Colombo: «Cuando vendo un cuadro, es como dar en adopción un hijo»


Maurizio Colombo se gradúa de Maestro de Bellas Artes en el Instituto de Arte Experimental Estatal de Roma, ganando su primera beca de estudios en Parí­s, luego de clasificar entre los primeros tres estudiantes de toda Italia. Dos años más tarde, la Cámara Alta del Senado de la República de Italia, le confiere la Medalla de Oro, como mejor exponente de la Joven Pintura Italiana. Con Summa Cum Laude y dos Maestrí­as, termina sus estudios académicos con Doctorados en Sociologí­a del Arte y Filosofí­a Moral, en la Universidad Gregoriana de Roma. En 1973 gana por oposición la cátedra de Docente de Historia de las Artes en la Universidad de Roma y luego de Catedrático de Artes Aplicadas en la Academia de Bellas Artes de Roma.


Sus obras pictóricas se encuentran en colecciones públicas y privadas tanto de Europa como de América del Norte. A lo largo de su amplia carrera y extensa producción artí­stica ha expuesto en exhibiciones personales y colectivas, recibiendo numerosos atestados de reconocimiento y distintos premios. Maurizio Colombo es también conocido en Guatemala por su aporte a la comunicación publicitaria y mercadeo social, así­ como conferencista y operador cultural.

CONVERSACIí“N

El encuentro con Maurizio Colombo se realiza en su residencia: un hogar repleto de libros, memorias y restos de su pasado, un hábitat calado en una atmósfera que refleja la vida, el carácter y la eclética personalidad de un italiano en Guatemala. El café es intervalo y pretexto para ojear con más curiosidad, una especie de galerí­a-museo. Sus obras pictóricas y los demás cuadros y muebles antiguos dialogan simbióticamente entre sí­. El peso de una intensa experiencia de multí­plices existencias, es fuertemente presente. Hay energí­a, misterio, un gato presumido e indiferente… y paz. – Pregunta: Permí­tanos de hacerle una pregunta irreverente, anómala para iniciar una entrevista; desde muchos años su actividad es dirigida a la invención, a la creación de nuevas imágenes; ¿Si por casualidad el Constructor de los Universos le confiara el encargo de (re) plantear el planeta tierra, como lo harí­a?

– Respuesta: Pregunta: ¿cuántos metros cuadrados tiene la tierra?

-P: ¿Como definirí­a su personalidad: un utopista, un soñador, un artista, un provocador, un profeta, o que otros? – No me reflejo en ninguna de estas definiciones y un poco en todas. El denominador común es el entusiasmo constante, la pasión en crear y realizar nuevas formás. Hago preguntas, cuestiono las dudas, busco respuestas, reflexiono…,

-R.: (larga pausa) -… pinto.

-P.: Cuentan que le es congenial la soledad y la nostalgia. ¿Memo propheta in Patria?

R.: -Talvez, pero en manera inconsciente. Probablemente soy un hombre solitario y quizás la nostalgia es reflejo que añoro mi tierra. El dicho latino, «Memo propheta in Patria», no va al caso, porque he viajado mucho, siempre he buscado la ilusión, la aventura, no busco lo racional del mundo cotidiano. En el pintar, la calidad implica soledad, individualidad y esto es precisamente lo más difí­cil. En Guatemala, por el momento he encontrado este equilibrio; en Italia aun tengo familia, mis referencias culturales, mis raí­ces y memorias, mis coleccionistas y galerí­as.

-P.: ¿Le gusta Guatemala?

R.:-Un filósofo de la antigua Roma decí­a «Cada lugar es Patria mí­a, porque de allí­ puedo mirar el cielo.»

-P.: ¿Cómo vino a Guatemala?

R.: -Por avión.

-P.: ¿A qué cosa, a qué o a quién le teme más?

