Lejos del ruido mediático que rodea a las estrellas y el estrés de la sección oficial, el Festival de Cine de San Sebastián tiene un oasis reservado para el cine latinoamericano de autor.
Se trata de la sección paralela llamada «En construcción», donde seis películas de la región todavía inacabadas se dan a conocer a la industria presente en el certamen.
Un paso decisivo para poder culminar el proyecto. De hecho, el premio de «En construcción», que se anunciaría ayer, no es una preciada Concha de Oro, sino quizá algo mucho más importante para los cineastas noveles: la financiación íntegra de la postproducción pendiente.
Es decir, la inyección económica necesaria para finalizar la película.
«‘En construcción’ son películas que buscan medios para poder terminar», dijo José Luis Rebordinos, director del festival. «Las películas que salen fuertes de San Sebastián normalmente consiguen terminarse y acaban saliendo por alguno de los grandes festivales del circuito: Cannes, Berlín, o la propia San Sebastián».
«Es una sección que funciona muy bien y que nos está dando realmente mucho éxito», añadió.
Un total de 71 cintas de 15 países latinoamericanos se presentaron este año a la selección de «En Construcción». Sólo seis resultaron elegidas para participar en esta 59na. edición.
Entre ellas «Un mundo secreto», del mexicano Gabriel Mariño, que sigue a una joven que intenta encontrarse a sí misma en un viaje que le llevará a cruzar México de punta a punta.
«Es muy interesante estar aquí», señaló Mariño. «Entendíamos la trascendencia del festival y de la sección. Viene gente muy interesante, con un ojo muy afinado y con una sensibilidad muy ‘ad hoc’ para el cine que estamos presentando».
«Es el escaparate perfecto», afirmó.
Durante dos días, las películas se exhiben en un sala de San Sebastián que no es el Palacio Kursaal, donde se desarrolla el núcleo central del festival.
A las proyecciones asisten directores y miembros de la industria europea, española y latinoamericana, que tienen la oportunidad de debatir con los cineastas y analizar las cintas en un coloquio posterior.
El argentino Benjamín Avila es otro de los directores participantes con «Infancia clandestina», una cinta basada en la propia vida del realizador y que evoca un amor infantil en tiempos de la dictadura militar argentina.
«La experiencia sirve mucho para tomar la dimensión de si la película se entiende o no fuera de Argentina. Nos sirvió mucho venir acá y ver como reaccionaba un público extranjero», relató Avila.
«La sección es una ventana maravillosa. Viene gente de la industria realmente y uno siente, puede evaluar perfectamente en qué condiciones está la película», añadió.
Otra de las cintas en competencia es «7 cajas», de los paraguayos Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori. Un thriller que narra la historia de un adolescente que vive en un mercado de Asunción y que un día le encargan transportar siete cajas cuyo contenido desconoce, a cambio de 100 dólares.
«Paraguay ha producido muy poco y tuvo muy pocas oportunidades de demostrar lo que hace. Para nosotros es muy importante estar acá», relató Maneglia.
«Ojalá terminemos la película. Estamos contentos de haber llegado a este punto y bueno, vamos a seguir remando», dijo Schémbori.
Completan la sección la brasileña «Era uma vez Verónica», de Marcelo Gomes; «Joven & alocada», de la chilena Marialys Rivas; y «La playa», del colombiano Juan Andrés Arango.
Al margen del premio, todos los directores coinciden en que lo más importante es haber podido mostrar su cine y seguir peleando por finalizar las películas.
«No hay manera de salir con las manos vacías de San Sebastián», dijo Mariño. «El premio es algo muy aleatorio. Muchas veces depende de muchas cosas que no sólo tienen que ver con la calidad».
«Lo que es seguro es que éste es un empujón muy fuerte», agregó.