Centenario Instituto Nacional Central para Varones


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Entre la coyuntura polí­tica, económica y social y las elecciones, me hicieron olvidar un aniversario que siempre es motivo de grandes recuerdos, diferentes convocatorias y llamadas de amigos. El uno de agosto fue el aniversario del Instituto Nacional Central para Varones, institución educativa de la cual me enorgullece haber pertenecido y de la cual no sólo obtuve buena parte de mi formación, sino además pude forjar una enorme cantidad de amigos.

Juan José Narciso Chúa

 


El Instituto Central significó un tiempo de estudio que trascendió en significado en mi existencia, por el hecho que me permitió adentrarme en las responsabilidades propias de mi vida a una temprana edad, aprendiendo con base a las enseñanzas de esos años, los golpes propios de ese perí­odo, la convivencia con amigos, las primeras novias, la convivencia polí­tica institutera y mi primer acercamiento a las cuestiones polí­ticas.

Inolvidables e insignes maestros pasan por mi mente que dejaron grandes conocimientos para siempre, recuerdo entre ellos a don Adolfo de la Peña, Fernando Santos, Efraí­n de León, Salomón Aldana, Humberto Amézquita, Don Chepe Castañeda, Manuel Oliva Paz, Pedro Tulio Oliva Tobal, Fernando Iturbide, Luz América Duarte, Carmen Ponce y otro montón que se quedan en el recuerdo, pero que dejaron luz en mi entendimiento y conocimientos en el saber.

Cómo olvidar la celebración de diferente tipo como el dí­a de la desmilitarización, la fiesta de aniversario con su arbolada mañanera, las mañanas deportivas, las grandes fiestas con aquellos famosos grupos de rock como el Plástico Pesado, Cuerpo y Alma, Caballo Loco, Siglo Veinte y los grupos guanacos como Hielo Ardiente y la Compañí­a Diez.

Evocar aquellas aulas antañonas en donde recibimos clases como el Gallinero, con pizarras de cemento en aquellos años, en donde convergimos un montón de asustados compañeros en aquellos primeros años de la década del setenta y que no sabí­amos lo que nos esperaba, en términos de formación, vida, deporte, amistad y una identificación plena y eterna con esa noble y gloriosa institución del Instituto Central para Varones.

Cómo olvidar aquellas porras del instituto en el gimnasio Teodoro Palacios Flores, cuando jugaba la clasificada rojo y blanco, con aquellos grandes jugadores como Sancho, Charamila, el Caballo, Medusa, Pescuezo, Torolocho, íngel, Chiqui, Pirrí­n, el Gato Rodas y Luis Mayorga (+) y tantos otros más. Quien de todos nosotros que estudiamos en el instituto no recordamos nuestro himno de guerra con su “…vibrante juventud viril…”; nuestro himno con “…ese centro inmortal del saber…”, con nuestro “…más allá, más allá…y la imprescindible “gloria, gloria, bachillerato campeón…”

Tantos años han pasado y hoy puedo decir con mucho orgullo que enormes amistades se forjaron para siempre ahí­ y con quienes nos seguimos viendo con la alegrí­a y la irreverencia de siempre, mis grandes compañeros en la vida y mencionaré a algunos, porque sé que olvidaré a otro montón, pero siempre están presentes: el Muñeco Mejí­a, el Choco Morales, el Oso Estrada, la Abuela de León, el Giova Marroquí­n, Danilo Flores, el Chicho Negro mi hermano, el Chino Patán, el Choco Rosas, Pistola Magariño, Carlos Monroy, Ví­ctor Hugo Monzón, Pí­o Uclés, Cocha Blanca Peláez, Antonio Lepe, la Toña Rodas, Anckerman, el Gato Flores, el Fantasma Manso, el Pato Mejí­a, Santiago Santacruz, el Chenco Ranero, el Canche Cardona, íngel Ortega y a la memoria de aquellos enormes amigos como el Ganso Morales, Magua Dávila y Perdomo.
Un saludo institutero de siempre, una evocación a esos inolvidables años y un recuerdo imperecedero a esa eterna y contestataria juventud de frente altiva y corazón rebelde, que siguió los trazos de aquella famosa frase: a lo más alto, por lo más difí­cil.  Un abrazo fraternal en el recuerdo, el tiempo y el espacio.