-R.: A la estupidez. Es mortí­fera, no tiene remedio, es contagiosa como la peste, es la madre de la mediocridad, sobre todo en algunos niveles de la burocracia y del poder. Vaga por el mundo impune, se esconde detrás de las efí­meras y cómodas apariencias, protegida por la pantalla de los falsos sentidos comunes y en la hipócrita lógica de la normalidad y conveniencia, una pandemia, peor… una tragedia.

-P.: ¿Cómo se define ahora, como artista?

-R.: No me defino, no sigo corrientes, hago lo que el momento inspira, o me da la gana, soy libre, sin etiquetas, sin facturas ideológicas, sin compromisos. Ahora soy un realista que observa la naturaleza, busco la génesis del milagro que me rodea. Me gustarí­a ser considerado como un artí­fice de la luz, me intriga más la luz que el color: es una utopí­a muy realista, mis esquemas cromáticos son simples. Estoy buscando resultados con la monocromí­a; en efecto creo haber logrado algo en algunas de mis obras más recientes.

-P.: ¿Cómo escoge el sujeto de un cuadro?

R.: -Es un algo que nace dentro, es muy í­ntimo, toma forma un poco a la vez; luego de repente sobreviene la invención, la intuición; a pesar que cuando trabajo, choco con elementos que no pertenecen a la visión que más me interesa. Los cuadros son el fruto de un entorno abstracto, de fragmentos de emociones distintas que se combinan entre ellas. Muchos piensan que pintar sea una diversión. Lo es, pero también es pura fatiga, una fatiga que me llena, me gusta. Amo pintar.

-P.: ¿Cómo inicia un cuadro?

-R.: Algo golpea la puerta de la imaginación, no se cómo y porqué; empiezo ensuciando el lienzo, el blanco. La pureza de éste me intimida; le tengo respecto al la impecabilidad del blanco. Desde este momento inicia la emoción, el frenesí­s, la génesis creativa, las dudas, la aventura de un nuevo viaje, el reto de lo inexplorado, del nunca hecho antes, la magia y… la catarsis.

-P.: ¿Escucha música cuando trabaja?

-R.: ¡Sí­! Pero más la televisión, los programas culturales, documentales, talk- show, sobre todo la TV italiana. No miro, pero escucho, tanto por estar informado y en la noche hay programas muy interesantes; son voces amigas y argumentos que me hacen compañí­a.

-P.: ¿Cuál es el primer cuadro que usted ha visto?

-R.: A los cinco seis años, una imagen en un libro sobre el Renacimiento creo. Fue algo perturbador, un presagio.

-P.: ¿El perí­odo de la historia del arte que más ama?

-R.: El Renacimiento.

-P.: ¿Y el perí­odo que odia más?

-R.: El Neo-Clasicismo, la academia manierista que celebraba la retórica del triunfo Napoleónico.

-P.: ¿Cuál es el artista más sobre evaluado?

-R.: Quitándome el sombrero frente a su genio y grandeza, Picasso.

-P.: ¿Y los más subvalorados?

-R.: Todos los pintores del siglo XIX.

-P.: Solamente para especular; en la hipótesis que usted creyera en la reencarnación, ¿que personaje de la historia le gustarí­a revivir?

-R.: Ser caballo en Inglaterra o Cardenal en Roma

-P.: ¿Qué hace cuando un cuadro es terminado?

-R.: Lo miro por un buen rato, luego voy a dormir feliz y cansado, satisfecho de haber terminado, y cuando me despierto me doy cuenta que tal vez algo le falta. Es difí­cil la separación, es como un hijo, que el destino de la vida te obliga a soltar para que cumpla su propio camino. Una extraña sensación; cuando vendo un cuadro, es como dar en adopción un hijo. Pero ahora como un buen papá tomo fotos. Como me gustarí­a tener fotos de todas mis obras.

-P.: ¿Una obra que le habrí­a gustado pintar?

-R.: La crucifixión de San Pedro del Caravaggio, expuesta en la iglesia de Santa Marí­a de Popolo, en Roma, a dos pasos de mi casa.

– P.:¿La obra que más la emocionó recientemente?

