Ceuta, Melilla y Lampedusa: “Cementerios” de sueños


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Estuvieron más de siete horas aferrados a la parte alta de un cerco con alambre de púas, con las manos y los pies ensangrentados, soportando un viento frío que castigaba los peñascos de la costa africana sobre el Mediterráneo.

POR REDACCIÓN LA HORA*
lahora@lahora.com.gt

Los 27 migrantes subsaharianos estaban en el límite entre la miseria económica de África y los sueños de prosperidad de Europa: de un lado del muro estaba Marruecos, del otro el enclave español de Melilla.

La sed, el hambre y la fatiga finalmente pudieron con los migrantes. Uno por uno, descendieron a duras penas las escaleras que habían colocado las autoridades españolas del otro lado del cerco. La policía española los entregó a la marroquí.

El grupo formaba parte de una nueva ola de africanos que, con el arribo de la primavera boreal, intentan llegar a Europa en cantidades récord, arriesgando sus vidas en busca de un futuro mejor. Usan rutas peligrosas e intentan cruzar el Mar Mediterráneo con embarcaciones precarias, con destino a la isla italiana de Lampedusa, o atravesar el desierto, selvas y montañas para escalar el cerco que los separa de Melilla y del otro enclave español en el norte de África, Ceuta.

Todavía no hay datos oficiales para el 2013 en España, pero en los primeros tres meses del 2014, la cantidad de migrantes que llegaron a Melilla ya es superior a los 1.000 del mismo período el año pasado. Tan solo el 18 de marzo, 500 personas –cifra sin precedentes– completó el cruce. Semanas antes las autoridades marroquíes habían impedido el cruce de 700 migrantes.

Toda Europa está sintiendo la presión migratoria africana. Las Naciones Unidas dijeron que hubo un aumento del 300% en la cantidad de migrantes que intentan llegar por mar a Lampedusa este año.

Italia recogió unos 4.000 migrantes en altamar en los dos últimos días, de acuerdo con el gobierno. Este año, los italianos ya han rescatado a 15.000 migrantes y otros 300.000 esperan en Libia para intentar el peligroso cruce.

Para los migrantes de Melilla, la mayoría de los cuales pasó los dos últimos años atravesando el centro y oeste de África, su detención en Melilla es tan solo un traspié temporal. Es previsible que en pocas semanas intenten de nuevo llegar a Europa. Decenas resultan heridos en cada intentona y a menudo hay muertes, incluidas las de 15 personas que se ahogaron cerca de Ceuta el 6 de febrero, luego de que guardias españoles les dispararon balas de goma.

La Corte Suprema española prohibió el uso de balas de goma luego del revuelo causado por ese incidente. Eso puede envalentonar a los migrantes. «No se sienten tan amenazados», expresó Anke Strauss, de la Organización Internacional de la Migración.

Melilla y Ceuta son los únicos puntos que permiten llegar a Europa por tierra desde África. Casi todas las semanas cientos de migrantes bajan de campamentos en la montaña, desbordan a la policía marroquí e intentan escalar los cercos, usando varas para hacer presión sobre los alambres de púa.

«Mientras haya una diferencia económica tan grande y los problemas que hay en África, siempre habrá migrantes», afirmó Adil Akkid, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, que trabaja con los migrantes acampados alrededor de la ciudad marroquí de Nador, cerca de Melilla. «Europa es el continente más rico y más cercano».

El aumento en la cantidad de gente que intenta llegar a los enclaves españoles obedece en parte a que las autoridades han logrado contener un poco el flujo de migrantes a través del mar. En febrero, Marruecos anunció que había reducido en un 93% ese flujo.

España ya emitió señales de alarma sobre la inmigración ilegal. Recientemente el presidente del gobierno español Mariano Rajoy pidió un «mayor compromiso» para lidiar con la situación en Ceuta y Melilla. Las autoridades españolas y marroquíes calculan que hay no menos de 30.000 inmigrantes ilegales en Marruecos, la mayoría de los cuales esperan poder llegar a Europa.

