Julio Donis
Los recientes hechos ocurridos en torno a la discusión en el seno del Congreso sobre la Comisión Nacional contra la Impunidad en Guatemala CICIG, puso a prueba el temple de varias instituciones, problemática que se ha ventilado en los medios de comunicación y que ha hecho revuelo en la campaña electoral de estos días.
Lo que escribo a continuación rebasa toda la parafernalia destapada, a partir de los hechos que implican a por lo menos dos partidos políticos y sus respectivos representantes en el Congreso; también remonta sobre la validez constitucional de una institución extra estatal o de amparo internacional, con abordaje sobre los cuerpos clandestinos y el manto de impunidad con el que suelen operar. Estas líneas no serán dedicadas a las truculentas pugnas internas del partido que lleva la mayor intensión de voto, según las encuestas. Tampoco se trata de las razones que llevaron al Diputado Fajardo a votar contra la aprobación de CICIG, y por lo tanto contra la posición de su partido sobre ese respecto. Todo lo anterior ha sido debatido ampliamente por columnistas y periodistas en distintos medios desde distintos enfoques. Sin embargo les resalto brevemente un par de acercamientos que bien valen la pena no pasarlos tan rápido o desestimarlos.
Por un lado está el punto de vista, diríamos, «de procedimiento» expresado en forma de denuncia por la diputada Nineth Montenegro, en relación a la invalidez que siguió el proceso de aprobación y análisis de la CICIG en las comisiones del Congreso, puesto que según dicha denuncia de la representante de Encuentro por Guatemala, por lo menos 13 Comisiones han trabajado de forma anómala, con el pecado original de una mala conformación de la representación partidaria en las mismas, contraviniendo la Ley Orgánica del Congreso.
¿A quién molesta la CICIG?
Por otro lado están las posiciones políticas partidarias en torno a la aprobación de CICIG, y aquí encontramos el caso de los partidos políticos en clara opinión adversa: el FRG, la UCN y la UD; también se identifica otras posiciones no tan sólidas o tan fuertemente sostenidas, como la del partido oficial GANA, comportamiento que quedó evidenciado recientemente por la casual inasistencia de algunos de sus diputados el día de la votación. Finalmente está el caso de la UNE que puso en entredicho la cohesión de su bloque en el Parlamento y al mismo tiempo expuso la credibilidad en diversos medios políticos de su líder, en medio de una campaña electoral que avanza a la recta final. Sobre esto solo cabe dejar planteada la pregunta, a quién y por qué molesta una entidad como CICIG a los distintos actores políticos, lo cual se ha dejado reflejar en las posiciones de los partidos políticos.
Finalmente y desde una perspectiva de la fortaleza institucional partidaria, es importante analizar la presión a la que fue sometido el partido UNE y especialmente su líder, cuando su jefe de bancada asume un posición política distinta de la del partido, en medio de plena campaña electoral (si el debate se mantuviera por dos semanas, según los expertos en materia comunicacional, habría estragos en la opinión del votante, que en este caso sería el estrato del votante inseguro).
Temple institucional frágil
En otras condiciones y en buena letra esa diferencia se entendería como el derecho al disenso intra-partidario, pero basados en el perfil institucional del partido UNE, que en todo caso está en construcción y desarrollo como todos los demás partidos del sistema, yo diría que es una clara muestra de que el temple institucional de UNE aún es frágil, como los demás partidos. Los hechos en torno a CICIG constituyeron una prueba que dejó entrever el desgaste partidario y los límites políticos que tolera una organización, que ha tenido un crecimiento prematuro en lo que respecta a la intensión de voto, en otras palabras, la madurez política de administrar el crecimiento.
Esto es relevante y de utilidad porque demuestra que el material para forjar una institución como un partido político debe ser flexible pero sólido a la vez, puesto que en el juego de la política y en la responsabilidad de la conducción del Estado, uno de los retos mayores es la presión que significa la coherencia entre acciones y discurso, y aceptar que la verdad siempre aflora tarde o temprano y asumirla no debe ser incómodo porque es inevitable?