Centenario de la Revolución Mexicana Parte III


Francisco I Madero no inventó la Revolución Mexicana, ésta se hubiera dado igual con o sin él, su presencia ayudó a preparar a la opinión pública en defensa de sus deberes cí­vicos. El plan de San Luis Potosí­ no fue escrito en San Luis, fue escrito en San Antonio Texas y difundido en México a través de correos propios que viajaban al interior de México buscando contactar a los lí­deres locales.

Doctor Mario Castejón

Pronto fue comprendido que Chihuahua y sus Estados vecinos constituí­an el primer frente de la nueva Revolución sin menoscabo que se estaban dando levantamientos en otros lugares de la República como el de la familia Serdán en Puebla. El complot de Serdán estuvo rodeado de un halo de romanticismo. Después de estar en prisión Aquiles Serdán tuvo que emigrar a Texas junto a Madero de donde fue enviado para iniciar la lucha distribuyendo armas dentro de la gente que estaba comprometida de antemano. El complot fue descubierto y su casa, en la Calle de Santa Clara, se convirtió en una batalla campal en donde murieron todos sus ocupantes.

El 20 de noviembre Madero se propuso cruzar el Rí­o Bravo por su estado natal, Coahuila, donde suponí­a que lo esperaban más de cien hombres; fue disuadido a regresar a Texas cuando vieron que no disponí­a de más de seis seguidores. El Centro Antireeleccionista de Tlaxcala fue controlado por el Ejército Federal y en San Luis Potosí­ uno de sus seguidores, el doctor Rafael Cepeda se vio obligado a continuar haciendo la guerra de guerrillas. En Sinaloa Juan Banderas y Ramón Iturbe fracasaron en el asalto a Culiacán, con esto los disturbios más grandes seguí­an siendo en Durango, Chihuahua y Coahuila.

El 20 de noviembre en La Laguna, región de Durango y Coahuila, Javier Agustí­n Castro y Orestes Pereira con 70 hombres ocuparon la comunidad de Gómez Palacio por algunas horas, mientras en Hidalgo del Parral Chihuahua, Guillermo Baca con 400 hombres era repelido por las fuerzas federales. El más exitoso de los revolucionarios hasta ese momento era Pascual Orozco, quien habí­a sitiado Ciudad Guerrero.

En aquellos dí­as el problema para Madero era difí­cil, se daba cuenta que habí­a sembrado dudas entre las fuerzas revolucionarí­as que no estaban identificadas con él. Habí­a dos corrientes que le eran adversas, por una parte la de Ricardo López Magón, lí­der del Partido Liberal que enarbolaba una bandera socialista radical y por otro lado Pascual Orozco que manejaba una agenda personal. Presionado por las autoridades norteamericanas Madero se vio obligado a cruzar la frontera el 14 de febrero, en un lugar conocido como La Isleta a solo 26 kilómetros de Ciudad Juárez; lo acompañaban en esa ocasión más de 80 norteamericanos y un italiano, el nieto de Giuseppe Garibaldi, lo cual sirvió para recibir las crí­ticas particularmente de los servidores de López Magón.

El 5 de marzo, poniéndose al frente Madero, intentó tomar Casas Grandes pero su estrategia falló, siendo detenido por el Ejército Federal. Todos los historiadores coinciden en que la actitud de Madero ese dí­a, en la Batalla de Casas Grandes lo hizo ganar respeto ante aquellos hombres rudos que intentaba comandar. Durante la retirada desplegó un valor personal increí­ble y alguno de sus hombres mencionó que «parecí­a como que no supiera que las balas mataban». En Rancho Bustillos a unos 100 kilómetros de Chihuahua, Madero se reunió con Orozco y Villa, desde ese momento, luego de la derrota de Casas Grandes, su estrella fue en aumento. La rebelión se extendí­a hacia Coahuila, Zacatecas, Aguas Calientes y partes de Jalisco, mientras otros brotes revolucionarios aparecí­an en Morelos, Tlaxcala, Puebla, Veracruz, Tabasco y Yucatán. El más significativo fue el levantamiento de Emiliano Zapata en Morelos, cercano al valle de México en donde fácilmente prendió la Revolución el 11 de marzo, haciéndose sentir en la capital.

Concentradas las fuerzas revolucionarias en Rancho Bustillos, el Gobierno Federal reunió sus fuerzas esperando un ataque a la Capital del Estado de Chihuahua sin pensar en Ciudad Juárez. Corrí­an el peligro de quedar aislados si los revolucionarios cortaban la lí­nea del ferrocarril que vení­a desde Torreón y la que seguí­a hací­a el Norte dirigiéndose a Ciudad Juárez.