Centenario de la Revolución Mexicana V Parte


Estando el Ejército Revolucionario a las Puertas de Ciudad Juárez, continuaron las negociaciones entre personeros gubernamentales, miembros de la familia Madero y otras personas que Madero habí­a designado. Por parte del Gobierno del general Porfirio Dí­az, el ministro de Hacienda José Ives Limantour, actuaron como negociadores Oscar Braniff y Toribio Esquivel Obregón. En las últimas etapas Antonio Carvajal fue representante directo de Dí­az. Las negociaciones se fueron prolongando hasta finales de marzo y abril. Los delegados gubernamentales trataban de mantener en el poder al general Dí­az y a su equipo de Gobierno. Al final la posición de Madero -que no siempre fue firme -exigió la salida de Dí­az. Sus jefes militares, entre ellos, Pascual Orozco y Francisco Villa no estaban de acuerdo en la forma en cómo se procedí­a .Tampoco veí­an con agrado que se postergara el ataque a Ciudad Juárez. A espaldas del lí­der revolucionario iniciaron las acciones el dí­a 8 de mayo. Con mil quinientos hombres y Juárez cayó dos dí­as mas tarde.

Doctor Mario Castejón

Los cronistas de la época narran que durante las acciones miles de ciudadanos residentes en El Paso, Texas -al otro lado del rí­o-, sentados observaban el tiroteo como quien presencia un partido de futbol. La tan temida intervención del Gobierno norteamericano a causa del enfrentamiento no sucedió.

Después de la caí­da de Ciudad Juárez, Francisco Madero procedió a integrar su Gobierno desde la llamada «Casa de Adobe» adentro de la población. En ese lugar se dio a conocer a nivel nacional el general Venustiano Carranza, nombrado Ministro de Guerra y Marina. Cuando Madero cedí­a Carranza intervino para reafirmar la necesidad de no hacer concesiones por parte de los revolucionarios. Acuñó una frase que se hizo célebre: «Revolución que tranza es Revolución pérdida». Con los representantes del Gobierno Oscar Braniff, Toribio Esquivel Obregón y Rafael Hernández se acordó en los Tratados de Ciudad Juárez la renuncia del presidente Porfirio Dí­az. La sustitución del mismo por su Ministro de Relaciones Exteriores Francisco León de la Barra. El licenciamiento del Ejército Revolucionario. El mantenimiento del Congreso Federal y la convocatoria a elecciones en un próximo plazo.

Las dudas de Madero entre lo que cedí­a en las negociaciones y su indecisión final para atacar Ciudad Juárez lo confrontó con sus Jefes militares. También lo hizo su intervención defendiendo al general Navarro a cargo de las tropas Federales en Ciudad Juárez. Acusado de haber cometido crí­menes de guerra contra los revolucionarios. En un incidente confuso Pascual Orozco ordenó el fusilamiento de Navarro. Madero tuvo que trasladar personalmente al Jefe Federal al lado americano. Mientras esto sucedí­a tanto Orozco como Villa se enfrentaron verbalmente con él. Madero se vio obligado a tener que hablar frente a sus tropas cuando creyó que iba a ser detenido por los insubordinados

La caí­da de Ciudad Juárez fue la puntilla final para el Gobierno de Dí­az. En las últimas semanas de abril la Revolución se habí­a extendido. Se consolidó el triunfo revolucionario en casi todos los Estados de la república mexicana. Si no eran triunfos declarados, al menos constituí­an enfrentamientos de pega y corre con el Gobierno, que se veí­a imposibilitado de contener la avalancha. Emiliano Zapata seguí­a imparable en Morelos. Habí­a capturado Chiautla, Izucar de Matamoros y Acatán, amenazando el Estado de México. Cuando se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, Madero no alcanzó a darse cuenta que el licenciamiento del Ejército Revolucionario y el mantenimiento del Ejército Federal iba a constituir el final de su efí­mero gobierno. El pueblo entero de México esperaba que Madero con su gente asumiera la Presidencia, la transición acordada solo vino a crear confusión y anarquí­a. Con la renuncia de Dí­az y ya integrado un Gabinete de transición, Madero era el hombre más respetado, deseado y esperado por el pueblo de México, no tení­a el poder en sus manos. Tendrí­a que esperar a ganar las elecciones planificadas a corto plazo para asumir la Presidencia de la República. El siguiente paso era la marcha triunfal hacia la Capital de México, donde en los dí­as previos a la renuncia de Dí­az se habí­an dado desórdenes y enfrentamientos sangrientos entre las fuerzas gubernamentales y los partidarios de Madero que salieron a la calle a celebrar el triunfo.

Al dirigirse a la capital, Pascual Orozco, el más connotado jefe militar de Madero, se habí­a retirado resentido después de la insubordinación que habí­a protagonizado contra Madero junto con Francisco Villa en Ciudad Juárez. Francisco Villa también se alejó de la luz pública habiendo recibido una suma de dinero por parte del propio Madero, con la que pretendí­a dedicarse a sus actividades particulares. .No sabí­a que la historia le tení­a preparado un lugar especial en lo que faltaba de la primera etapa de la Revolución Mexicana y en la Guerra Civil que posteriormente tendrí­a lugar. (continuará próximamente).