El año pasado, con motivo de la publicación del Evangelio de Judas, la concepción de quien ha sido considerado el «más grande traidor de la historia» ha cambiado un poco.
mcordero@lahora.com.gt
Tradicionalmente, la imagen de Judas ha sido la misma que se expone en la Divina comedia, poema narrativo de Dante Alighieri, quien lo hacía merecedor de ocupar el último círculo del infierno, en donde estaban los traidores contra sus bienhechores, junto con el mismo demonio.
En Guatemala, una tradición relacionada con Judas Iscariote, es la de quemar el Sábado de Gloria (el próximo sábado), un monigote que lo representa, ya que, según la tradición cristiana, ese día se habría colgado el traidor. Asimismo, algunos padres acostumbran dar algunos «cinturonazos» a sus hijos, para que logren ser altos de estatura.
Judas ha sido visto como traidor, y recordar la muerte de Judas es un procedimiento tan básico para casi cualquier fiesta. Antes de Navidad, se «quema al diablo»; antes de la «Resurrección de Jesús», se castiga a Judas. Es decir, nuestras tradiciones se basan en una dualidad malo-bueno. Antes de celebrar lo bueno, se debe matar a lo malo.
Sin embargo, debe reconocerse que estos procedimientos son más bien culturales, y que la verdad de Judas Iscariote es realmente muy lejana a nuestro pensamiento.
Este personaje pertenecía al grupo de los Celotes, al cual pertenecía también su contemporáneo Barrabás, que, como se recordará, estaba preso por haber asesinado a un guardia romano.
Los celotes buscaban un fin muy loable: la liberación de su pueblo de la opresión del Imperio Romano. Básicamente, sus procedimientos eran a través de las armas. Judas era un escriba, el equivalente a un abogado de nuestro tiempo, por lo que tenía un gran conocimiento, no sólo de los pensamientos filosóficos de la época, sino que también de las Escrituras, que auguraban el envío de un Mesías para la «liberación de los judíos».
Judas habría reconocido en Jesús a este «salvador» y lo siguió. Según algunos autores, Judas sabía que, según las Escrituras, alguien debía entregar a Jesús, para cumplir con la profecía, y él asumió esa responsabilidad. Otros creen que entregó a Jesús, ya que estaba cansado de su actitud de no violencia, por lo que, según él, si el Mesías se veía acorralado, iba a ser el inicio de la «revolución».
Al final de cuentas, no es motivo para ir en contra de la tradición; al contrario, es necesario el reconocer que lo malo tiene su parte buena, y viceversa.
Algunos autores reconocidos han enfocado el tema de Judas, no como traidor, sino como un personaje responsable de sus actos, entre ellos Taylor Cadwell y Jorge Luis Borges.