Los diputados al Congreso de la República serían culpables del robo de celulares, del asesinato de pilotos de autobuses urbanos, de un chaparrón que caiga de repente cuando uno anda sin paraguas en pleno verano, del dolor de muelas de la suegra querida, de las cachetadas a un legislador de parte de recatadas parlamentarias, de que un congresista desquiciado pretenda que otro representante sea declarado interdicto, en fin, los diputados son culpables hasta de desastres naturales.
  Como le han hecho tan mala fama, cualquiera cree que a los padres y madres de la patria (la suya, diría Platón) se les debe atribuir indistinta desgracia, y de ahí que don Herman Lang, conspicuo miembro de la Junta Directiva del Colegio de Ingenieros y representante del mismo ante el Fondo de Conservación Vial, sin pelos en la lengua, remordimientos en su conciencia ni saliva en su dentadura, no encontró mejor expediente que echarle la culpa a los diputados de los pésimos trabajos que ejecuta en varios tramos carreteros de Petén la empresa Servicios de Ingeniería Delta, que recibió la módica suma de Q132.3 millones para reparar trechos viales, pero después de seis meses de infatigable labor, resulta que los chapuces son propios para efectuar carreras de liendres en aplanadoras.
  Consultado el ya mencionado ingeniero Lang, acerca de quién es la responsabilidad de planificar los proyectos, sin que se le moviera un pelo de sus hirsutas cejas ni que se asomara un parpadeo de sus soñadores ojos, dijo que es responsabilidad de Segeplan, Caminos y Covial, pero que los verdaderos culpables de que abunden baches en los tramos ya reparados son los legisladores, porque «como son proyectos de mejoramiento de los diputados, ellos presionan para que se hicieran…y se hace sin planificación correcta».
   De ser así, los parlamentarios disfrutarían de figurar en el dudoso honor de  actos de corrupción tan comunes en la construcción, reparación y mantenimiento de carreteras, pero también don Carlitos Mencos, el cetrino y bisbisante contralor de cuentas, porque el susodicho señor Lang, casi a punto de derramar su llanto y con la voz quebrada por el coraje y la tristeza, dijo entre suspiros: «Es lamentable que la actuación de la Contraloría se haga sólo al final de una obra. La fiscalización debería hacerse a lo largo de todo el proceso», y, de esa manera -añado yo- las empresas no harían trampa al echar chapopote en vez de concreto.
   Y los diputados deberían estar en las carreteras y no perdiendo el tiempo en el Congreso.
   (-¿Qué está haciendo con esa pala en el jardín?, pregunta el topógrafo Romualdo Tishudo al papá de un estudiante de ingeniería. -Estoy buscando la raíz cuadrada que le dejaron de deber a mi hijo).Â