Ante semejante presión, los países apelan a tácticas cada vez más brutales, según organizaciones defensoras de los derechos humanos. En febrero Human Rights Watch (HRW) denunció que las fuerzas de seguridad de ambos países golpeaban a los migrantes y expulsaban a los que lograban cruzar el cerco sin considerar sus pedidos de asilo.

Los malos tratos no intimidan a los migrantes.

Si bien en las calles de Nador abundan los migrantes con muletas, que resultaron heridos tratando de cruzar la frontera, hay muchos más esperando intentar el cruce.

Desde el monte Gourougou se divisan Nador y Melilla y en sus laderas boscosas se instalan miles de migrantes. Viven en tiendas y se preparan para escalar el cerco durante la noche.

Para todos ellos, el cruce del cerco es el final de una empresa que a menudo toma años y que incluyó largas travesías de terrenos inhóspitos.

«Ni sé hace cuánto tiempo me fui de casa», comenta un joven de aspecto senegalés que sube la montaña llevando consigo botellas de plástico vacías que recogió mientras buscaba comida en basurales de aldeas vecinas.

«No puedo volver con las manos vacías después de todo por lo que pasé. Imposible», agrega.

Sus acompañantes, incluido un camerunés de 16 años, asienten al tiempo que suben un terreno lleno de cactus bajo una llovizna. Nadie quiso dar su nombre por temor a que eso perjudique sus posibilidades de llegar a España.

A la distancia comenzaron a escucharse ruidos de sirenas y gritos. Los migrantes dijeron que eran patrullas de la policía marroquí que hacían su recorrido diario por la ladera de la montaña buscando migrantes.

A pesar de la presencia policial, varios cientos de migrantes intentaron escalar el cerco esa noche. Veintisiete de ellos quedaron varados en lo alto del cerco, mientras que el resto fueron rechazados.

«Tenemos cinco minutos para cruzar el cerco porque llegan refuerzos policiales. Si cruzamos antes de que lleguen, podemos lograrlo», dijo Aba, un joven musculoso de Camerún en un campamento temporal de refugiados de Melilla.

Quienes ponen pie en tierra española, son alojados en campamentos de refugiados y luego de algunos meses son trasladados a la parte continental de España, donde se decidirá si se tramita su repatriación –algo que resulta complejo si no tienen documentos y mienten acerca de su nacionalidad– o no. Lo más probable es que sean liberados y se puedan quedar en España.

«Nada en el mundo es más difícil que ese cerco y siempre hay muertos», dijo Jackie Mefire, un joven de la República Centroafricana que fue devuelto tres veces antes de que finalmente logró llegar a Melilla.

Detrás de él en una zona residencial, se divisaba un terreno de golf en el que españoles pudientes ensayaban su putt.

UE-ÁFRICA

La Unión Europea (UE) y los países africanos han dicho  que quieren combatir la inmigración ilegal a Europa y el tráfico de personas, pero siguen sin encontrar soluciones concretas y las promesas escuchadas en el último día de la cumbre bilateral en Bruselas –realizada a principios de abril–, fueron muy vagas.

Los jefes de Estado y gobierno de la UE y África se comprometieron en una declaración conjunta a prohibir el tráfico de personas, asegurar mejor sus fronteras y combatir la pobreza. Además, intentarán que menos personas abandonen sus países en África para ir a Europa, pero incentivarán la inmigración legal para trabajar.

   Organizaciones de derechos humanos acusan a la UE de llevar una peligrosa política de aislamiento, pero Bruselas no cambió nada hasta el momento.

   El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy dijo que el objetivo es evitar tragedias como la de Lampedusa.

Por su lado, el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini-Zuma, respondió que si se logra formar a los jóvenes y darles una perspectiva de futuro, no se tendrán que viajar a Europa a través de Lampedusa, sino que podrán hacerlo normalmente por el aeropuerto y serán bienvenidos en Europa.

   Unas 90 delegaciones de los 28 países de la UE y 54 países africanos participaron en la cuarta cumbre de este tipo (tras las ediciones anteriores en El Cairo, Lisboa y Trípoli) en la que firmaron acuerdos de colaboración, aunque en términos muy generales.

   La UE prometió más ayuda financiera a África para garantizar la paz, para la formación de las fuerzas de seguridad y para proyectos de infraestructuras. Además, se intenta incentivar la inversión de empresas europeas en África.

