El futuro de la Tierra tal y como la conocemos hoy es un poco difícil de predecir hacia los próximos siglos. Podemos prever que seguramente las condiciones de vida cambiarán, aunque no sabemos exactamente cómo serán esos cambios, ni cuánto tiempo se llevarán los procesos, ni qué cataclismos tendrán que sufrir los seres humanos que sobrevivan y saquen adelante la estafeta genética de la humanidad, si es que esto se llevara a cabo.
La utilización y quema de combustibles fósiles, desafortunadamente son indispensables para sostener el tipo de sociedad, sus comodidades y forma de vida que tenemos actualmente en el planeta Tierra. Sustraernos de las garras de la contaminación planetaria es punto menos que imposible. El banderazo de salida hace mucho que se dio y la humanidad, en general, no está dispuesta a perder las comodidades de las que actualmente disfruta ni de la economía que mueve el comercio y la industria de estas generaciones.
El dióxido de carbono es el principal subproducto de la combustión de los combustibles fósiles. Es lo que los científicos llaman un gas invernadero. Los gases invernadero absorben el calor del Sol reflejado en la superficie de la Tierra y lo retienen, de esa manera la Tierra se mantiene caliente y habitable para los organismos vivos. Sin embargo, el rápido desarrollo industrial de los siglos XIX y XX ha provocado un incremento constante de las emisiones procedentes de la combustión de combustibles fósiles, elevando el porcentaje de dióxido de carbono en la atmósfera en un 28%. Este dramático incremento ha llevado a algunos científicos a predecir un escenario de calentamiento global que puede causar numerosos problemas medioambientales, como la destrucción de los modelos climáticos y la fusión del casquete polar.
Aunque es extremadamente difícil atribuir los cambios globales de temperatura únicamente a la combustión de los combustibles fósiles, algunos países están trabajando de manera conjunta para reducir las emisiones de dióxido de carbono procedente de estos combustibles. Una de las propuestas consiste en establecer un sistema para que las compañías que emitan dióxido de carbono por encima del nivel establecido tengan que pagar por ello. Ese pago podría producirse de diversas formas, incluyendo: (1) pagar una cantidad a una compañía cuyas emisiones de dióxido de carbono sean inferiores al nivel establecido; (2) comprar y preservar bosques, que absorben dióxido de carbono; (3) pagar para mejorar una planta de emisión de dióxido de carbono en un país menos desarrollado, para que sus emisiones desciendan, tal y como ocurre con la república de Costa Rica y otros países.
El Protocolo de Kyoto sería una esperanza para la humanidad y esto se debe a que se reunieron en Kyoto representantes de los países integrantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, creada en el seno de la Cumbre sobre la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992. El Protocolo de Kyoto establece que los países desarrollados deben reducir sus emisiones de gases causantes del efecto invernadero en un 5,2% para el año 2012 respecto a las emisiones del año 1990. Sin embargo, este protocolo debe ser ratificado por al menos 55 países desarrollados cuyas emisiones de gases de efecto invernadero sumen entre sí el 55% del total pero, desgraciadamente no todos los países industrializados lo han querido firmar por no afectar su economía.