El proyecto para «unir» la Comedia Francesa, templo del teatro del siglo XVII situado en el centro de París, a un teatro de los suburbios problemáticos, muy famoso por su audaz programación pero acusado de elitismo, ha causado una gran polémica en el mundo teatral francés.
La ministra francesa de Cultura, Christine Albanel, anunció el 6 de octubre la «unión» entre la Comedia Francesa, conocida como el grupo de Molií¨re, y la Casa de Cultura 93, MC93, situada en Bobigny, suburbio difícil del norte de Paris.
Este anuncio suscitó la furia del director del teatro MC93, Patrick Sommier, quien denunció una «operación hostil» contra su teatro, y que recibió el apoyo de muchos artistas (los directores Frank Castorf, Lev Dodine, Ariane Mnouchkine…), quienes saludaron la audaz programación de la casa.
La administradora general de la Comedia Francesa, Muriel Mayette, inspiradora del proyecto, encontró respuesta contradictoria en su propio grupo teatral (35 asociados y 22 pensionarios), que «declinó» la proposición, y dice «comprender» la furia del teatro MC93, por lo que pide más concertación.
Finalmente, un mediador, el ex director del Festival de Avignon, Bernard Faivre d»Arcier, fue nombrado para favorecer la colaboración entre ambas instituciones, que se plantea para la temporada 2011-2012.
Pero el asunto volvió a lanzar el debate, recurrente en Francia, sobre los medios para abrir la cultura a más personas y el supuesto elitismo de ciertos escenarios.
La señora Mayette ve en el proyecto de trasladar la Comedia francesa la oportunidad de ir hacia un público más amplio, y acceder a una sala de 900 plazas.
Por su parte, el ministerio de Cultura invoca la necesidad de «revitalizar» al MC93, alegando que perdió 38% de espectadores en cuatro años.
Los teatros de los suburbios problemáticos como el MC93, el teatro Gérard Philipe en Saint-Denis (norte), o los Amandiers de Nanterre (oeste) lanzaron a varias generaciones de autores y actores franceses y europeos, pero son por lo regular acusados de «elitismo» y de no llegar al público local.
«Esos teatros fueron creados para llegar a un nuevo público y animar la creación. Idealmente deben cumplir ambos objetivos», dijo Robert Abirached, alto responsable cultural en el gobierno socialista de inicios de los años 80.
Pero en tiempos difíciles para las finanzas públicas, los teatros subvencionados están sometidos a la fuerte presión de los poderes públicos.
«Piensan que costamos muy caro. Nadie lo dirá abiertamente, pero es el inicio de un lento desmantelamiento» de esas instituciones, advirtió Pascal Rambert, director del teatro de Gennevilliers en el noreste de Paris.
Admite sin embargo que se deben hacer esfuerzos para atraer al público de los suburbios, aunque sólo sea mejorando los avisos de orientación, pues la gente se queja de «no encontrar el teatro», indicó.
Para atraer a los jóvenes de los suburbios problemáticos, Rambert decidió abrir los ensayos al público, hacer seminarios semanales y actos en asociación con la televisión pública.