliado incondicional –o «caniche» como algunos llegaron despectivamente a llamarle– de George W. Bush, quien envió 45.000 militares británicos a ese conflicto.
Esa decisión le hizo batir récords de impopularidad y fue uno de los principales factores que le llevó a abandonar la jefatura del gobierno en 2007. Más recientemente, también contribuyó a echar por tierra sus esperanzas de convertirse en el primer presidente permanente de la Unión Europea.
La comisión inició formalmente sus trabajos en julio pasado, pero los primeros procedimientos se llevaron a cabo a puerta cerrada. Durante este tiempo, el comité escuchó los testimonios de las familias de los 179 soldados muertos durante la campaña de Irak, muchas de las cuales esperan obtener respuestas en esta investigación.
«Esperamos que el comité sea honesto… Hasta ahora todavía no sé por qué murió», declaró a la BBC Rose Gentle, cofundadora de la asociación Familias de Militares contra la Guerra tras la muerte de su hijo Gordon en 2004 en Irak.
Las conclusiones de la comisión deberían publicarse como muy pronto a finales de 2010, pero para entonces los laboristas podrían haber abandonado ya el poder si como predicen los sondeos son derrotados por los conservadores en las elecciones previstas a más tardar el 3 de junio de 2010.
«No nos interesa, ni tampoco al país, aplazar el proceso», declaró Chilcot. «Nuestro objetivo, sin embargo, es producir un análisis concienzudo que haga una contribución genuina a mejorar la gobernabilidad y la toma de decisiones».
La comisión investigadora sobre el papel de Gran Bretaña en la guerra de Irak, que comenzó este martes sus audiencias públicas en Londres, es «apolítica e independiente», según su presidente John Chilcot, aunque sus miembros fueron nombrados por el gobierno.
La comisión debe examinar las circunstancias que, a partir de 2001, condujeron a la participación británica en la guerra de Irak en marzo de 2003, así como el papel de los británicos en ese país hasta la retirada de sus fuerzas armadas en julio pasado.
Además de su presidente, que desarrolló una larga carrera en el ministerio del Interior hasta que se jubiló en 2007 como subsecretario de Estado en Irlanda del Norte, incluye dos eminentes profesores universitarios, un ex diplomático y una representante de la Cámara de los Lores.
Chilcot también fue miembro de la investigación Butler que concluyó en 2004 que los documentos de los servicios secretos en los que se basaron los argumentos a favor de la guerra de Irak no eran fiables, sin señalar culpables.
Su carrera sugiere una proximidad con el poder, pero supo plantar cara a Gordon Brown al obtener que la mayoría de las audiencias fueran públicas.
La comisión incluye además a:
– Lawrence Freedman, profesor de geopolítica especializado en conflictos.
– Martin Gilbert, historiador y biógrafo oficial de Winston Churchill.
– Roderic Lyne, ex diplomático y asesor del grupo petrolero BP
– Usha Prashar, miembro de la cámara de los Lores y experta en temas jurídicos.
Algunos británicos deploraron que la comisión no incluyera abogados que pudieran llevar a cabo contrainterrogatorios de los declarantes, entre los que debería destacar el primer ministro Tony Blair a principios de 2010.
Chilcot alegó que el objetivo de la comisión era determinar cómo se tomó la decisión de entrar en guerra y «sacar lecciones» para el futuro.
El informe final debería publicarse como muy pronto a finales de 2010.