– R.: Un dibujo de una pequeña niña, en San Antonio Palopó, en una escuelita. Representaba un funeral indí­gena en el pueblo; fue la más impactante interpretación del final de la vida: la simplicidad, la naturalidad del duelo, la fantasí­a interpretativa. La muerte vista por los ojos inocente de una niña, no es dolor, drama, sino la aceptación natural del ciclo de la vida, el ser humano es liberado, purificado da el estigma de la muerte. Fue una revelación conmovedora, que me recuerda la inocencia y la magia del sueño de Marc Chagall.

-P.: ¿La peor obra de arte de la historia?

-R.: The Holy Virgin Mary de Chris Ofili. Por su puesto es solo mi opinión.

-P.: ¿Cuándo trabaja?

-R.: Sobre todo de noche y… hasta que me lo pide la obra.

-P.: Su taller en tres palabras.

-R.: Pequeño, í­ntimo, desordenado.

-P.: Se describa en tres palabras.

-R.: Apasionado, obstinado, enredado. ¿Pero por qué solo tres descripciones? Entre la una y la otra hay las aventuras de vidas enteras y aún no definidas, todaví­a me debo presentar a mí­ mismo y me falta imaginar y planificar el porvenir, como agenda del presente y retos para el futuro.

-P.: ¿Perturbar o asegurar?

-R.: Perturbar tal vez. Me encantarí­a ser el virus del sistema, para que éste entre en pánico y la fiebre de las novedades genere perplejidad; dar una sacudida al conformismo cultural, es el primer paso del largo viaje que cada camino artí­stico comporta. Cuando surgen nuevas ideas, éstas crean confusión, desconcierto, profundas dudas, sobre todo cuando la cancha del juego es la sociedad, con todos sus conformismos, contradicciones, hipocresí­as y complicaciones: ¡El mundo cambia y progresa positivamente sólo con nuevas ideas!

-P.: Ahora tenemos claro por qué en sus tarjetas de presentación, usted se define como «Estimulador del Pensamiento Enredado» o «Endocrinólogo de la duda». Hablando de su obras, puedo observar que en algunas las manos son parte integrante del resultado final; dicen que las manos son probablemente la parte de el cuerpo más difí­cil da ilustrar, ¿Es difí­cil coger en su formas tan variadas todos los significados que el cuerpo contiene?

-R.: El ser humano es complejo y contradictorio, un rostro a veces puede ser un simulacro de máscara, el triunfo de la hipocresí­a, un festival del engaño. La mano es compleja y simple al mismo tiempo, expresiva pero sincera, verdadera. La mano en su larga evolución va más allá de su función prensil´. Es el terminal productivo, eficiente y increí­blemente hábil; se vuelve gesto, lenguaje; es expresión, instrumento, medio que da o castiga; es puño o caricia. Las manos de un campesino no mienten, son herencia y testimonio creí­ble de la fatiga y sudor de bí­blica memoria. El rostro, al contrario puede engañar: atrás de una cara angelical, muchas veces se disfraza un demonio.

-P.: ¿Sus obras intentan expresar un mensaje social?

-R.: ¡Absolutamente no! Por lo menos no intencionalmente.

-P.: Dicen que usted es atraí­do da aquella particular atmósfera, clima, que precede la tempestad.

-R.: Si esto es í­ndice de pesimismo o melancolí­a, no. No me identifico.

-P.: La sensación peculiar que se respira en sus obras, ¿de qué depende?

-R.: Mis simplificaciones derivan en alguna manera del Impresionismo. Para mí­ el Impresionismo era y aún es, la impresión inmediata, capturar el «momentum,» el karma de la luz de una determinada hora del dí­a, el preciso momento que nunca más volverá a ser lo mismo. Busco esta sensación.

-P.: ¿Cuáles pintores del pasado admira en particular modo?

-R.: Fragonard por la levedad volumétrica; Degas y por supuesto mi preferido, Caravaggio: un gigante. Lo admiro, lo amo y lo odio, cuando extasiado estudio un cuadro de él, es como recibir un puño en el estómago. Aún tengo mucho que estudiar y aprender.

