Cincuenta y tres años después


Hoy se conmemora un nuevo aniversario de la batalla heróica del 54, cuando jóvenes cadetes se enfrentaron al ejército de La Liberación.

Increí­ble. Quién hubiera podido pensar que la misma Agencia de Inteligencia de los Estados Unidos de América, la temida CIA, que llevara a cabo la planificación e implementación de las operaciones encubiertas con las que se derrocarí­a al gobierno revolucionario guatemalteco hiciera tal ensalzamiento.


El mismo secretario de Estado, John Foster Dulles, el 12 de septiembre de 1953 da luz verde a la segunda operación encubierta (primera en la América Latina) en la negra y criminal historia de esa agencia: la Operación PBSUCCSESS (Operación í‰xito CIA, SS-2003-00003, 928348, 16/11/1953). El costo, señalaba el fascista Dulles, no deberí­a exceder de los tres millones de quetzales, «aceptando colaboraciones externas». (CIA-SS-2003-00003, 924003, 29/10/1953). Los espacios tachados de los desclasificados son suficientes como para leer UFCO. Estos contemplaban cinco rubros: 1.- Redes de inteligencia (8 mil dólares). 2.- Red de rumores (4 mil); 3.- Subversión (10 mil). 4.- Producción y propaganda (5 mil 500). 5.- Contingencias (1 mil 500).

Como complemento, la Operación PBHISTORY, para lo que cuatro agentes arribaron a Guatemala el 8 de mayo de 1954 (CIA, CSI-1997-00018, 137017, 05/08/1954), tení­a como objetivo crear la enorme campaña publicitaria y la recolección de documentos «que probaran la naturaleza comunista del régimen del coronel Arbenz». El complemento directo a esta era la Operación SHERWOOD, llevar a cabo la «guerra sicológica». El propio presidente Eisenhower ordenarí­a asignar 2.7 millones de dólares para ella. Los desclasificados de la CIA, demuestran con una claridad meridiana, la verdad sobre la afrenta que sufriera nuestra Patria por parte del paí­s más poderoso de la Tierra.

Los documentos puestos al alcance del público, demuestran el cinismo con el que esa potencia planificó el atropello a nuestra soberaní­a y nuestra dignidad. Desde la escogencia del traidor coronel Carlos Castillo Armas, a quien le asignaran el nombre codificado de Calligeris, hasta el manual «Estudio para llevar a cabo asesinatos», un folleto-guí­a de 19 páginas en el que se describe cómo llevar a cabo asesinatos polí­ticos y qué armas usar. Las listas que el propio embajador John Peurifoy entregara a los militares que traicionaron a Arbenz en las que se clasificaban a aquellos a quienes deberí­an eliminar y los que deberí­an ser hechos prisioneros o exilados.

Los miembros de la Compañí­a de Caballeros Cadetes desconocí­an, como la mayorí­a de los guatemaltecos, todos estos detalles. Pero sí­ sabí­an que el 18 de junio de 1954, tropas extranjeras habí­an invadido nuestro territorio por la frontera hondureña. Durante 9 dí­as fueron testigos de la presencia armada de los invasores, personificada por los aviones que ametrallaban y bombardeaban nuestra tierra. Desconocí­an que los P-47 y C-47 eran conducidos por pilotos extranjeros. Fueron sus propios investigadores los que develaron sus nombres, Jerry DeLarm, William Beal, Carlos Cheesman, quien tení­a ciudadaní­a guatemalteca, Bob Wade (ex pilotos navales), Fred Sherwood, Ferdinand Schoup (quien habí­a sido segundo jefe de la Misión Aérea de los Estados Unidos en Guatemala), Joseph Silverthorne y T-Bone Williams.

Desconocí­an también los jóvenes militares que muchos de los oficiales que traicionaran al coronel Arbenz habí­an sido «comprados» por el agente de la CIA Henry Heckscher. Lo único que sí­ sabí­an era que, contrario a lo que esperaban, el Ejército no combatió a los invasores, solamente el Teniente «Shillete» Contreras y el Capitán Silva, se habí­an distinguido repeliéndolos en sus puestos. Que la ilusión que habí­an sentido de ver triunfante a las Fuerzas Armadas derrotando a quienes habí­an osado violar nuestro territorio y soberaní­a, se convirtió en decepción, al notar que nadie combatí­a, que el miedo les habí­a paralizado.

La gesta heroica y patriótica que escribiera la Compañí­a de Caballeros Cadetes de la Escuela Politécnica, cuando en un número de ciento treinta jóvenes y sesenta miembros de tropa de alta en la ella, atacaran a los miembros del Ejército de Liberación quienes se encontraban concentrados en el Hospital Roosevelt. Luego de una batalla que durara aproximadamente doce horas, los liberacionistas salí­an con los brazos en alto, vencidos y humillados por los más pequeños de los miembros del Ejército de Guatemala, quienes habí­an librado la batalla que sus superiores no pudieron ni quisieron librar.

A excepción de los oficiales jóvenes, quienes sienten orgullo por la gesta de los cadetes, la mayor parte de los oficiales superiores, hijos y nietos de liberacionistas, no solamente ven con menosprecio o ignorancia a quienes con su gesto garantizaran la sobrevivencia de la institución, sin que fuera contaminada con la incorporación de los oficiales liberacionistas a ella, pactado por los traidores coroneles Castillo Armas y í‰lfego Monzón mediante el pacto de San Salvador (Artí­culo III), sino no han tenido el valor de reconocerla, para no ofender a quienes planificaran, inspiraran, financiaran, armaran y entrenaran a quienes invadieron nuestro suelo.

Para terminar los documentos recabados por esa agencia señalan, para vergí¼enza de la institución, a oficiales (algunos muy destacados), como agentes pagados por la CIA. Y más vergí¼enza aún, cuando aparecen las declaraciones del coronel Hooker, quien fuera funcionario militar de la Embajada estadounidense, cuando dice: «que serí­a una situación por demás embarazosa, si algún dí­a se llamara a todos los oficiales guatemaltecos que han cobrado cheques de la CIA». «La lista (continúa declarando) es tan larga, que prácticamente abarca a todos los oficiales superiores que han tenido poder de decisión en las Fuerzas Armadas». (1995)

Hoy, 53 años más tarde, la CIA, con sus desclasificados, no solo devela una cruda verdad, sino honra y enaltece la figura de nuestros héroes caí­dos ese dí­a en el Hospital Roosevelt: Sargento 2º. Abanderado Jorge Luis Araneda, Cabo de Cs. Cs. Luis Antonio Bosh, C.C. Carlos Enrique Hurtarte y Soldado de 2ª. Lázaro Yucuté.

¡Ojalá que nuestra Alma Máter devuelva su formación nacionalista y patriótica a quienes han escogido la carrera de las armas para cumplir con el sagrado deber de servir a la Patria y a su Pueblo!