José Carlos Fortuny Soto
A propósito del artículo «Tentativa ensayística del arte comparado y derivado» del señor Mariano Cantoral, La Hora, 16 de enero de 2010.
Muchas veces el idioma y nuestra confiabilidad en los términos conceptuados en este nos juegan una pirueta macabra cambiando nuestra intención primaria al pensar en la Verdad; en otras, al depositar toda nuestra confiabilidad en lo que hacemos, se tiende a proteger nuestros resultados en conceptos que no conocemos y nos refugiamos en estos. Sé que la actitud primaria del crítico es ante todo creer y solo luego satanizar o canonizar cualquier otro evento refugiado en el beneficio de la duda que establece su condición. Sin embargo, a veces es difícil creer cuando lo que se pretende sea (de)mostrado resulta ser un discurso donde la duda se disfraza como la verdad.
El arte nos ha propiciado un maravilloso campo de cultivo cuando la duda ha de hacer cosecha, esta condición ha favorecido y a la vez atentado en su constitución. Muchos hemos caído en su espiral y desde allí queremos ver el mundo. Jugamos siempre en uno de los equipos principales que se establecen en esta relación: Creadores, Públicos y írbitros -pero nos trasladamos entre firmas para mantener la democracia hasta el punto de nuestra propia confusión-.
Estas reflexiones me vinieron a la mente cuando leía en este periódico la sección cultural sabatina y me encontré con un artículo que empezaba así «Tentativa ensayística…». Casi me vuelvo loco, lo juro, realmente sin terminar de leer el título me interesó el posible tema por su escasez y procedí a entrarle al texto. En este se hacen referencias a una posible relación, que no dudo, entre la poesía y la fotografía donde estas mantienen una incompatibilidad de los métodos, o circunstancias sí lo prefiere el autor, creativos. Realmente no discrepo de su buena intención pero si de ciertos elementos -que oportunamente aclara no conocer- pero los expone como verdades inconmutables.
Cuando afirma que entre un poeta y un fotógrafo la diferencia sustancial es que a este último «no le es viable inventar la materia prima de su obra pues debe salir a buscarla en la eventualidad y atraparla en todo el espectro real» creo que comete una gran equivocación, las evidencias (porque finalmente hay que respetar a Descartes) están en la propia Historia de la Fotografía y en la Teoría del Arte.
La fotografía tiene, mucho más en estos momentos, un par de elementos en su contra que dificultan mucho su conocimiento y reconocimiento. La primera es la condición inherente de que cualquiera que sea la imagen que aparece en ella, esta es una porción de la Realidad, o sea, el precedente que establecemos al apreciarla es la realidad que conocemos, lo que consideramos Verdadero y por lo tanto existe. Por otro lado la accesibilidad a la técnica se ha masificado tanto que posiblemente sea una de las «artes» que más se practiquen. Esto hace que el papel del crítico se dificulte al consolidar lo que es realmente válido y trascendental como para hacer una afirmación categórica sobre la misma o sus métodos. Si la fotografía solo fuera esperar por la «seripendia» (casualidad) que cita el autor realmente sería bueno sentarse un rato en una esquina, en cierto momento ya Ansel Adams lo hizo: esperaba horas enteras para «fabricar» una imagen en un cuadro previamente establecido, pero con la diferencia de precaver cada minuto de lo que estaba haciendo, o sea, había premeditación, así el método queda en duda pues la casualidad ya no es tal.
Grandes fotógrafos han contado con la casualidad (lo circunstancial) para «encontrar» motivos o imágenes que luego repensarían mucho mejor y convertirían en hitos, solo citemos a Robert Kappa y René Burri, pero la intencionalidad primaria y el preconocimiento del tema, así como de la misma fotografía, no permite evidentemente pensar en que no se «inventaban la materia prima». ¿Si no qué es entonces su propio trabajo? ¿Dónde va a estar entonces la categoría de obra creativa, o arte mismo, que podemos darle? Son muchos los ejemplos de este tipo que se pudieran citar pero creo que con estos dos basta.
Aún así igualmente se ha de pensar en que la fotografía, en el lenguaje común, no solo «busca» sino que también encuentra. Dentro del medio no existe únicamente la foto que en cierta manera se «caza», también existe un método en el cual el artista preconstruye la realidad que retrata sobre la base de una idea que resulta, aunque no lo ha de ser, una visión abstracta de la realidad tal cual en la imagen final. De los innumerables maestros recordemos ahora a Rodchenko, Mapplethorpe, Gerardo Suter, René Peña y Luis González Palma. Cualquier foto de ellos pudiera testimoniar lo que digo.
Evidentemente, a pesar de la inmediatez al hacer la imagen -pensando solo en la idea de obturar la cámara- en la fotografía los recursos «mnemotécnicos» (la memoria: el conocimiento) hacen uso de todos sus elementos para captar la imagen. En cualquier método que se use para fotografiar, y el propio hecho de intentarlo, hacemos uso de la razón para ejercer el acto creativo: por lo tanto el fotógrafo no «necesita del objeto detrás del lente» para su imagen sino de la idea asociada al objeto mismo que muchas veces «aparenta ser» y no «es» lo que aparenta.
Si, evidentemente pueden colegirse imagen y texto en cualquiera de las dos direcciones, pero el propio hecho de establecer esta relación no necesariamente hace que uno y otro sean lo mismo o en la ecuación tengan los mismos valores.
El arte no es, como lo concibe el autor y discúlpeme él la contradicción, «un artefacto dialéctico», el Arte es dialéctica misma por condición antropológica, historicista y evolutiva mucho más que por su condición transmutable a partir de la propia técnica o manifestación.
Por lógica formal el análisis aun primario de una obra contempla los aspectos nomotéticos e ipsativos. No puede desprenderse la experiencia en el acto de juzgar aun cuando el objeto que se dispone comprender sea desconocido: no existe nada sin par y el hecho de la existencia de un concepto acarrea la existencia de su propia negación.
Por último solo trataré de llegar a cierta conclusión sobre «la naturaleza y el fin primordial del arte». Caeré en tanta especulación como cualquier texto al respecto. Si bien por un lado se necesita de cierta condición de la psiquis para realizar un acto creativo no hace esto de este un cuestionamiento existencial. La idea definitivamente parece muy primitiva -pero no «prehistórica»-. Más bien el arte vendría a ser la consumación de un objetivo creativo y el objetivo mismo per se, por lo tanto sería tanto un cuestionamiento así como la propia respuesta ante cualquier variante de la existencia y el entendimiento colectivo del hombre. El arte tiene un carácter universal y polisémico, como diría Descartes: «las cosas que percibimos muy claras y distintamente son todas verdaderas».