CERCOS Y MALEZA


Lo que muestran las ruinas de El Carmen, en la parte superior, evidencian su abandono aún en 1940.

Por Mario Gilberto González R.*

La ciudad de Antigua Guatemala nació bajo el signo del abandono. Las órdenes dadas por don Martí­n de Mayorga fueron terminantes para no permitir que se reconstruyera nada de lo que quedó en pie con el seí­smo de Santa Marta, ni se limpiaran las calles de ripio. Negó -incluso- la construcción de más ranchos provisionales para guarecerse de la intemperie. En el preciso momento del terremoto, terminó el esplendor de la M.N. y M.L. ciudad de Santiago de Guatemala, empezó su ocaso y hasta su muerte nominal. Jamás la nombró ciudad de Santiago sino simplemente Guatemala.


Aun en la década del 50, éste era el aspecto de algunas mansiones abandonadas.Cerco de troncos y alambres de púas y maleza impiden la entrada, a las ruinas de la Candelaria. Enero 2010.La plaza del Conde, flanqueada por cerco de troncos con alambre de púas y maleza. Enero 2010.Preciosa fachada que daba acceso a la Capilla donde fue venerada la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Candelaria, convertida hoy en aparcamiento de vehí­culos. Enero del 2010.Acceso a la Capilla de Jesús Nazareno con rejas, alambres de púas y maleza.

La orden fue el traslado inmediato al establecimiento de la Ermita. Y para sentar un precedente, él mismo se trasladó al nuevo asentamiento, donde tuvieron que construir barrancones y ranchos para su alojamiento, porque todo era potreros.

Desde ahí­ lanzó sus severas órdenes para convertirse en el temible enemigo de la ciudad a la que de inmediato borró su nombre de Santiago y llamó simplemente ciudad de Guatemala cuando se dirigí­a a su Majestad el Rey o al Virrey de Nueva España, porque en sus órdenes de traslado, llamó indistintamente «ciudad arruinada» o «proscrito suelo» y era tanto el odio a la ciudad de Santiago de Guatemala que lo recibió tan mal, con un temblor cuando arribó a la finca Cabrejo, otro cuando ingreso a la ciudad de Santiago de Guatemala en un apoteósico recibimiento, un seí­smo le hizo temblar la pluma en el momento que tomó posesión del honroso cargo de Presidente de la Real Audiencia, Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala y a los pocos dí­as con un terremoto, que no acostumbrado a esos movimientos telúricos, lo llenó de pánico y sus órdenes fueron prohibir la reconstrucción y que las instituciones reales, civiles, educativas y religiosas, se trasladaran de inmediato con sus enseres a la Ermita y los habitantes no permanecieran por más tiempo en ese «terrible suelo» y les fijó el «preciso término de dos meses» para hacerlo, porque el desamparo tení­a que ser total, las ruinas que están en pie serán demolidas y «la población de Goathemala debe de quedar enteramente extinguida y asolada dentro del preciso término de un año» y por lo tanto, debí­an de salir «de aquel proscrito suelo».

Con don Martí­n, se cumplió la sentencia popular de que cuando se está de malas, es fácil pincharse con la aguja al caerse en el pajar.

Con estas terribles disposiciones, tal parece que Atila se encarnó en el espí­ritu de Mayorga y así­ como borró de su pluma el nombre de Santiago, lo mismo deseaba para que la «ciudad arruinada», quedara totalmente extinguida en el menor tiempo posible. En un abandono total.

Don Fernando del Sobral, fue un fiel cumplidor de las órdenes de Mayorga y apretó un poco más la tuerca. No permitió ninguna reconstrucción, prohibió la entrada de mercancí­as y abastos y hubo corte del servicio de agua potable. Se presionó por todos los medios para que ese proscrito suelo fuera abandonado. Y si eso hizo don Martí­n, más lo fue don Matí­as de Gálvez que por su rivalidad con Mayorga por el Virreinato de Nueva España, descargó toda su furia para demostrar su autoridad y poder y si don Martí­n no lo logró, él si iba a aplastar a la ciudad arruinada, que con sus disposiciones quedaba cada vez más desolada. No satisfechos aun, don Guillermo de Mencé -que fue el fiel ejecutor de sus órdenes- le puso la tapa al pomo y ordenó por bando «que el proscrito suelo debe ser abandonado en veintidós dí­as…deben cerrarse las puertas de las casas de habitación, abandonarlas y el que incumpla debe ser remitido en partida, sin excepción, al presidio de la nueva capital.»

Ningún vecino -de los que desobedecieron tan fatales órdenes- removieron nada. Así­ la encontraron y vieron viajeros extranjeros al correr de 1800, que en sus libros describieron el estado de abandono de la ciudad, llamada ya, Antigua Guatemala. Paredes desteñidas con grietas y humedad, techos con monte alto, telas de araña en sus habitaciones y escombros en sus calles. Reflejan un estado de calamidad y pobreza.

