¿Civilizados o bárbaros?


Es la hora de cuestionarnos qué somos y hacia adónde vamos. Por ello, es pertinente preguntarnos: ¿Cuál es nuestra opción: la civilización o el barbarismo?

Luis Zurita

Esa pregunta, primero, deberí­amos hacérnosla a nuestra propia conciencia que no nos miente. Luego, conversar sobre el tema en el seno familiar, porque nuestros hijos son el relevo generacional que dará continuidad o enmendará la plana. Por último, abrir el debate a nivel comunitario y nacional para que florezca una ciudadaní­a verdadera con clara conciencia de que la patria o es de todos o de ninguno.

Guatemala se debate en una larga lucha entre el estado natural (que es el reinado de los bárbaros) y el estado civil (que es el reinado de los civilizados). Bárbaro es sinónimo de: salvaje, cruel, feroz, fiero, inhumano, atroz, sanguinario. Civilizado es sinónimo de: adelanto, progreso, perfección, avance, evolución, mejora, florecimiento.

¿Por qué nos resistimos a ser desarrollados? Las sociedades adelantadas en todo el sentido de la palabra (porque en ellas imperaron los valores de la civilización) no es que sean producto de la dadivosa cesión de poder de unos a otros; por el contrario, la socialización de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, que es el ideario liberal, ha sido una condición sine qua non para el crecimiento y el desarrollo, que si bien genera poder, inteligentemente combinado con el capital es generador de riqueza y estabilidad para todos, pues, la ventaja de adoptar medidas previsoras para impedir que se produzcan catástrofes, sacrificando las ganancias o ventajas inmediatas a favor de unos beneficios a más largo plazo, permite, como resultado de esta capacidad de anticipación, alcanzar un alto nivel de seguridad material y generar el tiempo libre necesario para impulsar el progreso social, cientí­fico y tecnológico.

Marginar de los beneficios del bienestar a tantas personas; en los privilegios individuales a costa de los derechos sociales; en el racismo; en la infalibilidad doctrinaria; en la no cooperación entre personas y comunidades, solo ahonda las contradicciones socio polí­ticas, el deterioro acelerado del medio ambiente, el subdesarrollo de las comunidades y, por supuesto, complica el contexto general del equilibrio societario nacional, dificultando así­ las posibilidades del tan necesario desarrollo de un proyecto de Nación incluyente, basado -y esto va al oí­do de las élites todas- en un tipo de proceso económico cimentado en el consumo austero pero activo, es decir, distribuyendo el máximo bienestar y confort posibles entre todos los seres humanos sin acelerar ni atropellar innecesariamente la de por sí­ natural evolución y transformación del medio ambiente ni descuidar el desarrollo humano de las mayorí­as, procurando el uso de la ciencia y la tecnologí­a en función del bien común, pero sobre todo porque, tarde o temprano, el futuro eventual de Guatemala solo será garantizado, no por el orden del despilfarro -el de la naturaleza y el instinto-, sino mediante un orden contranatural -racional y moral- articulado audazmente a un proceso inteligentemente productivo y piadoso. ¡Sólo así­ la paz vencerá algún dí­a a la guerra!