Por fin se reunieron con el Presidente las empresas de telefonía celular. El objetivo, no volver a activar teléfonos robados y desactivar los que según datos disponibles estén actualmente activos.
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Usuarios de estos aparatos abundan, unos legalmente adquiridos, otros fruto del robo cometido a diario por delincuentes de toda laya. Vendidos los mismos a precio de ganga, pero lamentablemente lograban su reactivación inmediata.
Afirmaban que problemas tecnológicos impedían a las empresas en mención no activar los aparatos robados. Ahora las cosas cambiaron de forma sencilla y práctica, gracias a la garantía dada por el Gobierno, que podrán tener los ingresos previos.
Durante muchos años los ladrones despojaban del celular a sus dueños, en acciones peliculescas, y por demás alarmantes. Incluso, a costa de la propia vida, en las calles y autobuses fueron cometidos crímenes abyectos con ese propósito funesto.
Si todo marcha sobre ruedas, los delincuentes ya no estarán interesados en robar más celulares; tampoco habrá quien esté dispuesto a comprarlos, si carecen de constancia legal de propiedad en mano los oferentes.
Llevó mucho tiempo la búsqueda de una solución de esta problemática grave y dañina, que afectó sobremanera a la sociedad en general. Pese a los clamores, quejas y en fin incontables denuncias en nuestro país agobiado de dificultades de toda índole, nada de nada. Hasta ahora se vislumbran otros derroteros.
Consideradas así las cosas, no con frialdad, sino con los pies sobre la tierra firme; además con esperanzas que funcionen bien, cesarán a no dudar los crímenes por el robo de teléfonos celulares. El fatídico negocio llegó a su término. «Ojalá sea verdad tanta belleza».