-P.: ¿Se siente en deuda con alguien?

-R.: Seguramente con mis maestros. Nunca, en su tiempo les di apropiadamente las gracias por lo que me han dado, pacientemente y con vocación autentica enseñado, heredado, por como me han moldeado y estimulado en búsqueda de las respuestas que la razón y las dudas ponen. Me inculcaron el respeto por las ideas contrarias a la mí­a, la humildad de la inteligencia, la honestidad intelectual, como provocar la lógica confiando en el instinto y la obligación de compartir el conocimiento y estimular la curiosidad mí­a y de lo demás. Con estas bases, en lo personal siempre me he exigido y referido a mí­ mismo. Por el artí­stico, no creo de haber sido influenciado por otros artistas contemporáneos; no conscientemente, creo yo. -P: ¿Por qué pinta?

– R.:No lo sé, es difí­cil contestar a una pregunta tan elemental, imagino que pinto por mí­ mismo; la respuesta está allá sobre el lienzo. Me gustarí­a que estos cuadros comunicaran algo a la gente, sensaciones, emociones, rabia, magia. Si no lo logro, paciencia, no importa, estoy sereno, satisfecho conmigo mismo.

-P.: El arte, ¿Qué es para usted?

-R.: La maravilla de maravillarse y maravillar.

-P.: ¿Es usted afortunado?

-R.: No lo sé, es relativo. Séneca decí­a «La fortuna es cuando el talento encuentra la oportunidad.» Modestamente me adhiero a lo expresado por Séneca. El solo hecho que tengo la oportunidad y el tiempo para pensar y trabajar en lo que me gusta, es algo fundamental. Pero he trabajado y estudiado mucho. La fortuna, que para mí­ es el destino; se conquista y se arriesga dí­a tras dí­a. Lo importante es tener equilibrio, serenidad, pero el arte desafí­a la lógica, es fermento, inquietud, rebelión, pasión sobre todo. Uno se da cuenta de la felicidad; luego que ésta dejó sus huellas en la memoria. No hay percepción en el momento de la excitación, del furor creativo… pasa el tiempo y se añora la emoción de un evento lejano, y… ya tienes nietos; esto tal vez es tener una vida llena, quizás afortunada; creo que estoy en deuda con la vida y la vida conmigo.

-P.: ¿Cómo mira, como ve el futuro de la pintura?

-R.: No soy un adivino, pero en los próximos años es fácil prever que aún se harán esfuerzos para recoger los eventos de la naturaleza, sus humores. El arte no existe para resolver problemas, sino para producir preguntas, para cuestionar. Regresar a la génesis de todo el progreso, del pensamiento especulativo, teniendo el valor y la humildad de cuestionarnos como hombres y como sociedad, haciéndonos la pregunta ¿por que? Tal vez nacerá un nuevo estupor y una nueva dimensión artí­stica. Por lo meno lo espero.

-P.: Algunos de sus cuadros contienen figuras humanas, ¿Dentro de cuál imagen vive, una vez fuera de su estudio, o dentro de cuál imagen se sentirí­a más cómodo, a gusto?

-R.: Es más apropiado decir que creo imágenes para dar un valor agregado a lo que los seres humanos crean y compartirlo con otros. Al mismo tiempo denuncio las discrepancias con ironí­a. Siempre busco las alegorí­as para interactuar. Definitivamente no logro verme circunscrito, ubicado e intérprete de una imagen definida. Me sentirí­a apretado e hipócrita, falso. Al fin la verdadera imagen es pura metáfora, la ilusión que el momento y el sentimiento refleja. ¿Quiénes somos? Dirí­a el filósofo Diógenes.

A este punto, concluya, finalice a su manera.-

Bueno si es posible quisiera conseguir el e-mail del Constructor de los Universos, e invitarlo a un café exprés y a visitar mi estudio, hablar un poquito de todo, tengo preguntas, dudas.