Interesante es el artículo del diplomático Sadio Garavini di Turno, ex embajador de Venezuela acreditado ante el gobierno de nuestro país.
Lo escrito por Garavini di Turno fue publicado en las páginas de opinión del matutino Prensa Libre el lunes 23 de este mes bajo el título «Megalomanía en Venezuela».
Dice el artículo, entre otras cosas, que «El general Alberto Muller Rojas, uno de los ’maestros’ ideológicos de Hugo Chávez, ha confesado en una entrevista reciente que tanto él como el Presidente son megalómanos». Agrega que «La manía de grandeza en política exterior es sumamente peligrosa e irresponsable, como lo demuestran los casos de Napoleón y Hitler».
El dictador venezolano de nuevo cuño, o sea el militronche golpista Hugo Chávez Frías es, en realidad, un individuo caracterizado por el delirio de grandeza, pero en comparación con Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler puede decirse que es un histrión «caricaturesco», y lejos está de tener la estatura de tales personajes que protagonizaron grandes acciones guerreras (el primero) y trágicas el segundo.
Chávez comenzó y sigue obedeciendo las directrices de su padre o abuelo ideológico Fidel Castro ?así lo ha dicho paladinamente él?. Son directrices de inconfundible «socialismo a la soviética», rayano en un comunismo que ya pasó a la triste historia, aunque se intuye que el sureño mandamás de turno puede no ser realmente convencido, sino más bien un convenienciero que arrastra hasta en el alma prejuicios, rencores y odio porque a lo mejor fue un «sargentote» fracasado en el ambiente cuartelero, y ahora está lanzando escupitajos contra el sistema democrático y, sañudamente, contra el capitalismo en el que ha cabalgado y sigue cabalgando?
El histérico gobernante venezolano poco a poco está implantando SU «socialismo del siglo XXI»; poco a poco está tratando de empujar su llamada «revolución bolivariana». Ostenta hasta en la suela de sus botas la efigie de Simón Bolívar con el propósito de engatusar a sus connacionales y a los latinoamericanos en general y, cobijándose bajo el frondoso árbol del gran héroe anticolonialista, él, Hugo Chávez Frías, en el fondo lo que realmente cree por conveniencia ?no por convicción?, según se supone, es en la fiesta brava de la politiquería terrorista que tiene diabólica expresión en Irán, en Afganistán, en Palestina, en Corea del Norte y en algunas otras latitudes.
A nadie debe extrañar que el gobierno del «chavismo» esté azuzando a grupos sociales para que invadan fincas «ociosas» (¿??); a nadie debe extrañar que esté inflando un aparato de espionaje en cada cuadra o en cada manzana de los centros urbanos de población; a nadie debe extrañar que en cualquier momento sea abolida total y «totalitariamente» la libertad de prensa (la de los medios no comprometidos), la de locomoción y, entre otras, la libertad de organización política y sindical; a nadie debe extrañar, en fin, también, que de un plumazo pase a mejor vida la propiedad privada.
En los regímenes liberticidas los seres humanos se convierten en piezas de un maquinón aplastante, opresor, como se vio otrora en Europa Oriental, donde por cierto el comunismo se derrumbó cual castillo de arena no bien había sido desmantelado en Rusia.
Ya el vociferante dictadorzuelo, de gesticulaciones propias de los sátrapas, está preparando casuísticamente, ad hoc, su reinado por tiempo «completo», indefinido. Como que le está gustando el mando y el medro sin tasa por estar ocupando, al menos hoy por hoy, el palacio Miraflores de Caracas, desde donde está pretendiendo, con derroche de prepotencia, acallar las voces de todo un pueblo y tocando a Dios con pecaminosas manos sucias?