China reiteró hoy sus ataques contra el Dalai Lama, acusándolo de desestabilizar Tíbet, al día siguiente de su propuesta de abrir el diálogo con un representante del líder tibetano en el exilio.
La agencia oficial china, China Nueva, anunció ayer que responsables gubernamentales se reunirían «en los próximos días» con un enviado del líder espiritual tibetano.
El sorpresivo anuncio fue alabado por Estados Unidos y las capitales occidentales ante la esperanza de una solución para la situación en Tíbet, a menos de cuatro meses de los Juegos Olímpicos que se inaugurarán el 8 de agosto en Pekín.
Sin embargo, hoy, el Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista Chino (PCC), echó un jarro de agua fría sobre esa esperanza.
«La camarilla del Dalai Lama ha usado todos los medios posibles para socavar la estabilidad y el desarrollo de Tíbet», señaló el periódico en un artículo titulado «Sus acciones violaron seriamente las enseñanzas budistas».
El Diario del Pueblo también acusó al Dalai Lama y a sus seguidores de propagar el «falso rumor» de que China oprime al budismo tibetano y de conspirar para poner a la opinión pública en contra de China.
«El Dalai Lama, el autoproclamado «líder religioso» es realmente el cabecilla de una serie de acciones para sabotear el orden religioso normal de Tíbet», agregó el periódico.
Un portavoz del jefe espiritual tibetano indicó ayer que éste había acogido favorablemente la oferta china de diálogo.
«Es un paso en la buena dirección porque sólo la negociación cara a cara puede conducir a la solución del problema tibetano», dijo Tenzin Taklha en representación del Dalai Lama, premio Nobel de la Paz que hoy volvió a India, país donde vive exiliado desde 1959, procedente de Estados Unidos.
«Volvió a Nueva Delhi», indicó una fuente cercana al líder budista de 72 años, que reside en la ciudad india de Dharamsala, donde también está instalado el gobierno tibetano en el exilio.
Un portavoz de este último, Thubten Samphel, declaró hoy que «las autoridades chinas deben poner fin a esos ataques (contra el Dalai Lama) porque hieren los sentimientos del pueblo tibetano muy profundamente».
«Son innecesariamente provocadores», dijo Samphel por teléfono desde Dharamshala y «en vez de calmar la situación, la están haciendo más tensa».
Por su parte, ayer, el primer ministro del Tíbet en el exilio, Samdhong Rinpoche, reconoció haber mantenido contactos con China.
«Mantuvimos contactos con las autoridades chinas, no sólo para expresarles nuestra preocupación por las medidas de represión (…), si no para darles algunas sugerencias para resolver la crisis», añadió en un comunicado.
El gobierno chino y los representantes del Dalai Lama reanudaron una moribunda ronda de conversaciones secretas a finales de 2002, rota tras el último encuentro conocido, entre junio y julio de 2007.
China se vio muy presionada internacionalmente en las últimas semanas para abrir el diálogo con el Dalai Lama desde las revueltas de marzo en Lhasa, la capital de Tíbet, que también se propagaron por otras regiones chinas pobladas por tibetanos.
Según el gobierno tibetano en el exilio, la represión china causó al menos 150 muertos. La versión oficial de Pekín reconoció 20 muertos (18 civiles tibetanos y dos policías chinos) y los medios chinos siempre han culpado al Dalai Lama de haber orquestado los disturbios.
En el artículo publicado hoy por el Tíbet Daily, un responsable tibetano de la administración pro china que dirige la región estimó que la reciente violencia era «otra muestra atemorizadora de los esquemas pro independentistas de la camarilla del Dalai Lama».