   «África es un continente de oportunidades increíbles», dijo Dlamini-Zuma, de la Unión Africana, señalando que tiene mucho de lo que la UE y los empresarios pueden beneficiase, como enormes superficies cultivables o mucha fuerza laboral joven. «Pero sólo las oportunidades no bastan», es necesario aprovecharlas, apuntó.

   Los europeos además manifestaron su voluntad de reformular su cooperación con África, que pasaría de ayudas al desarrollo a corto plazo a inversiones y relaciones comerciales a más largo plazo. «El lema es pasar de la ayuda al comercio y las inversiones, para combatir la pobreza», dijo van Rompuy.

   La próxima cumbre UE-África está prevista para 2017 y se celebrará de nuevo en un país africano.

Mientras la diplomacia camina a paso lento, los defensores de derechos humanos insisten en respuestas rápidas y efectivas, como HRW, que recientemente indicó que las autoridades de España y Marruecos deberían ratificar los procedimientos para proteger los derechos de migrantes y rechazar las expulsiones sumarias en la frontera.

Devolver a la gente sin cumplir el debido proceso ni evaluar si necesitan protección, implica una violación del derecho español, europeo e internacional”, observó Judith Sunderland, investigadora sénior para Europa occidental de Human Rights Watch. “Especialmente cuando los migrantes obligados a regresar a Marruecos se enfrentan a la violencia y otros abusos a manos de las fuerzas de seguridad marroquíes”.

HRW, otras organizaciones no gubernamentales y el instituto independiente de derechos humanos de España han documentado casos de expulsiones sumarias ilegítimas hacia Marruecos efectuadas desde los enclaves españoles. L

os testimonios de migrantes indican que miembros de la Guardia Civil española que patrullan las fronteras de los enclaves entregan a algunos migrantes a las fuerzas de seguridad marroquíes directamente a través de los vallados y sin ningún tipo de debido proceso. Las leyes migratorias españolas prohíben este tipo de expulsión y garantizan a los migrantes en situación irregular el derecho a obtener asesoramiento jurídico y un intérprete durante los procedimientos de deportación.

Las autoridades españolas han negado reiteradamente que sus fuerzas de control de fronteras lleven a cabo expulsiones sumarias, pero declaraciones recientes de funcionarios en Madrid sugieren que actualmente se pretende legalizar esta práctica a través de un convenio expreso con Marruecos dentro del marco de su acuerdo bilateral de readmisión. El acuerdo, que si bien se suscribió en 1992 comenzó a aplicarse recién en 2012, prevé formalidades mínimas para facilitar el retorno de ciudadanos de terceros países. Atentar contra las garantías, de por sí endebles, de derechos humanos como contempla el acuerdo constituiría un paso en la dirección equivocada, observó HRW.

“El argumento de que una persona no se encuentra realmente en España hasta que traspasa el punto donde hay un policía resulta absolutamente desconcertante”, señaló Sunderland. “España no puede mover la frontera según le apetece, ni tampoco puede desconocer el derecho de la UE ni las normas internacionales de derechos humanos”.

El derecho internacional y el de la UE prohíben la denominada refoulment, es decir, enviar forzadamente de regreso a las personas a sitios donde estarían expuestas a un riesgo concreto de trato inhumano o degradante.

“Los intentos de cruce masivo de los vallados en Ceuta y Melilla implican graves problemas en materia de seguridad, y España tiene derecho de controlar sus fronteras”, aseveró Sunderland. “Pero estos desafíos no eximen a España de la obligación de respetar los derechos humanos, incluido el derecho a pedir asilo, y de proteger a migrantes del trato inhumano”.

PREOCUPACIÓN ESPAÑOLA

MADRID
Agencia dpa

   La inmigración se coló en marzo por primera vez en el último año entre las ocho principales preocupaciones de los españoles, según los datos publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas del país (CIS, estatal).

   El repunte coincide con los intentos masivos por parte de cientos de inmigrantes subsaharianos de cruzar la valla fronteriza que separa Marruecos de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla -en el norte de África- y con la muerte de 15 personas cuando intentaban alcanzar suelo español allí, el pasado mes de febrero.

