Uno de los temas más importantes que abordó Benedicto XVI en su viaje a Estados Unidos fue el de los sacerdotes que han abusado de menores de edad y que en la arquidiócesis de Boston llegó a ser un verdadero escándalo por el papel de la jerarquía al proteger a los abusadores y simplemente trasladarlos de una a otra parroquia, donde seguían cometiendo esos abusos. El Pontífice volvió a pedir disculpas a los fieles por el daño causado y la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha ratificado su postura de expulsar a cualquier cura pedófilo.
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En estos días Showtime en Estados Unidos está transmitiendo una muy buena película producida por esa cadena de televisión en 2005 y que aborda de manera muy cruda el tema. Our Fathers es el nombre del impresionante film que detalla la lucha legal que hubo de librarse para que la Arquidiócesis de Boston admitiera que encubrió el comportamiento de algunos de sus sacerdotes con la idea de que había que evitar el escándalo y que la publicidad sobre acciones criminales de unos pocos de sus ministros podría causar un daño irreparable a la Iglesia.
Es el típico caso en el que se piensa que el mal está en la publicidad, en que se informe de algún hecho y no en el hecho en sí. Así como nos pasa en Guatemala, donde mucha gente piensa que el mal está en que la Prensa informe de los hechos de violencia y no en los crímenes cometidos. Ese mismo razonamiento hizo que el Cardenal Bernard Law y sus obispos auxiliares diseñaran todo un montaje para ocultar la realidad, encubriendo los abusos deshonestos cometidos por ese puñado de sacerdotes que, amparados por la protección que les daba la jerarquía, simplemente cambiaban de mercado cada vez que eran descubiertos en sus cochinadas, porque la decisión del Arzobispado era trasladarlos a otras parroquias en donde volvían a tener acceso a los niños.
Alguna vez discrepé con algunos sacerdotes guatemaltecos porque consideraban que le hacíamos daño a la Iglesia con la publicación de las noticias que generaba en ese tiempo el diario Boston Globe que llegó a ganar un Premio Pulitzer por la investigación realizada en este caso. Y es que siempre he pensado que si algo le hace bien a la Iglesia es la posibilidad de depurarse porque es obligado salir de ese tipo de elementos. Tristemente el famoso «espíritu de cuerpo» hace daño a todos los gremios porque muchas veces para proteger a la institución se apañan abusos cometidos por sus miembros. Así le ha sucedido al Ejército aquí y en otras partes y le ocurrió a la Iglesia.
En el caso de los abusos de Boston pocas cosas son tan desagradables como ver que el mismo Papa Juan Pablo II protegió al Cardenal Law tras su renuncia al cargo y lo nombró para importantes responsabilidades en el Vaticano. Cierto es que el Cardenal en una declaración pública asumió su culpa por lo que él llamó error de juicio al enfrentar el problema de los curas abusadores que protegió por más de 30 años, pero él mismo gozó también de una protección especial del mismo Papa, al punto de que un hombre con tan mal criterio es ahora miembro de congregaciones como la del Clero, de la Disciplina de lo Sacramentos, de la Evangelización de los Pueblos, de los Obispos, de la Educación Católica y el Consejo Pontificio para la Familia, entre otras responsabilidades que le han asignado, además de ser el arcipreste de la Basílica de Santa María Maggiore.
Pienso que esa película la debiéramos ver todos los católicos y sobre todo los sacerdotes porque evidencia el daño que unas manzanas podridas hacen a todo el conjunto y el asco que provoca la cobertura de la jerarquía para tapar con la inmensa chamarra a los pederastas.