«Combatir las causas y no los efectos», es una frase que se lee o se oye a diario y que todos la aceptamos como lo ideal para corregir los problemas que afronta nuestra sociedad, pero no creo que nadie se haya dedicado a analizarla a profundidad para ver si en realidad ese es el camino más adecuado a seguir como consecuencia del surgimiento de un problema.
Se ha imaginado usted en el problema del hambre cuánto tiempo se llevaría planificar la eliminación o la erradicación de las causas que la originan, que aunque cualquiera podría decir que es fácil, ni los países con abundancia de recursos han logrado un sistema que logre crear mecanismos que eliminen las causas, por lo que la solución que tienen que llevar a cabo es combatir el problema. Imagínese si los hambrientos tuvieran que esperar a que se determinaran las causas para combatirlas, cuando estas se determinaran ya no habría hambrientos, pues ya habrían muerto.
Algo parecido podría ser el análisis sobre la pobreza, pero cabría agregar que si encontrar las causas del problema fuera fácil, no habría naciones pobres en el planeta y que el problema, entonces, sería la superabundancia.
En el caso de la violencia, la situación es aún más complicada, pues esta abunda en casi todas las naciones que practican el sistema democrático, pero aunque no podamos combatir las causas, tenemos que combatir el problema, si no la anarquía se apoderaría de la sociedad.
Todo lo anterior nos viene a demostrar que los problemas debemos combatirlos y que también si tenemos la suficiente capacidad y voluntad, debemos tratar en encontrar las causas, para así poder planificar como disminuirlas si no podemos lograr su erradicación.