“La existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un prerrequisito para la democracia. Sin ella, no hay Estado legítimo.†Alain Touraine
Como ha ocurrido periódicamente en los últimos 26 años, la ciudadanía guatemalteca está convocada a elecciones generales que se llevarán a cabo el 11 de septiembre 2011 en cumplimiento de leyes y formalismos que para estos casos, exige cumplir el modelo democrático representativo vigente en el país, una oportunidad para el ejercicio de derechos políticos y de ciudadanía. Supongo que serán elecciones libres, plurales y competitivas que tendrán como resultado elegir a quienes ejercerán el poder político cuatro años.
Las elecciones periódicas en condiciones de igualdad y libertad son oportunidades para que mediante el sufragio universal, el voto libre y secreto; ejerzamos nuestros derechos humanos políticos, entre ellos; derecho a elegir y ser electos; derecho al acceso y participación en condiciones de igualdad a las funciones públicas del país, (Artículo 21 Declaración Universal Derechos Humanos).
También es ocasión, para fomentar valores ciudadanos y cultura política democrática, que tanta falta hacen. Tolerancia ante la diversidad; rechazo a la violencia, como forma de resolver conflictos; igualdad de oportunidades; equidad, reciprocidad, cooperación, solidaridad; participación libre e informada; disminución de la dependencia, arbitrariedad, discriminación y autoritarismo. Es oportunidad para hacer auditoría social, tanto del proceso electoral, como del discurso y ofrecimientos vacíos de los políticos. Es tiempo de cuestionar a estos, sobre aspectos sociales, políticos, económicos y culturales que importan a la Nación. ¿Reconocen que somos una sociedad multiétnica, pluricultural y multilingí¼e? ¿Los partidos políticos son incluyentes en su propuesta política y en la distribución de cargos de elección popular? ¿Las mujeres, los pueblos indígenas y los jóvenes, son reconocidos, escuchados e incluidos en la competencia política?
Para la clase política, debería ser la oportunidad de recuperar el papel que le corresponde a los partidos políticos en una democracia; actuar como interlocutores entre el Estado y la sociedad, cosa que no sucede en Guatemala, pues la clase política está desprestigiada, embarrada y salpicada por escándalos de corrupción, por nexos con el crimen organizado o por recibir fondos provenientes del narcotráfico. Prevalece el mercantilismo en la política y los partidos, así como el clientelismo político más visible en época electoral. El país arrastra graves problemas estructurales no resueltos que el discurso político sigue utilizando, pero sin proponer soluciones para disminuirlos o erradicarlos.
Guatemala mantiene una estructura social patriarcal, machista y misógina, excluyente, racista y discriminatoria, con largos períodos de autoritarismo, intolerancia, represión, violencia organizada, violaciones graves y sistemáticas a los derechos humanos. Pese a ese contexto, estamos empeñados en construir democracia, sobre todo, democracia participativa entendida como aquella donde los ciudadanos podamos incidir en forma directa en las decisiones políticas y políticas públicas, a través de organizaciones y participando en procesos de consulta directa (referéndum revocatorio, plebiscito). En este tipo de democracia, la ciudadanía tiene mayor intervención y participación en la toma de decisiones que en la democracia representativa.