Cohesión Social, ahora con leche y azúcar


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Un informe presentado ayer por parte de Acción Ciudadana ofreció datos sobre el impacto de los programas de Cohesión Social, en el cual señalaban que los resultados apenas eran significativos.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Este informe contrasta con el presentado el año pasado, por la misma Acción Ciudadana, en el cual se señalaba que no habí­a malos manejos en Cohesión Social. Contrasta, digo, porque el reporte del 2010 fue celebrado por los intereses del Gobierno, mientras que el presentado ayer representa un serio revés a los intereses del oficialismo que, además, intenta reelegirse con el argumento de que los programas sociales deben continuar.

El Gobierno se cansó de repetir, a lo largo de estos tres años y medio, que los programas sociales eran necesarios para revertir el pobre desarrollo de los municipios, lo cual era una deuda “histórica” del paí­s para con los más desposeí­dos.

Esta justificación nunca ha sido contrariada. Serí­a de necios decir que no hay hambre ni pobreza en Guatemala. Todos sabemos que hay serias deficiencias, y que hay que hacer “algo” para revertirlo.

Los programas de Cohesión Social surgieron como una buena idea. El tener que irrumpir con una terapia de shock para combatir la pobreza, a pesar de que fuese oneroso. Sin embargo, era necesario romper el cí­rculo de ausentismo escolar, desnutrición y la canasta básica inalcanzable.

Pero, pese a lo que parecí­a hace tres años una buena intención, hoy, a través de este informe, los opositores de los programas sociales deben sentir que tienen y han tenido la razón, y el Gobierno sólo deberá ver pasar las crí­ticas, porque sólo desperdiciaron los recursos y, a todas luces, se tení­a una clara intención electorera.

Parte del informe revela que los beneficiarios de Cohesión Social se han sentido presionados y ví­ctimas de manipulación polí­tica, además de que las entregas de los insumos se han politizado, al ser motivo de una fuerte campaña proselitista, lo que confirma que el único resultado claramente visible es que los programas sociales fueron un vehí­culo electoral.

Lastimosamente, el Gobierno desperdició el recurso.

Pero, lo peor, es que todos los partidos polí­ticos están ofreciendo la continuidad de estos programas sociales, sólo que mejorándolos, pero no dicen cómo. Ofrecen transparencia e institucionalizarlos. Sin embargo, además de la claridad en las cuentas, lo que es más importante es hacer que estos programas se vuelvan vinculantes en el desarrollo.

Según el programa original, los beneficiarios de la Bolsa Solidaria y de la Remesa Condicionada estaban también obligados a participar en otras actividades, como capacitaciones, jornadas de limpieza, etcétera, lo cual serví­a de buen gancho para motivar a las familias para que por sí­ mismas procuraran su desarrollo. También, los programas estaban planificados para tener cierta evolución, como que de Mi Familia Progresa saltaran a Mi Comunidad Produce; pero esto no se dio.

Pero la “evolución” que se plantea ahora por el oficialismo es aumentar la cobertura a todos los municipios, y que haya una doble cobertura: Mi Familia Progresa y Bolsa Solidaria, los dos programas más onerosos y que menos productividad tienen. Aún peor, la Bolsa Solidaria se está ofreciendo que vendrí­a con azúcar y leche, lo que lo harí­a más costoso.

Serí­a importante que los presidenciables se plantearan dos puntos con respecto a Cohesión Social: 1) que tengan metas temporales, porque evidentemente no se puede seguir costeando por mucho tiempo; indicadores como escolarización o desnutrición deberí­an reflejarse en el corto y mediano plazo, y 2) que haya esfuerzos para que las mismas familias empiecen a evolucionar a otros programas, como Mi Comunidad Produce, Huertos Solidarios, etcétera, para que no se acomoden a sólo recibir a cambio de apoyo polí­tico.

P.D.: ¿No fue este Gobierno el que canceló el programa del Vaso de Leche? ¿Por qué ahora ofrece leche como parte de la Bolsa Solidaria?