Las encuestas más recientes sobre intención de voto, patrocinadas por empresas periodísticas, sugieren, en este momento (y únicamente en este momento), que en la elección presidencial del próximo día 11 de septiembre podemos tener sensata certeza sobre tres sucesos. Primero, el candidato presidencial Otto Pérez Molina obtendrá la mayoría de votos. Segundo, esa mayoría de votos no será suficiente para ganar en una primera elección, y habrá, por consiguiente, una segunda elección. Y tercero, el competidor de Pérez Molina, en una segunda elección, será Eduardo Suger, o será Manuel Baldizón.
Esa certeza se fundamenta en tres productos estadísticos de las encuestas más recientes. El primero consiste en que las encuestas convergen en adjudicarle la mayor proporción de intención de voto al candidato Pérez Molina, aunque divergen, hasta excesivamente, sobre la proporción adjudicada. El segundo consiste en que las encuestas convergen en adjudicarle a Pérez Molina, una proporción de intención de voto menor que la necesaria para ser candidato ganador en una primera elección. El tercero consiste en que las encuestas convergen en adjudicarle a Suger y a Baldizón una proporción de intención de voto notablemente mayor que la proporción adjudicada a los otros candidatos (excluido, por supuesto, Pérez Molina); y la proporción adjudicada a cada uno de ambos es similar, o por lo menos la diferencia no brinda suficiente certidumbre estadística sobre el candidato (es decir, Suger o Baldizón) que tiene la mayor proporción.
Opino que todavía no hay una sensata certeza sobre el candidato que ganaría en una segunda elección, ni sobre la proporción de votos que obtendría. Evidentemente, es más probable que improbable que el candidato que obtuvo la mayoría de votos en la primera elección (pero no la mayoría necesaria para ser electo Presidente de la República, o mayoría absoluta), sea el ganador de la segunda elección. Empero, esa probabilidad no es seguridad. Precisamente en el segundo de los últimos seis procesos electorales que se han celebrado en nuestro país, Jorge Carpio, candidato presidencial ganador de la primera elección, fue perdedor en la segunda elección. El ganador fue Jorge Serrano. Por supuesto, cada proceso electoral tiene su propia historia; pero tenerla no impide suministrar un ejemplo de aquello que puede suceder.
Conjeturo que el proceso de una segunda elección puede ser muy diferente si el competidor de Pérez Molina es Eduardo Suger, o si es Manuel Baldizón. La diferencia surgiría de la contrastante personalidad de Suger y de Baldizón. Por ejemplo, mi impresión es que en Suger predomina el intelectual, y no el político; y en la personalidad de Baldizón predomina el político, y no el intelectual. O en Suger hay pudor moral para evitar el ímpetu demagógico; y en Baldizón no hay tal pudor, y el ímpetu demagógico tiende a manifestarse con licenciosa plenitud. O Suger tiene un genuino interés cívico por ejercer la Presidencia de la República; y Baldizón tiene una peligrosa ambición política por ejercerla. O Suger no parece conferirle valor a cualquier medio para lograr sus fines; y Baldizón parece conferirle valor a cualquier medio.
Post scriptum. En el próximo día 11 de septiembre habrá realmente dos simultáneas elecciones: una que garantizará que Pérez Molina competirá en una segunda elección; y una que seleccionará, entre Eduardo Suger y Manuel Baldizón, al candidato que competirá con Pérez Molina.