Las proclamaciones entusiastas y los rostros radiantes, entre ellos el del Gran Timonel Mao Zedong, protagonizan la primera gran exposición sobre los derechos humanos organizada por la China comunista, que no menciona la disidencia ni la represión sangrienta de la plaza Tiananmen.
En 1979, el célebre disidente chino Wei Jingsheng reclamaba reformas con un cartel colgado en el «muro de la democracia», situado en el barrio Xidan, en el oeste de Pekín.
Casi 30 años después, cerca de aquel lugar, que ha sido engullido por el frenesí urbanístico, el Palacio de las Minorías acoge esta «exposición sobre los derechos humanos en China».
Esta muestra tiene el objetivo, según los organizadores, de dar a conocer la imagen real de la situación en China a través de una visión alejada de las críticas occidentales al régimen comunista, en el poder desde 1949.
En las tres salas destinadas a la exposición se encuentran imágenes, documentos jurídicos, libros y vídeos, pero no hay ni una sola alusión a la masacre de la plaza Tiananmen en junio de 1989, que conmocionó a buena parte de la comunidad internacional.
Tampoco hay referencias a los diferentes movimientos democráticos que marcaron la sociedad civil en China durante el siglo XX, aunque sí presentaciones de textos jurídicos que garantizan oficialmente los derechos de los ciudadanos, y de tratados internacionales sobre los derechos humanos firmados por Pekín.
La única autocrítica es una referencia al período negro de la Revolución Cultural y a sus «errores graves».
«Como nuestro ambiente político, económico y cultural es diferente al de los países occidentales, tenemos maneras diferentes de poner en práctica los derechos humanos», arguye Yang Zhengquan, uno de los organizadores y responsable de la Sociedad china para el estudio de los derechos humanos.
Esta organización, que depende del ministerio de Relaciones Exteriores, fue creada por el gobierno después del aislamiento en el que se sumió el país por la represión del movimiento democrático en 1989.
«Su principal papel es mostrar una imagen brillante y positiva de la situación de los derechos humanos en China», replica Nicholas Bequelin, investigador en la organización Human Rights Watch de Hong Kong.
Pero Yang estima que las críticas occidentales se deben a un desconocimiento de la realidad china.
«Aconsejo a los extranjeros que vengan a China e investiguen sobre el terreno para descubrir la verdad, y sólo después extraigan conclusiones», asegura.
Se trata de una posibilidad que el gobierno chino negó sin embargo a las organizaciones de los derechos humanos, incluso a la Cruz Roja, explica Becquelin.
«La Cruz Roja Internacional no fue autorizada a visitar las prisiones chinas, aunque va a Arabia Saudí y Guantánamo», subraya.