Celso Antunes: Estimular las inteligencias múltiples. Qué son y cómo se manifiestan. Cómo funcionan


POR EDUARDO BLANDí“N

El tema de las inteligencias múltiples me parece que todaví­a está de moda. Dominados por años por una concepción uní­voca del concepto de inteligencia, es refrescante saber que hay otros modos de entenderla. Como se sabe, en la antigí¼edad «inteligente» era la persona con buena memoria, capacidad de argumentar y gran erudición (quien era un sabio en muchas áreas del saber). En la actualidad la perspectiva ha cambiado y se habla hasta de más de diez inteligencias -aunque con el tiempo suman más-.


Esta aproximación a «la inteligencia» hace que personas como Michael Jordan y Diego Armando Maradona, por ejemplo, se les considere «inteligentes» y hasta «genios» en el ámbito en que destacaron. Igualmente se puede ubicar con inteligencia superior a Emerson Fittipaldi, Madonna, Michael Jackson, Beethoven, Napoleón y con suerte hasta Hugo Chávez. El nuevo paradigma sugiere que hay que mudar al nuevo.

Este libro, en consecuencia, va en la misma onda del tema que ahora nos tiene ocupados: las inteligencias múltiples. Pero no elabora el autor grandes conceptualizaciones de la materia, sino que de modo conciso, a veces demasiado para mi gusto, explica la naturaleza de las inteligencias, aplicación y también sugerencias para los educadores. El libro es pequeño, pertenece a esas ediciones de bolsillo de la editorial Narcea y es, podrí­amos decir, una especie de compendio teórico, muy lejos de otros libros de la editorial.

Algunos de los principales capí­tulos que muestra el texto (en total son 21) son los siguientes: 1. ¿Qué es la inteligencia?; 2. ¿Puede aumentar la inteligencia?; 3. ¿Envejece la inteligencia?; 4. ¿Qué significa «ventana de oportunidades»?; 5. ¿Qué son las inteligencias múltiples?, entre otros. En cada uno de los apartados, el autor quiere dejar en claro sus ideas y mostrar (a veces también con esquemas) las ideas esenciales de cada momento desarrollado.

Antunes define la inteligencia como capacidad cerebral en la comprensión de las cosas. Es decir, una persona inteligente sabe moverse en cada momento y resolver con éxito los desafí­os que se le presentan. Aquí­ no se afirma que se refiera con exclusividad a un área especí­fica de la vida, sino más a cualquier situación en la que el sujeto decida enfrentarse.

La idea anterior hace que personas con una perspectiva lúcida en el campo, digamos de la ética, sea «inteligente». Un sujeto así­ comprende en cada momento la mejor opción para actuar, identifica el bien y el mal de las circunstancias y se mueve de una manera «inteligente» en el campo moral. Desde esta perspectiva, por otro lado, puede inferirse también que una persona que carezca de esta «inteligencia moral», tenga problemas para identificar la bondad y la maldad de las acciones. Estarí­amos hablando de personas con daltonismo o ceguera moral.

A lo largo de la presentación, el autor reconoce que aunque la neurofisiologí­a, la bioquí­mica y la genética han contribuido enormemente a la producción de saberes y la aclaración de dudas, todaví­a estamos en pañales en las disciplinas cientí­ficas. Hay, por tanto, preguntas (como esa de si puede aumentar la inteligencia) que todaví­a no pueden responderse con la nitidez y claridad con que se quisiera.

«Sea cual sea la respuesta que se dé a la pregunta (la del aumento de la inteligencia), es muy limitada y estará sujeta a cambios notables en los próximos años. Incluso así­, es posible afirmar con seguridad que la inteligencia de un individuo es producto de una carga genética que va mucho más allá de la de sus abuelos, pero que algunos detalles de la estructura de la inteligencia pueden ser modificados con estí­mulos significativos aplicados en momentos cruciales del desarrollo humano».

Dada la apariencia en cuanto a plasticidad de la inteligencia se refiere, la educación tiene una responsabilidad grave: se tratarí­a de moldear las mentes, incrementar la inteligencia y favorecer el desarrollo de aptitudes por medio de estrategias bien articuladas. No hay excusas, los estudiantes deben poder encontrar espacios vitales para el crecimiento de las en capacidades mentales.

Con todo, no se trata de volver al método tradicional de enseñanza, sino a metodologí­as nuevas que permitan el progreso en la forma de resolver problemas. Se tratarí­a de propiciar la posibilidad para el nacimiento de inteligencias nuevas y creativas en orden a los desafí­os del presente siglo. En este sentido, se requiere también de educadores nuevos con claridad en los objetivos y mucho talento para estimular esas mentes.

«Al mostrar que la inteligencia es estimulable, en cuanto se utilicen esquemas de aprendizaje eficaces, y las limitaciones genéticas se puedan superar mediante formas diversificadas de educación y, sobre todo, en cuanto quede claro que los medios para esa estimulación no dependen de fármacos especí­ficos y, menos aún, de sistemas escolares privilegiados, esa identificación puede hacer de cualquier niño una persona completa, y de cualquier escuela un centro excelente de múltiples estimulación. Reiteramos el sorprendente desprecio con que la mayorí­a de las escuelas «tiran a la basura» todo lo que constituye la experiencia vital con que el niño llega en su primer dí­a de clase».

El libro de Antunes puede servir para una primera aproximación en la temática de las inteligencias múltiples, pero no es un texto para grandes elucubraciones. En tal sentido, si le interesa, permí­tame sugerirle los estudios de Howard Gardner, en especial uno que se encuentra en librerí­as, titulado: «La nueva ciencia de la mente. Historia de la revolución cognitiva». Gardner, me parece, junto a Daniel Goleman hacen propuestas interesantes que ameritarí­an un estudio serio por parte de los interesados en esta temática.

Concluyo el artí­culo con la siguiente cita: «El cerebro de cualquier persona contiene un potencial de percepciones, bellezas y coordinaciones lingí¼í­sticas, simbólicas, cenestésicas, pictóricas y lógicas que albergan todo el saber humano posible. Todo ser humano es un saber en semilla, dispuesto a brotar y florecer tan pronto como aprenda a construirse en armoní­a con el objeto imprescindible a cualquier fantasí­a previsible: el mundo en que vivimos».

Si le interesa el libro, puede adquirirlo en Librerí­a Loyola.