Marzo y abril muestran en definitiva un clima por demás cambiante hasta el momento, variaciones que sorprenden a la población, de suyo comiendo ansias y expectativas por la normalidad. Natural es que presenten ese período de tiempo en el advenimiento de la época seca, o verano.
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Marzo, se dice, es un poco loco, cauda de febrero en ese sentido, pero sin que quepa duda, esta vez corroboró bastante el calificativo popular. Todo indica que fueran abiertas las compuertas del cielo para el inicio de dicho cambio: mañanas frías, calor al mediodía y lluvias el resto.
Abril resulta par de marzo, referente al clima cambiante, por cuanto en lo que va de transcurrido prosigue el estado de cosas variables. Significa el rostro lluvioso que afectó los cortejos procesionales y la liturgia de Semana Santa en el interior de los templos y de paso deterioró alfombras.
Asumimos que nada escapa al cambio, inclusive los seres humanos, producto de la época y cultura arrolladora, además, formas y costumbres de vida en cadena dominante. Expresiones distintas sirven de muestra convincente en el panorama actual relativas a las personas en el sendero del tiempo.
El aceleramiento del presente es una característica capaz de despabilar hasta los más escépticos y subirlos en forma intempestiva a su plataforma. Empero, sigue en pie de lucha el hecho consistente en atribuírsele al hombre y también a la mujer la destrucción constante del entorno.
Grandes inventos y descubrimientos endosados, entre otros, la moderna tecnología causan circunstancias cambiantes, lamentablemente en contra de la misma población. Su uso inapropiado induce a provocar daños y pasarse encima del derecho ajeno, en desmedro de la reputación y honradez.
Y en concreto el aludido clima cambiante fijó su imagen en el ambiente nacional, a espera ansiosa de medidas pertinente que buscan su salvación. Como botón de muestra, la agricultura registra enormes pérdidas en los cultivos del campo, y en la propia salud colectiva hace otro tanto.