Celebremos la multipolaridad


El derrumbe del campo socialista puso fin a una era caracterizada por la bipolaridad. El mundo se dividí­a en un primer mundo comprendido por las potencias occidentales, el segundo mundo era el bloque socialista soviético, y el tercer mundo, los paí­ses subdesarrollados.

Juan Pablo Ozaeta

Luego de la caí­da del muro de Berlí­n fue muy popular la tesis de Francis Fucuyama, quien señalaba que «la democracia burguesa es el fin de la historia y la máxima forma de convivencia social y organización polí­tica alcanzable para la humanidad».

Y era una democracia burguesa que a nivel mundial se caracterizaba por la unipolaridad, controlada por aquel primer mundo, que desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 ostentaba una mayor cuota de poder.

Las potencias económicas, y principalmente Estados Unidos, se lanzan a dictar las reglas del juego de las relaciones internacionales de los paí­ses subdesarrollados, como ocurrió, en el caso de América Latina, con el llamado Consenso de Washington.

No obstante, dentro de los parámetros de la democracia burguesa, se han venido instaurando gobiernos que amenazan los intereses de los dueños de la unipolaridad. El Consenso de Washington, del que se derivó el proyecto denominado írea de Libre Comercio de las Américas -ALCA-, fracasa en la Cumbre de Mar de Plata, ante un grupo de naciones de Sudamérica -MERCOSUR-, que no están dispuestas a aceptar las condiciones para el comercio que impone Estados Unidos.

Junto a la emergencia de nuevos liderazgos polí­ticos, han ido emergiendo paí­ses que han crecido económicamente. En Asia paí­ses como Vietnam y Singapur, y en América Latina Brasil, se convierten en naciones con tal crecimiento comercial, que no pueden pasar desapercibidos a la hora de analizar el comercio mundial.

Y ha llegado a tal grado la influencia internacional de estas naciones, que desde hace algún tiempo se discute la posibilidad de un escaño permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para Brasil e India, privilegio que sólo tienen cinco paí­ses actualmente: Estados Unidos, Rusia, China, Francia e Inglaterra.

Los nuevos liderazgos polí­ticos y económicos empiezan a ser voces disonantes en los foros internacionales donde los dueños de la unipolaridad, las potencias occidentales, antes marcaban el paso de los acontecimientos.

El rechazo a los golpes de Estado, como el perpetrado en Honduras, a los tratados comerciales con reglas injustas para los paí­ses subdesarrollados, y los señalamientos a las potencias occidentales sobre su responsabilidad sobre el cambio climático son algunas muestras de este cambio de parámetros de las relaciones internacionales, que parecen nos hacen transitar hacia un sistema multipolar. En 2009 también la cumbre del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) llama poderosamente la atención por reunir a cuatro naciones con fuerte potencial económico y que constituyen cerca de la mitad de la población mundial, por considerarse que pueden constituirse en un bloque muy poderoso y que deja al margen al aún mal llamado primer mundo.

Ahora el reto más importante de los liderazgos mundiales emergentes está ante la catástrofe mundial que podrí­a significar el cambio climático. La Cumbre de Copenhague reflejó que aún ese «primer mundo» quiere imponer su voluntad, al tratar de desvincularse de algunos compromisos del Protocolo de Kyoto y trasladar la responsabilidad de las acciones para reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Transitar hacia un sistema multipolar podrí­a ser entonces una manera de salvarnos con el planeta.