Como agua de cántaro llegó en 1852 a la ciudad de Antigua Guatemala, don José Marí­a Palomo Montúfar para desempeñar el cargo de Corregidor. Fue el restaurador de la ciudad abandonada. El agua de Mayo que necesitaba Antigua Guatemala. Mayorga y de Galvez, eran unas sombras nefastas para la ciudad que quisieron que no quedara piedra sobre piedra. Don José Marí­a, en cambio, apreció el valor escondido entre los escombros y mandó a limpiar sus calles, remozó las plazas. En la de San Pedro levantó una pila pública con lavaderos populares y se reconstruyó la iglesia de Ntra. de las Mercedes, los palacios de los Capitanes Generales y del Noble Ayuntamiento, el Arco de Santa Catalina, las alamedas y tantos edificios más que hicieron cambiar el aspecto y el ambiente de la ciudad que empezó a ser valorada por su bella arquitectura y por su riqueza histórica. A pesar de ese esfuerzo, aun quedó mucho por hacer y el abandono era latente.

Así­ la conocimos nosotros en los finales de la década del 30. Calles sin empedrar, ruinas de templos, conventos y monasterios con escombros y maleza. Iglesia de San Francisco y convento de la Escuela de Cristo, hoy restaurados. Grandes mansiones abandonadas, el artesonado podrido, el techo de tejas hundido y con monte. Las paredes con grandes grietas y húmedas donde crecí­an libremente matas de chocón.. Las Capillas de los Pasos con sus paredes manchadas de moho, cúpulas rotas por donde penetraba el agua y era permanente la humedad, puertas rotas y podridas. Varias ruinas ocultas entre matas de cafeto y árboles de gravileas y otras con siembra de maí­z en el entorno. Otras eran desconocidas para los antigí¼eños porque estaban en propiedad privada con cercos de troncos y alambre de púas y sembradas de chichicaste y yerba mala para impedir el paso. Otras ocultas con tapiales altos.

El abandono de la ciudad de Santiago de Guatemala, siguió con la ciudad de Antigua Guatemala hasta el año de 1942, cuando para celebrar el IV Centenario del traslado de la ciudad de Santiago de Guatemala del valle de Almolonga al valle de Panchoy, el gobierno del presidente Ubico, mandó a descombrar y limpiar el interior de las ruinas, recuperó las plazuelas que se embellecieron con jardines y rosas y las capillas de la Calle de los Pazos fueron remozadas.

He contado lo anterior porque el abandono parece ser un signo en la ciudad llamada por los poetas «de las Perpetuas Rosas». Para ilustrar un estudio histórico, solicité fotografí­as de varias ruinas y me sorprendió que las de Ntra. Sra. de la Candelaria están en completo abandono. Cercos de troncos y alambres de púas y maleza alta, impiden su acceso. Y si eso fuera poco, rejas de hierro limitan el interior de la iglesia que está convertida en aparcamiento de vehí­culos. Las fotografí­as fueron tomadas el lunes 25 de enero del 2010.

Cuando las ruinas fueron recuperadas, se le devolvió su amplia plazuela conocida como Plaza del Conde. En 1948, la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Candelaria, en un acto solemne en presencia de autoridades religiosas y civiles y de la banda departamental que interpretó marchas fúnebres, develó una placa recordatoria de que en esa capilla estuvo por largos años la venerada imagen de Jesús Nazareno que salí­a en procesión de luces a la primera hora del dí­a de la Cena del Señor. El domingo 3 de marzo de 1963, en una peregrinación especial, volvió la venerada imagen a las ruinas de la Candelaria, para conmemorar el IV Centenario del culto y devoción. Permaneció frente a la fachada. En la plaza del Conde -entonces limpia y bien cuidada- se ofició una misa solemne ante cientos de devotos que la abarrotaron y a las dos de la tarde se inició una procesión por las calles de Antigua Guatemala. Si pronto no se cuida, consolida y valora la artí­stica y preciosa fachada que aun está en pie, de la que fue iglesia de Ntra. Sra. de la Candelaria -parodiando lo que Axia le dijo a Boadil cuando perdió la Alambra- vamos a lamentar inutilmente como mujer, haber perdido lo que no consolidamos como hombres para la posteridad.

La fachada abandonada, corre el mismo riesgo que corrió la preciosa fachada de la iglesia de San Sebastián, que no soportó el seí­smo del 4 de febrero de 1976 y rodó por los suelos. Así­ se perdió una joya irreparable.

El amor que le tenemos a la ciudad que nos vio nacer, nos produce dolor ver que una de sus joyas -por la que es reconocida como patrimonio cultural de la humanidad- permanezca entre cercos y maleza.

* Ex Cronista de la ciudad de Antigua Guatemala.