Dos periodistas que viven del escándalo, sostienen que no son de Che Guevara los restos encontrados en julio de 1997, en una fosa común, en Bolivia. Esto no merma en lo mínimo la enorme influencia que Che ha ejercido y cumple, como ejemplo de permanente espíritu crítico, integridad moral y austeridad, lo que le permitió rechazar los convencionalismos, la fama y los privilegios.
Ciertamente, una gran cantidad de hagiografías lo muestran como un tipo antropológico superior, en quien bulle la necesidad de transformar tanto a la sociedad como al individuo, con gran sensibilidad ante las injusticias y capaz de llegar hasta la propia inmolación.
En Guatemala experimentó la toma de conciencia, pero le negaron trabajo y la oportunidad de defender la revolución encabezada por Jacobo Arbenz. Después encontró su causa y su destino entre los cubanos. El 2 de enero de 1959, quien ingresó en La Habana ya no era Ernesto, sino Che. «Ahora empieza la revolución», advirtió. En Cuba, se concentró en la reforma agraria, la industrialización y la salud para todos, la última como «revolución dentro de la revolución». Abogó por un comunismo sin partido donde «los únicos privilegiados sean los niños».
Guevara promovió el internacionalismo solidario que en la actualidad se extiende en las manos bienhechoras de las brigadas médicas cubanas que atienden a los pobres del mundo en los lugares más recónditos. La impaciencia lo condujo a la malograda misión en el Congo y, posteriormente, a Bolivia, donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967.
Se honra su carácter inclaudicable, que Che debió encauzar a lo largo del tiempo. Sólo los que odian más y conocen menos pueden afirmar que fue un «sanguinario». Insistir en abordarlo como un icono no ha permitido apreciar que dentro del revolucionario sin concesiones, aguarda una persona de gran ternura. La constante lucha contra el asma, lo llevó a afrontar los mayores desafíos, en cotidiana contienda con la muerte. Su convicción del «absoluto sentido fatalista de mi misión que me quita todo miedo», terminó en las palabras que le dirigió a su verdugo: «Póngase sereno, usted va a matar a un hombre».
A casi cuatro décadas de su muerte heroica, sus enemigos no son sólo a quienes combatió. Sus peores adversarios son los que han querido vaciar de contenido su imagen hasta estamparla en camisetas y conducirlo al mercado de las cosas inútiles.
Che es el coloso construido con miles de Ernestos, más o menos anónimos, que han luchado por la justicia y la emancipación. Ernesto Guevara llegó a ser Che gracias a una gran voluntad, una crucial toma de conciencia y la lucha por los desheredados de la tierra. Homenajearlo es admirar a todos los pequeños Ernestos que nunca llegaron a ser Che, pero que entregaron sus vidas por la causa en que creían.