   Con el debate sobre las políticas migratorias sobre la mesa tanto en España como en la Unión Europea (UE), el cinco por ciento de los españoles encuestados citó la inmigración como principal preocupación.

    La proporción se sitúa en los niveles de 2012, aunque muy lejos de los del año 2006, cuando era la principal preocupación de los españoles, que veían como cientos de personas llegaban casi a diario en embarcaciones y pateras a las costas españolas.

   Así, pasa de ocupar en febrero el puesto 16 de la lista de los principales problemas que afectan a los españoles, al puesto octavo en mazo.

   El primero sigue siendo el desempleo. Pese al mensaje positivo que lanza el gobierno de Mariano Rajoy desde hace meses y de la mejora de los últimos datos publicados, el alto porcentaje de personas sin trabajo (26 por ciento) preocupa ya al 82 por ciento de la población, un punto más que en el mes anterior.

   Al desempleo le siguen la corrupción y los problemas económicos, en el marco de una crisis que afecta al país desde hace ya un lustro.

«¡Salida, salida!»

Por Ana Lázaro Verde
MADRID / Agencia dpa

«¡Salida, salida!». Con este grito unánime se dirigieron al ministro español de Interior los inmigrantes recluidos en un centro para extranjeros sin papeles en Melilla, desbordado desde hace meses por la continua entrada irregular de subsaharianos al enclave español.

Reclamaban, con las escasas palabras que conocen del idioma, salir de unas instalaciones que están preparadas para acoger a 480 personas y albergan actualmente a más de 1.300.

La escena se produjo durante el viaje del ministro Jorge Fernández Díaz a las dos ciudades autónomas españolas situadas en el norte de África: Ceuta y Melilla. Es el primero que hace tras la muerte  de 15 subsaharianos que fallecieron ahogados al intentar cruzar la frontera con Marruecos, perseguidos por agentes españoles.

El suceso causó gran polémica en España y le valió al gobierno de Mariano Rajoy una reprimenda de la Unión Europea (UE), que criticó duramente el uso de balas de goma contra los inmigrantes y llegó a sugerir que podrían haber influido en su muerte.

Ante esta situación, y después de que la Guardia Civil recibiera la orden de no volver a disparar este tipo de material, Fernández Díaz anunció que el gobierno destinará 1,5 millones de euros a reforzar el vallado fronterizo.

Adelantó que se instalará en él una malla «antitrepa» y cámaras de vigilancia para intentar disuadir a los miles de subsaharianos que esperan en Marruecos la oportunidad para saltarlo.

El último intento, uno de los más numerosos, tuvo lugar esta misma semana, cuando unas 1.500 personas intentaron sin éxito entrar desde Marruecos en Ceuta.

Fernández Díaz calificó la situación de «emergencia de Estado» y volvió a llamar a la puerta de la UE para pedir más implicación. «Este problema debe tratarse como una política de Estado en cooperación con la Unión Europea», insistió.

Tras visitar el miércoles el enclave de Ceuta, recorrió hoy el perímetro fronterizo de Melilla, donde se reunió con responsables de las fuerzas de seguridad del Estado, que lamentan desde hace meses estar desbordadas por la presión migratoria.

Más tarde, el titular de Interior se dirigió al centro de estancia temporal de inmigrantes, donde los medios le esperaban con gran expectación al ser la primera vez que visitaba esta instalación, concebida para acoger de forma temporal a las personas que llegan a España clandestinamente.

Allí, una mujer lavaba a mano su ropa con su bebé a la espalda. «¿De dónde eres?», le preguntó el ministro, mientras posaba ante las cámaras. «De Nigeria», contestó ella. «¿Y cuánto tiempo llevas aquí?». «Dos años», dijo la mujer. «¿Lleva aquí dos años?», preguntó el ministro con sorpresa volviéndose hacia sus acompañantes.

Esta semana está previsto que 60 personas abandonen el centro para aliviar la saturación que sufre. En las últimas semanas, fue necesaria la instalación de tiendas de campaña para acoger a las decenas de inmigrantes que lograron su objetivo: trepar la valla fronteriza y pisar suelo europeo tras un largo viaje por África.