Cines, la otra atracción de Parí­s


Parí­s ofrece una gran variedad de atracciones para el turista. FOTO LA HORA: ARCHIVO

Ir a la «Ciudad Luz» para sentarse en una sala oscura suena raro, pero es de hecho una interesante alternativa para conocer Parí­s.


En una ciudad donde al parecer hay una cantidad interminable de calles por donde deambular, así­ como muelles, museos y cafés que explorar, los visitantes suelen perderse una de sus más grandes atracciones: los cines.

Las salas de cine se encuentran en toda la capital francesa y en especial en el Barrio Latino. Ninguna otra ciudad en el mundo tiene tantos cines independientes donde se proyecta cada noche un impresionante repertorio y selecciones atractivas.

Nueva York puede tener su encanto, pero la mayorí­a de sus cines independientes cerraron hace mucho tiempo. Los habitantes de Manhattan defienden al Film Forum, pero los parisinos tienen casi una decena de opciones similares a una distancia mí­nima entre cada sala.

Pasar un viaje entero entre proyectores serí­a desde luego un extremo, pero a veces llueve en Parí­s y en ocasiones una noche frí­a en el cine es lo mejor después de un dí­a entre las otras atracciones de la ciudad. Además, a diferencia de muchos puntos de interés en la ciudad, nadie es un turista en el cine.

El primer paso es obtener la Biblia de los cinéfilos, la publicación semanal Pariscope, que se puede comprar por menos de un euro en cualquier puesto de periódicos. En el Pariscope hay una lista detallada de todas las pelí­culas que se exhiben en la semana. Está escrito en francés pero las direcciones, los tí­tulos de los filmes y los horarios son muy fáciles de entender.

Sólo unos puntos importantes: V.O. significa versión original (con subtí­tulos en francés), mientras que V.F. significa versión francesa (doblada al francés). Si su francés no es muy bueno tendrá menos de dónde escoger, pero es sólo un impedimento menor. Por ejemplo, los clásicos del cine estadounidense se proyectan con frecuencia y hay muchas posibilidades de encontrar a Humphrey Bogart o a Woody Allen en Parí­s, ya que al igual que el jazz, a los franceses les gusta mucho el cine estadounidense.

Ir al cine en Francia tiene mucho sentido ya que, después de todo, el cine se inventó aquí­ y realmente es el séptimo arte para este paí­s. Por lo que una visita a la Cinematheque Francaise es necesaria.

Los cinéfilos empedernidos conocen el significado de la Cinematheque, creada con la colección de Henri Langlois en la década de 1930, sus archivos y proyecciones han funcionado por años como una especie de base de operaciones para el gremio cinematográfico de Parí­s. Muchos de los directores famosos de la Nueva Ola, como Francois Truffaut y Jean Luc Godard, se reuní­an ahí­.

Desgraciadamente no puede disfrutarse esta experiencia desde su ubicación original ya que en el 2005 la Cinematheque se cambió a un edificio curvilí­neo diseñado por el arquitecto Frank Gehry en el Parque Bercy, en el 12mo distrito.

A pesar de esto la Cinematheque es indispensable. Tiene un Museo del Cine que incluye algunos artefactos realmente mágicos de la historia del séptimo arte: el proyector de 35 milí­metros de Louis Lumiere, el kinetoscopio de Thomas Alva Edison, los borradores expresionistas de Robert Wiene para «El gabinete del doctor Caligari», una copia del robot Maria de «Metrópolis» creada especialmente para el museo y muchas joyas más.

También hay exposiciones itinerantes y colecciones como fragmentos de filmes, utilerí­a y fotografí­as, que alimentarán su apetito cinematográfico.

Volviendo al Pariscope, el consejo es sencillo: Ir a los cines, ver qué es lo que se está proyectando y buscar lo que más le llame la atención a uno.

Una vez en el cine se puede notar la diferencia en la forma en la que los parisinos ven sus pelí­culas. En algunas ocasiones, las pelí­culas están anunciadas con la hora a la que comienzan los anuncios y adelantos de otros estrenos y también tienen anunciada la hora a la que la pelí­cula comienza realmente. Las rosetas o palomitas de maí­z tampoco son algo muy común en las salas independientes, pues ir al cine es una cosa seria.

Algunos cines valen la pena sólo por conocer su edificio. Le Champo, en la calle des Ecoles, es quizá el más representativo de los cines de arte en Parí­s. Abrió por primera vez en 1938 y a veces ha dependido del apoyo de los manifestantes que se han opuesto a su cierre.

Si la selección de Le Champo no es de su agrado puede intentar alguno de los cines cercanos en la calle Champollion, por ejemplo el Action Ecoles que suele tener una programación buena.

Uno de los cines más viejos de Parí­s es el Studio des Ursulines, cerca del Jardí­n de Luxemburgo en la calle des Ursulines. El cine se construyó en el sitio de un convento del siglo XVII y se convirtió en una discreta sala de proyección en 1926. Ahora tiene estrenos, pero su interior rojo es incomparable.

Studio 28, inaugurado en 1938, es un encantador cine de Montmartre y una buena opción para los seguidores de «Amelie». De hecho, es el cine al que solí­a ir la heroí­na de la pelí­cula (y ella sí­ comí­a rosetas de maí­z). De ser posible una visita a la hora que se pone el sol es lo mejor para ver las luces de la ciudad desde la punta de Montmartre.

También está el Grand Rex un palacio del cine de 1932 cuya sala principal tiene capacidad para 3.000 personas. Es el más grande cine de Parí­s con una arquitectura Art Deco que lo rodea de un aura fantástica.

Al salir a la calle de alguno de esos cines uno puede pensar que la mejor parte de ver pelí­culas en Parí­s es que la ciudad fuera de ellos da la impresión de ser un sueño igual que los filmes.

MíS INFORMACIí“N En Internet


CINEMATHEQUE FRANCAIS: http://www.cinematheque.fr/

LE CHAMPO: http://www.lechampo.com/

STUDIO 28: http://www.cinemastudio28.com/

LE GRAND REX: http://www.legrandrex.com/