La Conferencia de Lambeth, que reunió a más de 650 obispos de la Iglesia Anglicana en Canterbury (sureste de Inglaterra) durante tres semanas, terminó ayer sin que fueran resueltas las fuertes disensiones en torno a la ordenación de mujeres obispas y de homosexuales.
«A lo largo de estos días que hemos estado juntos no hemos superado nuestros problemas ni hemos reinventado nuestras estructuras; eso llevará tiempo», declaró el jefe de los anglicanos, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams, tras la Conferencia de Lambeth.
La Conferencia de Lambeth, que tiene lugar cada diez años, es la única que reúne a todos los obispos y arzobispos del mundo anglicano, que cuenta con unos 77 millones de fieles en el mundo.
Sin embargo, la edición de 2008 no comenzó bajo los mejores auspicios.
Alrededor de un cuarto de los 800 obispos anglicanos, principalmente los tradicionalistas de ífrica, no respondieron a la invitación por sus profundas divergencias en cuanto a los derroteros de la Iglesia Anglicana en los últimos años, a saber la ordenación de homosexuales y mujeres como obispos.
«Claro que no hemos resuelto todos nuestros problemas, pero las piezas están sobre la mesa. Y en los próximos meses, lo importante será invitar a los ausentes de Lambeth a que se impliquen en las próximas etapas», añadió el arzobispo de Canterbury.
Uno de los principales puntos de discordia es la ordenación de obispos homosexuales, una iniciativa tomada en 2003 por la iglesia episcopaliana estadounidense con Gene Robinson.
Este obispo abiertamente homosexual de New Hampshire, cuya ordenación levantó la cólera de los anglicanos más conservadores, que llegaron a calificarlo de hereje, no estaba invitado al cónclave, pero con todo se desplazó hasta el lugar de la reunión.
«No tengo ganas de ser un mártir, sólo quiero ser un buen obispo», dijo.
Según él, más allá de la cuestión de la homosexualidad, la Iglesia Anglicana está viviendo una «lucha de poder» con los prelados de los países del Sur, cuyos fieles son cada vez más numerosos, al contrario que las iglesias de los países ricos, que quieren hacerse oír.
El debate sobre la homosexualidad se vio acompañado de otro tema de controversia: la ordenación de mujeres obispas y arzobispas, iniciada por los anglicanos de Estados Unidos en 1989.
Desde entonces la mayoría de las 44 iglesias anglicanas han seguido el ejemplo estadounidense. La Iglesia de Inglaterra dio el visto bueno a comienzos de julio, pese a la amenazas de defección de 1.300 clérigos.
Según Williams, es «necesaria» una Alianza anglicana para cohesionar a las diferentes entidades de la Iglesia, que disponen de una amplia autonomía.
Para ello, el obispo de Canterbury ha anunciado la celebración «lo antes posible en 2009» de un Encuentro de Primados.
Estas polémicas explican en gran parte el hecho de que la primacía del arzobispo de Canterbury como jefe de todos los anglicanos haya sido puesta en duda tanto por tradicionalistas como por los liberales de la Iglesia.
Cerca de 300 obispos y arzobispos conservadores anunciaron, tras una cumbre en Jerusalén a finales de junio, la formación de una nueva comunión en el seno de la Iglesia anglicana que no reconoce la autoridad del arzobispo de Canterbury.