Centroamérica: nuevamente en la encrucijada


El Sistema de Integración Centroamericana (SICA) tiene su fundamento en cuatro pilares: paz, democracia, desarrollo y libertad. Esta es la institucionalidad que nos dimos los centroamericanos con el Protocolo de Tegucigalpa (1991), después de la larga pesadilla que vivió la región, cuando a los conflictos internos se sumaron el debilitamiento de Mercado Común y el acecho de fuerzas extrañas, que hicieron de Centroamérica una ví­ctima inocente de la Guerra Frí­a.

JUAN Hí‰CTOR VIDAL

Soóo la voluntad de los gobernantes que iniciaron el proceso de Esquipulas, estimulados por la comunidad internacional, fueron capaces de ponerle término a ese doloroso y prolongado episodio. Allí­ comenzó a delinearse la ruta del reencuentro bajo la influencia de un espí­ritu democratizador, que se hizo más intenso, con el derrumbamiento de la ciudadela marxista.

Pero esta toma de conciencia tení­a como sustrato el éxito del Mercado Común, que como lo demostrarí­a el caso de la Unión Europea, bajo el pensamiento inspirador de Schumann y Monnet, harí­an del Viejo Continente una comunidad de naciones unidas por ví­nculos económicos y polí­ticos, donde la democracia y la paz se erigen como bastiones fundamentales. Atrás quedaron los centenarios desencuentros entre Alemania y Francia por la hegemoní­a sobre Alsacia y Lorena.

En la historia moderna, los centroamericanos tuvimos también hombres visionarios, que se dieron a la tarea de rescatar el ideal morazánico, pero esta vez mediante la economí­a y el comercio, que ha sido históricamente la forma más efectiva para empezar a unir a las naciones. El SICA se inspiró en eso y en el relativo éxito de la ODECA, para institucionalizar el esfuerzo unionista en un escenario mundial más comprometido con los valores democráticos.

Lo que ha pasado en Honduras no puede verse por ello como un acontecimiento polí­tico más, porque más allá de sus orí­genes y desenlace, sólo recuerda la triste historia polí­tica latinoamericana abonada por la sangre derramada de muchos inocentes, cuando los regí­menes despóticos coparon los espacios que deberí­a haber ocupado la convivencia armoniosa y el florecimiento de la democracia.

Ha pasado más de una semana, desde que se produjo el derrocamiento del presidente constitucional de Honduras, señor Manuel Zelaya, pero al momento de escribir estas lí­neas, lo único claro es la persistencia de un clima de zozobra y división en la ciudadaní­a hondureña y de intranquilidad en la comunidad centroamericana.

La debilidad institucional -que se ha puesto en evidencia tanto por la supuesta pretensión del presidente Zelaya de perpetuarse en el poder, como por la reacción de los otros órganos del Estado hondureño- puede desembocar en un caos interno y en un aislamiento total de ese paí­s, si las partes involucradas no se atienen a lo que decida la comunidad organizada de naciones. Es más, las sanciones económicas y diplomáticas que han sido anunciadas -incluyendo a la Unión Europea- repercutirán de manera inevitable en el resto de Centroamérica.

Ya El Salvador fue afectado por el bloqueo comercial impuesto a Honduras por la reunión de presidentes del SICA -con la notable excepción de la democrática Costa Rica que lo rechazó- a pesar de que solo duró dos dí­as. Consecuentemente, el efecto dominó que causarí­a un bloqueo contra Honduras por parte de la comunidad internacional puede resultar de impredecibles consecuencias para toda la región, no solo en lo económico, sino también en lo polí­tico y social.

Ojalá que Chávez entienda de una vez por todas que las divisiones que está creando en la región -aunque sea bajo el camuflaje que le brinda su pupilo Ortega e invocando hipócritamente el pensamiento bolivariano- son rechazadas por la mayorí­a de centroamericanos. Nosotros también tuvimos lí­deres de nuestra propia unión, pero jamás un gobernante ha hecho una interpretación perversa de sus ideas para impulsar tiraní­as. Y si de salvaguardar la democracia se trata, Uribe también deberí­a recapacitar y nosotros, poner nuestras barbas en remojo.

Tomado de LA PRENSA GRíFICA